¿NUCLEARES? NO GRACIAS
La central nuclear de Cofrentes — Rober
Solsona / Europa Press / ContactoPhoto
Las derechas siempre han sido pronucleares, la cuestión energética es, por
supuesto, una cuestión ideológica y política
Con la
ocupación de la práctica totalidad de la zona de interés mediático por parte de
Donald Trump y las pifias del gobierno con los desacordes entre PSOE y Sumar
para parecer diferentes en relación a gravar con IRPF el SMI, ha pasado casi
desapercibida la noticia de que el pasado miércoles el Congreso aprobó una PNL,
no vinculante para el gobierno, para alargar la vida útil de los siete reactores nucleares que operan
en España y, lo que es aún más grave, la posibilidad
de afrontar nuevos proyectos nucleares en territorio español.
La PNL presentada por el PP salió adelante con los votos favorables de UPN y las abstenciones de ERC y Junts. Las derechas siempre han sido pronucleares, la cuestión energética es, por supuesto, una cuestión ideológica y política. Lo que no deja de sorprender es que ERC se abstenga en una votación que que te identifica con el modelo energético que defiendes. Aliarse directamente o indirectamente, como ha hecho ERC, con las derechas en materia nuclear expresa una posición de subordinación al lobby nuclear liderado en España por Iberdrola, ENDESA y Naturgy.
En España
están en funcionamiento un total de siete reactores, Almaraz I y Almaraz II en Cáceres,
Ascó I y Ascó II y Vandellós II en Tarragona, Cofrentes en Valencia y Trillo en
Guadalajara. Construidas para una vida de cuarenta años, entraron en
funcionamiento el siglo pasado entre 1983 y 1988, cuando dejen de operar, de
acuerdo con el “protocolo de cierre ordenado de
operación” firmado por sus empresas propietarias en 2019,
habrán superado el tiempo para el que fueron diseñadas.
Si ERC se abstuvo para
parecerse a Junts y demostrar que también puede contribuir a infringir derrotas
al gobierno, la posición resulta tan infantil como subalterna
El
argumento de ERC para la abstención que entregó la victoria al lobby nuclear no
deja de ser calculadamente ambiguo. Por un lado, dice defender la transición
energética hacia un modelo sostenible y por otro tener dudas de que el cierre
de las nucleares, programado entre 2027 y 2035, vaya a suponer mayor
dependencia catalana de las energías fósiles. Un argumento que no demuestra una
visión de conjunto del momento ecológico y geopolítico planetario que vivimos.
Si ERC se
abstuvo para parecerse a Junts y demostrar que también puede contribuir a
infringir derrotas al gobierno, la posición resulta tan infantil como
subalterna. Si lo hizo para no enemistarse con sectores sindicales o intereses
impositivos municipales o autonómicos de corto alcance demuestra falta de
valentía estratégica. Y si lo hizo por los motivos de Junts, esto es, para
defender los intereses de las energéticas, que se benefician de la producción
nuclear cobrada en el mercado eléctrico (pool) al precio de la más cara,
entonces es que no es verdad que defienda la transición hacia un modelo
energético que reduzca la dependencia externa de Cataluña y frene el cambio
climático.
El modelo
energético, junto con los flujos de materia y el modelo agroalimentario, son
pilares determinantes para pensar una transición hacia una economía verde que
sea cada vez menos dependiente de insumos externos y guerras arancelarias. La
energía nuclear no es ecológica por mucho que la Comisión Europea la incluyese
entre las energías susceptibles de recibir fondos para la transición
energética. Lo que hay detrás de la PNL y de las intenciones del lobby nuclear
es la presión de las eléctricas para reacondicionar las nucleares con cargo al
estado, de acuerdo a nueva normativa de seguridad europea tras la catástrofe de
Fukushima, dado que sus costes de operación son ya superiores a los de las renovables.
Si la nuclear resultase tan
barata y abundante como se dice, su uso masivo provocaría la conversión del
planeta en una sala de calderas
En
términos económicos, la consideración de la energía nuclear como la energía más
barata se ha construido sobre una operación de ingeniería financiera. Sumando,
al costo de construcción, operación, mantenimiento y desmantelamiento, la
gestión medianamente segura de los residuos nucleares, las cuentas no salen. Si
incluyésemos los coste de las aseguradoras para garantizar la cobertura de los
daños provocados por un accidente nuclear, el balance en contra resultaría
definitivo. El mundo nuclear ha estado cobijado durante decenios por fondos
públicos.
Por otro
lado, no es generador de energía, no es soberano, quién depende
tecnológicamente del exterior para el mantenimiento de la producción, para la
obtención del combustible nuclear o su enriquecimiento, como es el caso de las
centrales nucleares situadas en España. La energía nuclear no produce riqueza
colectiva, produce sólo beneficio empresarial. El territorio que la acoge es
solo un contenedor de daños y riesgos.
Si la
nuclear resultase tan barata y abundante como se dice, su uso masivo provocaría
la conversión del planeta en una sala de calderas, lo contrario de lo que han
hecho los ecosistemas naturales durante millones de años. El viento y el sol
son recursos distribuidos por todo el planeta. Energías renovables, eficiencia
energética y sostenibilidad son las recetas ideológicas que contribuyen al bien
común, lo demás son artificios de grupos de poder. Otra cosa es que las
renovables no deben implantarse como se está haciendo, sin eficaz control
público, con exclusivos criterios economicistas, sin planificación del
territorio, destruyendo sistemas agrarios de alto valor, atentando contra
espacios y recursos naturales a la vez que concentrando la producción en pocas
manos.
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