A LAS ÓRDENES DE EEUU... HASTA LA
BANCARROTA MORAL
Pedro Sánchez está escribiendo su legado
internacional: seguidismo a Estados Unidos, bancarrota moral y absurdez
estratégica
DIARIO RED
David Canales / Zuma Press / ContactoPhoto
Una
porción notable del legado dejado por los presidentes del Gobierno es su
política exterior. Así como en Estados Unidos es fácilmente reconocible el
legado internacional de Biden, Obama o Bush, lo mismo ocurre en España. Felipe
González es sinónimo de traición electoral y entrada en la OTAN; José María
Aznar es sinónimo de Irak y de impunidad; Mariano Rajoy es sinónimo de sumisión
a la Alemania de Merkel. Indudablemente, Pedro Sánchez tiene también un legado
claro.
El gobierno de Sánchez formado tras las elecciones del 2023 se ha caracterizado por una premisa fundamental: el seguidismo ciego a Estados Unidos en el contexto del belicismo, la guerra y el fin de los consensos liberales. Ni más, ni menos. Sumar, además, como socio de gobierno, ha decidido no ejercer el rol de opositor interno. Demasiado tardíos contra el genocidio en Gaza, demasiado tibios (cuando no directamente belicistas) en Ucrania. Demasiado otanistas.
La
consecuencia es doble: de un lado, moral, pues España ha rechazado liderar un
necesario (urgente, incluso) bloque pacifista en Ucrania y antigenocidio en
Gaza; del otro lado, estratégico: al no definir un perfil propio, tal como la
mayoría de actores europeos, ha perdido buena parte de su capacidad de
influencia en los cruciales asuntos que se habrán de debatir en los próximos
doce meses, a saber: el fin de la guerra en Ucrania y los planes de limpieza
étnica del sionismo en Gaza.
Donald Trump ya ha dejado
claro que no cuenta con Europa para las negociaciones de paz con Rusia
Sin ir
más lejos, Donald Trump ya ha dejado claro que no cuenta con Europa para las
negociaciones de paz con Rusia. Él negociará con Putin y el resto tendremos que
acatar. Ucrania, dependiente del hegemón y de la ayuda occidental, no puede
plantear exigencias a Washington; Europa, ciertamente, no se ha ganado ese
derecho, puesto que desde el inicio ha optado por una línea pro estadounidense…
incluso cuando atentaba contra sus propios intereses.
Pero, más
allá, el gobierno de Sánchez no tiene fuerza ni voluntad de plantear exigencias
a un Trump que ya no tiene filtros al defender los intereses norteamericanos en
los distintos frentes. El presidente de Estados Unidos ha exigido el control de
las tierras raras ucranianas a cambio de seguir apoyando a Ucrania. En cierta
medida, un win-win para el hegemón: acceso privilegiado a un
recurso decisivo y prolongamiento de la guerra, con el consecuente desgaste de
Rusia. Mientras tanto, los ucranianos seguirán muriendo... sin
que España ni Europa se plante. Otra vez. Tal como cuando aceptaron rechazar el
posible fin de la guerra en 2022 porque Joe Biden se negó.
El gobierno de Sánchez no
rompió relaciones con Israel, no hizo ninguna exigencia a Estados Unidos,
facilitó la llegada de armamento para el Ejército sionista
Moralmente,
la cuestión de Gaza es, con toda probabilidad, la más execrable del gobierno de
Sánchez en política exterior y, posiblemente, de toda su carrera política. Hizo
la vista gorda, no rompió relaciones con Israel, no hizo ninguna exigencia a
Estados Unidos, facilitó la llegada de armamento para el Ejército sionista… ah,
y para sacar rédito electoral, reconoció (tras años de promesa incumplida el
Estado de Palestina). Cuando ya era tarde; cuando ya no servía para
absolutamente nada.
Hoy
Donald Trump, ya desde la Casa Blanca, es frontalmente cruel: “La Franja de
Gaza sería entregada por Israel a los Estados Unidos al concluir los combates.
Los palestinos, gente como Chuck Schumer, ya habrán sido reasentados en
comunidades mucho más seguras y hermosas, con casas nuevas y modernas, en la
región”. Una limpieza étnica televisada y anunciada.
Israel
Katz, ministro de Defensa del Estado sionista, añadió que “países como España,
Irlanda, Noruega y otros, que han lanzado acusaciones y afirmaciones falsas
contra Israel por sus acciones en Gaza, están legalmente obligados a permitir
que cualquier residente de Gaza entre en sus territorios”. No conviene esperar,
a riesgo de nuevas decepciones, mayor respuesta de Pedro Sánchez que una
llamada abstracta a la defensa de los derechos humanos. Ni acciones concretas
para aislar a Israel, ni una desmarcación del imperialismo trumpista, ni un
impulso para defender a los palestinos: nada.
Pero
Donald Trump ha amenazado con invadir puntos del continente americano como
Panamá, ha agredido vía aranceles a otros como México y ha presionado de manera
brutal a Colombia. El ejecutivo trumpista asegura que no tendrá miramientos en
su agresividad con América Latina. Durante mucho tiempo, el PSOE y Pedro
Sánchez han defendido que España debe ser el puente entre América
Latina y Europa... una afirmación lógica. Ahora es el momento de tomar una
postura y rechazar tajantemente la dialéctica brutal de Trump contra esos
“países hermanos”. No hará nada.
España no
es un gran hegemón, eso es evidente. Sin embargo, es un actor de cierto peso
demográfico y económico en la OTAN. Si se planta contra las nuevas lógicas
agresivas (¡contra la propia Europa!) de Donald Trump, podría llegar a
conformar una suerte de bloque crítico con otros Estados europeos. No hará
nada. Y esto es lo más preocupante. El jefe natural de la OTAN, Donald Trump,
por extensión jefe de la política exterior de Sánchez está dando un giro
decisivo hacia la violencia, las limpiezas étnicas y la vulneración sistemática
del orden liberal.
Y el
gobierno de Pedro Sánchez no pretende hacer nada; simplemente, seguir la
corriente. Se trata de una decisión moralmente deleznable, políticamente
cobarde y estratégicamente absurda. Cuanto más se consienta a este Estados
Unidos, más exigirá de sus aliados, más brutal será su violencia en América
Latina y Oriente Medio, más subordinará al mundo a los intereses del imperio.
España podría jugar un contrapeso, aunque fuera humilde… pero no quiere
hacerlo. Ese es el más importante legado que pretende dejar Pedro
Sánchez.
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