¿POR QUÉ ELLOS JUEGAN EN EQUIPO
Y NOSOTROS SOLOS?
POR MARTA
NEBOT
Santiago
Abascal, en una imagen de archivo.Fernando Sánchez / Europa Press
Les
paró los pies, les ganó veinticinco juicios, les sacó mucha pasta. En su libro Bulos:
manual de combate, Rubén Sánchez cuenta su lucha
contra las denuncias falsas, las puñaladas judiciales, las injurias, las
calumnias y los acosos digitales –y no solo– de la extrema derecha y sus
colaterales.
Esta
semana Pablo Echenique y yo presentamos su libro en La Morada de Vallecas,
en el corazón de este combativo barrio madrileño. El local se llenó y fue un
gustazo compartir el cariño de los que siempre han militado y militarán
siempre, pase lo que pase. Lo hice porque considero el libro de Rubén un
chute deoptimismo para la batalla cultural en la que luchamos, porque
contiene un manual de instrucciones valioso contra la guerra sucia –que haberla
hayla–, y también un gran catálogo de victorias en ese pantanoso y creciente
terreno de historia del resurgimiento y de las estrategias del nuevo fango españolespañolespañol,
aunque copiado de otros sitios.
Su libro es un semillero de nuevos triunfos contra el nuevo lodo, reconocido tanto por Pablo Echenique –exsecretario de Organización de Podemos–, que le escribe el prólogo, como por el ministro socialista Óscar Puente, que le escribe el epílogo. En esto la izquierda está unida y reconoce que Rubén ha averiguado cómo ganar –a pesar de su juego sucio, a pesar de la judicatura derechona– a los que injurian, calumnian, amenazan, acosan, desinforman, mienten y se querellan sin ton ni son desgastando la confianza en la democracia en favor de la derecha ultra. Rubén ha revelado que sabe cómo hacerlo tras 25 sentencias ganadas y ahora comparte su know-how en esta biblia a la que muchos acudirán a recuperar la fe perdida en el sistema.
Dicho
esto, después de leer sobre su historia, sus maneras, sus herramientas y su
equipo de abogados y llevarlo todo en la coctelera de la cabeza varios días,
llego a la conclusión de que su experiencia demuestra que hay maneras de frenar
y ganar a los malos y que, por lo tanto, no lo hacemos más porque nos falta
organizarnos. Empieza a ser llamativa e imperiosa esa movilización que está
faltando.
Cuando
me tocó sentarme en el banquillo hace unos pocos años, después de que Vox me
llevara a los tribunales en un claro intento de limitar mi libertad de
expresión, durante el casting de abogados a ciegas que me tocó
hacer para elegir a al letrado que me defendiese dentro de un mundo que
desconozco, me encontré con un experimentado y famoso leguleyo que me afeó la
conducta por "ingenua e indocumentada":
–
¿No sabes que estamos como en los tiempos de La Codorniz? Tienes que evitar
decir Vox, hay que ingeniárselas para que esto que te está pasando no suceda. Hay
que decir ese partido del que usted me habla.
Y
añadió una cascada de casos de otros periodistas que estaban pasando o habían
pasado por lo mismo.
Digerí
aquel consejo y aquel trance hasta que archivaron mi caso, concluyendo que, si
evitamos mentarles por el miedo a los tribunales, entonces es que ya han
ganado; entonces es que ya hemos retrocedido a los tiempos predemocráticos.
Sin
embargo, pagué mi parte de las costas, por aquella denuncia archivada, por
no recurrir y volver a pasar el susto de depender de una Justicia más o
menos arbitraria sintiéndome indefensa y sin tribu que me apoyara. Y, pasado un
tiempo, reconozco que, consciente o inconscientemente, quizás digamos Vox
menos de lo que debiéramos porque su estrategia de tener abogados a sueldo
buscando contra quien lanzar la siguiente querella está dando sus frutos. Su
contienda judicial ya está ganando en autocensura y en denuncias y en recursos
que no se ponen porque vete tú a saber qué juez te toca.
Así
que sí, quizá aquel abogado que no escogí tenía algo de razón y estemos igual o
peor que en la transición, en ese sentido.
Hace
poco que en TVE nos han recordado con una serie de televisión la historia de
las abogadas laboralistas (Manuela Carmena, Cristina Almeida y Paca
Sauquillo) en la transición, militando con su trabajo, sufriendo las
consecuencias con atentados de ultraderecha en carne propia. ¿Por qué ahora no
hay nada parecido? ¿Vivimos demasiado acomodados? ¿No somos conscientes del
peligro?
Necesitamos
profesionales preparados que, como los de Rubén, sepan cómo pararles los pies
en esta ofensiva en la que muchos se rinden antes de empezar, por
desconocimiento y falta de medios. Nos está faltando un lugar a dónde
acudir, un espacio que se autofinancie con las victorias conseguidas, un
sitio donde los mejores quieran trabajar porque tengan un buen sueldo y causas
justas a las que entregarse. Rubén ha demostrado que se puede sacar dinero
cuando se les gana y, si tuvieran que pagar más a menudo, seguro que se
pensarían más ir a poner denuncias con recortes de prensa burdos.
Así
que me pregunto: ¿dónde está nuestro equipo de defensores?
¿Por
qué en esto jugamos jugadas individuales cuando son tan de todos?
¿Por
qué ellos están tan agrupados (Hazte Oír, Abogados Cristianos, los
bufetes de Vox, Manos Limpias) y nosotros tan solos?
¿Dónde
están l@s nuev@s abogados laboralistas conscientes de las nuevas indefensiones?
¿Dónde
está nuestro nuevo viejo frente contra los nuevos viejos malos?
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