EL SMI ES UN
INSTRUMENTO PARA
LA IGUALDAD
POR
MANUEL LAGO
La
vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz,
el secretario general de CCOO, Unai Sordo, y el secretario general de UGT, Pepe
Álvarez, durante la firma del acuerdo de subida del SMI, a 10 de febrero de
2025.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
Elevar
el salario mínimo interprofesional es el mejor instrumento en manos de los gobiernos
para combatir la pobreza laboral, la desigualdad salarial y la brecha salarial
de género. España es el mejor ejemplo de cómo subiendo el salario mínimo se
avanza hacia una sociedad menos desigual e injusta. La historia del SMI en
España es una historia de éxito. El SMI ha subido el 54% desde 2018 a 2024,
pasando de 736 € a 1.134 € en catorce pagas, lo que equivale a incrementar el
salario 398 euros al mes, esto es, 5.572 € anuales.
La
primera consecuencia de este importantísimo incremento ha sido la reducción de
la pobreza laboral, porque ahora las personas que cobran el salario mínimo —si
trabajan a jornada completa y todo el año— tienen ingresos que están por encima
del umbral de la pobreza.
Una persona está en pobreza laboral si sus ingresos son inferiores al 60% del ingreso medio del país. En 2018, las personas que cobraban el SMI estaban, directamente, en situación de pobreza laboral, porque la cifra del salario mínimo estaba por debajo del 50% del salario medio.
Está
situación cambió de forma radical, porque desde el año 2022 el SMI ya equivale
al 60% del salario medio en España, de tal forma que los 2,5 millones de
personas que lo cobran ya no son trabajadores y trabajadoras pobres.
Hoy,
la cuantía del SMI asegura que una persona que trabaje a tiempo completo y todo
el año está por encima del umbral de la pobreza. Subir el 54% el SMI ha logrado
que cientos de miles de personas dejaran de ser trabajadores pobres.
Para
verlo con las cifras concretas, en 2022 el umbral de la pobreza se situaba en
10.989 € para un hogar unipersonal y el SMI de ese año era de 14.000 € anuales.
Es
sin duda un cambio extraordinario que no puede ni debe ocultar que en España
seguimos teniendo un nivel de pobreza laboral inaceptable, porque el 11,9 % de
las personas que trabajan tienen ingresos inferiores al umbral de pobreza. La
razón que explica esta situación es lo que se denomina baja intensidad laboral,
esto es, que una persona trabaje a jornada parcial no deseada o que trabaje
solo unos meses al año.
Una
vez que el SMI ya está por encima del umbral de pobreza laboral ahora los
esfuerzos se tienen que concentrar en combatir el trabajo parcial no deseado y
la temporalidad injustificada.
La
segunda consecuencia positiva del incremento del SMI ha sido la reducción de la
desigualdad salarial. Gracias al aumento del salario mínimo por un lado y a la
mejora de la calidad del empleo por otro, el salario de las personas con
menores ingresos se ha incrementado el 34% desde 2018, mientras que el salario
de los que más cobran lo ha hecho el 12 %. Esto es, el salario de los que están
en la parte baja de la escala salarial creció tres veces más que el salario de
los que están en el escalón más alto. El resultado es una reducción de la
desigualdad salarial del 14 %.
El
tercer efecto relevante es el significativo estrechamiento de la brecha
salarial de género. Como las mujeres tienen una mayor presencia en los empleos
con los salarios más bajos son las que más se han beneficiado del incremento
del SMI.
Desde
2018 a 2023, el salario medio de las mujeres en España se ha incrementado el
21%, mientras que el de los hombres ha crecido el 14 %. Este diferencial
positivo ha permitido reducir la brecha salarial de género en casi cinco
puntos: en 2018, las mujeres cobraban un 21% menos que los hombres y en 2023 la
brecha se ha reducido al 16,4%. Es insuficiente, porque esta discriminación
salarial es inaceptable, pero en estos cinco años hemos avanzado más que en
varias décadas anteriores.
Estos
no son los únicos efectos positivos del SMI, en realidad todas las personas con
bajos salarios se han visto especialmente beneficiadas: las personas más
jóvenes, las que tienen poca antigüedad, las que trabajan en las empresas de
menor tamaño y en los sectores de menor valor añadido, así como las que trabajan
a jornada parcial, las personas migrantes, las que tienen menos formación y las
que viven en las CCAA con menor nivel salarial.
El
SMI protege a las personas vulnerables, a las que tienen una reducida capacidad
de negociación, y por eso es un poderoso instrumento para la igualdad.
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