FLAUTISTAS DE
HAMELIN Y TRUMPETISTAS
DE LA CASA BLANCA
POR JUAN
CARLOS MONEDERO
Profesor de Ciencia Política en la UCM
Donald Trump en el Despacho Oval.ZUMA vía Europa Press
En
un mundo en ebullición, con huelga de guionistas políticos y con constantes zigzag
en la trama -a menudo descabellada-, el único faro que vale es la coherencia
ideológica.
No
es extraño que quien improvise sobre la marcha caiga por el precipicio que amenaza
escondido tras las bandera o siga la melodía que toca el flautista de los
medios y redes camino de ahogarse en un río que apenas tiene agua. Pura
cacofonía. Ahora, además de flautistas hay trumpetistas.
En
Alemania -donde está Hamelín- acaba de ser derrotada una ley antiinmigración que apoya
la CDU (el PP alemán, pero sin nostalgias por Hitler, como en
España les pasa con Franco) y Alternativ für Deutschlad (el VOX teutón que,
como a los ultras españoles, aquí sí, se les eriza la piel con el recuerdo de
los supremacistas que bombardearon Londres, Carabanchel, Gernika, Stalingrado,
Varsovia o París).
Para sorpresa de nadie, la izquierda de Sarah Wagenknech (que estuvo en Die Linke y ahora se autodefine como una conservadora de izquierdas) votó en el Parlamento esta ley de migración junto a la derecha nazi de Alternativa por Alemania, mientras que 12 diputados conservadores decentes se ausentaron. El enfado de la antigua Canciller Angela Merkel con la alianza de su partido con los nazis ha supuesto un terremoto, como aquella vez que en un mitin de su partido le quitó una bandera de Alemania a un tipo que la agitaba como Abascal sus calzoncillos ribeteados con la roja y amarilla. Esa bandera, le dijo al político hooligan, es de todos los alemanes y no solo de los conservadores. Así, casi da gusto.
Es
verdad que no nos olvidamos de lo que Merkel le hizo a Grecia, (y, de paso, a
toda Europa con sus planes de estabilidad) pero que esta señora está a años
luz en decencia frente a su sustituto en el partido, Friedrich Merz, es de
reseñar. Que la derecha y la izquierda alemanas rompan el cordón sanitario
frente a los que harían una rave o un picnic en Auschwitz, es otra señal de la
deriva del continente europeo, un espacio donde floreció un día la filosofía y
hoy va camino de querer repetir la etapa más negra de la historia de Europa.
Que nadie dude de que si un influencer descerebrado convoca una pijamada
en un campo de concentración, la convocatoria desbordará cualquier previsión.
En
EEUU, Donald Trump autoriza aranceles imposibles del 25% a
sus socios con los que comparte frontera, Canadá y México, prometiendo reventar
la propia economía norteamericana y, de paso, la mundial. En el mismo momento,
manda a su negociador especial, Richard Grenell, a pactar con Nicolás
Maduro, a quien de facto reconoce como Presidente de Venezuela. Maduro
le brinda la mano a los EEUU y le ofrece una “agenda cero” donde Washington
deje en paz a Caracas y comiencen una etapa de relaciones pacíficas y sin
sanciones. Que han empezado a negociar lo demuestra que Caracas ha excarcelado
a seis delincuentes estadounidenses.
Edmundo González, el que dice que ganó las elecciones
pero nunca ha enseñado los resguardos de las 30.000 mesas con su supuesta
victoria, le pidió a Trump que no mandara ningún emisario a negociar con
Maduro. Mucho caso no le ha hecho. ¿Cómo va a repetir el presidente de los
EEUU la estupidez de pensar que un Guaidó 2.0 va a solventar ningún
problema? Además de que Maduro es el único líder que lleva mucho tiempo
mandando aviones a EEUU para que regresen venezolanos a su país. Por ahí no van
a discutir.
Sin
embargo, este comportamiento errático de la Norteamérica de Trump no agarra por
sorpresa a quienes tienen magnetizada la brújula ideológica o le han recargado
las pilas al radar de las ideas. Nicolás Maduro tiene absolutamente claro quién
es Trump y quiénes son los EEUU. Y, a diferencia de lo que muchos países del
entorno han hecho con Venezuela, no busca solamente una relación cómoda con el
gigante del norte, sino que va a seguir peleando por una agenda donde se
respete la soberanía de todo el continente.
Claro
que desde Venezuela van a celebrar que se puedan revertir las más de 900
sanciones que le permitirá crecer a mayor velocidad (más del 10% el año
pasado), lo que, a su vez, permitirá incrementar el regreso de los
venezolanos que ya están volviendo al país después de los años duros de la
crisis provocada por el bloqueo.
Es
evidente que desde Venezuela van a celebrar que la oposición que permitió
-entre otros, Juan Guaidó, Edmundo González, María Corina Machado y Leopoldo
López- que les robaran CITGO, el oro en Londres y aviones y cuentas bancarias
se vaya al basurero de la historia. Solo así podrá nacer una oposición decente
en Venezuela que deje de buscar la salida golpista y dispute en buena lid y con
respeto a la Constitución el gobierno del país.
Es
igualmente evidente que desde Venezuela van a celebrar que puedan comerciar con
cualquier país, de manera que dejen de pagar a precio de oro cualquier
suministro, la mínima válvula, una bomba para un pozo o un medicamento contra
la diabetes que les ponía en manos de los malhechores que pululan en el mundo
sin escrúpulos de la globalización.
Pero
no se olvidan de en qué momento está el mundo y cuáles son los intereses de los
EEUU, más allá de todo lo que puede desbaratar el Presidente del pelo naranja. Con
Obama, con Biden y ahora con Trump, estamos en un mundo sin reglas.
Contrasta que el discurso contra China en los documentos militares y
diplomáticos estadounidenses –“hay que respetar que vivimos en un mundo con
reglas”- se quiebra constantemente por los mismos que lo cacarean. El concepto
de un "mundo basado en reglas" (rules-based international order) ha
sido uno de los pilares fundamentales del sistema internacional creado por el
mundo occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial, especialmente a
partir de la creación de instituciones como las Naciones Unidas, el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del
Comercio. Este sistema se basa en la obligación de respetar mutuamente el
derecho internacional, la diplomacia, el comercio libre y “justo”, y la
resolución pacífica de disputas. Todos principios que favorecían la
hegemonía estadounidense y europea. Son estos países, precisamente, quienes los
han quebrado cuando su respeto les perjudicaba.
El
mundo basado en reglas se invalida con la autorización gringa a entrar en la
embajada de México en Quito a secuestrar a Jorge Glass. Se
quiebra cuando se espía a todo el mundo, incluidos los socios, con motivos
geopolíticos o de espionaje industrial; se rompe cuando un millonario se
comprar una red como Twitter y la pone al servicio de otro millonario para que
gane las elecciones; cuando se desconoce por EEUU y la Unión Europea el
resultado electoral en países que no son sumisos; cuando se permite el
genocidio en Palestina y se prohíben incluso las banderas de ese país en suelo
norteamericano o europeo; cuando se prohíben medios de comunicación por
“propagar fakes” al tiempo que se deja que las redes mientan todos los
días e influyan en los resultados electorales; cuando se congelan bienes de
otros países o personas según el interés de las potencias; cuando se imponen
sanciones a países que no obedecen y se impide que se pongan sanciones a
Israel; cuando EEUU se retira de los organismos internacionales como los
Acuerdos de París, la UNESCO, los Tratados Nucleares o la Organización Mundial
de la Salud, además de establecer unilateralmente sanciones y bloqueos.
Trump
amenaza con sanciones a todos los que le han comido de la mano -pienso en Canadá y en la Unión Europea- y parece
respetar a quien le ha plantado cara e, incluso, ayer prometió invadir. Aunque
nadie sabe qué hará dentro de un mes, dos semanas o pasado mañana. Adelantar
con lo que hace hoy Trump comportamientos futuros es como saber qué va a votar
el PP en los próximos días: depende de lo que digan los presagios.
En
cualquier caso, y visto igualmente que en la polémica con el Presidente Petro
se hicieron valer las exigencias del Presidente colombiano, quizá es un buen
momento para que en España reflexionemos para qué ha servido humillarnos ante
Biden y Trump si, por lo visto, al menos en este arranque de temporada, con los
EEUU sirve más hacerte respetar. Sin olvidar que, si uno tiene clara su
ideología, todos saben lo que vas a hacer: los gobernantes extranjeros, tus
militantes y votantes e, incluso, lo que no es menor, tu propio pueblo. Y en
vez de ser comparsas de una mala película, podríamos ser actores de una
historia de dignidad que hemos dejado pasar.
Profesor
de Ciencia Política en la UCM
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