¿Y TÚ ME LO
PREGUNTAS?
ESTHER PALOMERA
Desde que la mediocridad conquistó la
política, la necedad no conoce límites: Ayuso, que destila desprecio y encono
en cada una de sus intervenciones cual entusiasta de Milei y de Trump, acusa al
PSOE de esparcir odio y a Sánchez, de querer matarla
Escuchamos pero no juzgamos: las
respuestas de Isabel Díaz Ayuso
El caso es que la presidenta de la Comunidad de Madrid, que visitó este lunes el plató de El programa de AR, cargó como acostumbra contra el PSOE, contra el Gobierno y contra Pedro Sánchez. Hasta aquí, ninguna sorpresa. Tampoco fue novedad que dijera que los socialistas persiguen su “destrucción personal”, “deshumanizarla” y convertirla en “una bestia negra”. La majadería llegó cuando soltó que si cualquier ciudadano se pone en su lugar podrá entender “lo que significa que el presidente del Gobierno abiertamente diga que te va a matar y que quiere acabar contigo”. ¿Imaginan? “Sánchez quiere matar a Ayuso”. El titular, de haber sido verdad, hubiera dado la vuelta al mundo, entre otras cosas porque el inquilino de La Moncloa probablemente hubiera incurrido en un ilícito penal. Se entiende que Ayuso hablaba estrictamente desde un punto de vista político, pero no lo dijo.
No fue su única boutade, ya que volvió a reiterar aquello de que
el presidente está “incapacitado para la política” y que utiliza todos los
poderes del Estado “contra todo el que se ponga por el medio, especialmente la
Comunidad de Madrid”. Ella, que amparó y justificó a su jefe de gabinete cuando
dejó por escrito que quería triturar y cerrar a elDiario.es por
publicar que Alberto (Quirón) González Amador se había forrado cobrando comisiones por la venta de mascarillas en plena
pandemia y estaba siendo objeto de una
investigación penal por cometer dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental, es
de las que ve la paja en el ojo ajeno pero nunca la viga en el propio.
Y en su habitual ejercicio de confundir Madrid con ella misma,
acusó a los socialistas de querer causar daño a la región, pese a que está “en
el mejor momento de su historia en inversión, empleo, internacionalización,
creación de puestos de trabajo, turismo, sanidad y temas educativos….”. Sobre
todo en Sanidad, donde Madrid seguirá en 2025 siendo la comunidad que
menos invierte por habitante (1.482,25 euros), muy lejos de Asturias, que es la
que más destina a este capítulo de toda España, con 2.422,28 euros por
habitante, según datos de la Federación de Asociaciones en Defensa de la
Sanidad Pública.
El caso es que la lideresa regional que aspira a competir cada
día en la liga nacional sólo ve odio en el PSOE y a un asesino en Pedro
Sánchez. ¿Qué es odio?, dijo mientras clavó su pupila ante la cámara de
televisión. ¿Y tú me lo preguntas? Odio… eres tú. ¿Quién si no dice airadamente
que el presidente del Gobierno quiere matarla? ¿Quién si no desliza sin prueba
alguna que La Moncloa ha borrado de su móvil mensajes “de poca importancia” con
el jefe del Ejecutivo? ¿Quién si no es capaz de sostener que alguien busca su
destrucción personal? ¿Quién si no vierte sospechas infundadas sobre los
programas informáticos que usan en La Moncloa para un presunto espionaje contra
ella? ¿Quién si no habla con tanta ligereza sobre “otras barbaridades que
estarán cometiendo desde el Gobierno?”
Y todo porque, según su escalofriante relato, en la vía judicial
no le pueden “hacer nada” porque no se ha llevado “ni un boli de la EGB. No ha
hecho falta llegar a sus años de la Enseñanza General Básica porque los
ciudadanos se conformaría con saber por qué tienen derecho a ello quién paga la
segunda vivienda de la que disfruta en el piso superior al que reside de forma
habitual en el barrio de Chamberí. O con que no respondiera astracanadas sobre
la presunta comisión de los delitos cometidos por su novio que para ella sólo es
una multa de Hacienda a la que puede enfrentarse cualquier ciudadano.
Sus palabras sobre “la cara visible” de una supuesta “operación
de Estado” que “se les ha ido de las manos” y en la que, ha asegurado, sin
aportar pruebas, que están ocurriendo más cosas “de manera soterrada” produce
tanta indignación como sonrojo. Y el estrambótico relato sobre que “se roban
ordenadores, se allanan viviendas, se destruyen pruebas y se persigue” a los
abogados que representan a su pareja ya se encargó la Guardia Civil de
atribuirlo a la delincuencia común. Pues nada, ella sigue empeñada en que no
sabe “si tiene los teléfonos pinchados”, pero que en esas estamos en España, un
país en el que “no hay garantías procesales, ni hay garantías judiciales”. No
hay un día sin ayusada.
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