CONSTRUCCIONES Y DERRIBOS TRUMP
A base de inundar el terreno a
diario con un nuevo giro de guion, no se sorprendan si muchos ya están pensando
en invertir en Gaza y alguno ya anda redactando los contratos de multipropiedad
ANTÓN LOSADA
Santiago Abascal posa junto a Donald Trump durante un encuentro entre
políticos conservadores en febrero de 2024. / V.E.
En
apenas dos semanas de mandato, Donald Trump no ha podido dejarlo más claro:
Estados Unidos no tienen presidente, ahora es gobernado por un promotor
inmobiliario, especializado en identificar a lo largo y ancho del mundo grandes
oportunidades de buen suelo a mejor precio y urbanizaciones de lujo para
quienes siempre han soñado con vivir en un lugar exclusivo. Ucrania, Panamá,
Groenlandia o Gaza ya no son lugares habitados por gente, son solares llenos de
oportunidades con okupas que hay que desalojar para monetizar.
No se engañen. La mayoría de sus votantes le dieron su apoyo para que bajara el precio de los huevos y no ha parado de subir. Pero lo de promotor inmobiliario les vale igual pues creen que, de alguna manera misteriosa que solo Trump comprende y sabe activar, Gaza, Groenlandia, Ucrania, Panamá y el precio de los huevos están relacionados. La fe siempre se mueve por caminos misteriosos.
La
eficacia derribadora de Trump no puede recibir otra calificación que
sobresaliente. Qué estaríamos diciendo si cualquier otro gobernante, en
cualquier otra parte del mundo, deportase a la gente esposada de pies y manos y
sin mandato judicial; o hubiera amnistiado a los mismos que trataron de
mantenerlo por la fuerza en el poder y hubiera decretado una caza de brujas
contra todos aquellos que se han atrevido a investigarlo de manera legal y por
mandato judicial; o estuviera estableciendo en la administración un sistema que
recuerda mucho a las míticas cesantías de la administración española durante
los años dorados de la Restauración; cuando cada cambio de gobierno significaba
cambio de funcionarios porque cada partido tenía los suyos fieles.
Sin
duda, estaríamos cuestionando muy encrespados la condición democrática de la
Norteamérica trumpista. Pero en vez de irritación, nuestros gobiernos se
indignan pro forma y con cara de estar dispuestos a correr a pedirle disculpas
sin necesidad de que se las exijan.
Sin
embargo, es en la eficacia publicitaria donde Trump alcanza la excelencia y
merece matrícula de honor. Hacer pasar por un acuerdo histórico que Bukele le
acepte deportados en El Salvador por un buen precio ya tiene mérito. Presentar
como un éxito poner en pausa, en menos de doce horas, tus propias amenazas de
guerra comercial, porque Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum te han hecho el
mítico “abrazo Mariano” y te han prometido muy fuerte que tienes razón y van a
hacer lo que ya estaban haciendo, resulta conmovedor.
Pero,
sostener que vas a convertir Gaza, el mayor campo de concentración al aire
libre de la historia de la humanidad, hoy escenario arrasado por un genocidio
brutal, en una colección maravillosa de solares disponibles para resorts
de lujo sin disparar un solo tiro, sin mandar al ejército, con dinero que van a
poner los demás y con los palestinos dispersados entre sus vecinos, y que la
gente te siga tomando en serio y se acojone no es marketing, es un
milagro.
A
base de inundar el terreno a diario con un nuevo giro de guion en ese reality
show que es su gobierno, donde en cada entrega debe suceder algo que nos
escandalice o asombre más que la anterior, está logrando alterar de tal manera
la percepción de la normalidad que no se sorprendan si muchos ya están pensando
en invertir en semejante oportunidad y alguno ya anda redactando los contratos
de multipropiedad.
Este
fin de semana, mientras reúne a los otros trumpies en la fanzone
de Madrid, el sueño más húmedo de Santiago Abascal será que aparezca por
sorpresa el mismísimo Donald Trump a hacer su magia: explicarle a la audiencia
–sin ir más lejos, a los miles de agricultores españoles que exportaron el año
pasado 85.000 toneladas de aceite de oliva a Norteamérica– lo buenos que
resultarán para todos los aranceles con los que amenaza el presidente/promotor
para que compremos más productos estadounidenses; lo patriótico y
extraordinariamente español que será apoyarlos. Lo que es bueno para Trump, es
bueno para España; no te cortes, Santiago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario