TEJER UNIÓN
PROGRESISTA
MARÍA IGLESIAS
Las izquierdas, esenciales para frenar
al fascismo e impulsar el progreso social, están llamadas a aplicarse a sí
mismas, para curar sus heridas y reconciliarse, la ética de los cuidados y del
bien común sobre la que teorizan
Madrid acoge en febrero una cumbre ultra
con Orban y Le Pen y Abascal de anfitrión
La escritora canadiense Margaret Atwood
de gran fama a raíz de la adaptación a serie de su novela El cuento de
la criada publicó luego una precuela, Los testamentos,
menos conocida pero esclarecedora sobre cómo una sociedad libre y democrática
puede degenerar en la tiranía machista y racista que ella bautiza como Gilead.
La clave está en frenar el ascenso fascista antes de que hasta los no
contagiados por el odio sientan tal miedo a sufrirlo que callen y consientan lo
que pase.
Aún estamos a tiempo, como prueba la valentía esta semana del joven Víctor Martínez, portavoz del Sindicato de Estudiantes en Castilla y León, al denunciar las amenazas, insultos y agresiones fascistas que ha sufrido por compañeros y ante un profesor en el palentino CPrFP La Salle Managua donde estudia, en represalia por haber denunciado días atrás que el 12 de diciembre el IES público Núñez de Arce de Valladolid llevó a sus alumnos de excursión al Valle de Cuelgamuros donde, agitando banderas preconstitucionales, cantaron el Cara al sol.
Pero hay que parar los pies cuanto antes al neofranquismo
y neofascismo. Están envalentonados. El poder del dinero y la fuerza andan
desatados con ese Elon Musk haciendo el saludo nazi, ese Mark Zuckerberg
predicando “más energía masculina”,
ese clamor regresista por subir el gasto bélico mientras
desprestigia, abandona y trata de destruir las estructuras de diálogo
multilareral. Ayer, en Barcelona, la gente señaló el camino de salida a este
atolladero al parar el desahucio de un vecino trabajador,
un inquilino cumplidor frente a los especuladores de la Casa Orsola. La
esperanza está en unirse y cuidarse.
Una izquierda que sane heridas
Titulé mi anterior artículo Hay partido y,
justo pensando en que una alternativa de convivencia convenza a la mayoría
frente al discurso de odio de la ultraderecha, apunté que veo necesario que la
izquierda a la izquierda del PSOE espabile en sanar sus profundas heridas y
unirse.
Para mí es imprescindible y urgente. No
solo porque, por la forma en que funciona nuestro sistema electoral, la
desunión hace que con igual número de votos se logren menos escaños, sino
porque muchísimos exsimpatizantes están defraudados y desmovilizados y nuevos
votantes, jóvenes, o caen seducidos por el fascismo o se abstendrán al no ver
la política útil o despreciándola.
Hace falta que las izquierdas sanen sus
heridas, se perdonen y cooperen para recuperar el respaldo de exsimpatizantes
defraudados y llegar a un electorado joven que hoy no cree en la política como
herramienta de progreso.
Tal como yo lo veo, el PSOE más
movilizado –con el secretario general, Pedro Sánchez, y la vicesecretaria
general, María Jesús Montero, en modo motores a propulsión– y las izquierdas
plurales, si están desunidas, no sumarán para evitar el gobierno PP-Vox.
Sé que algunas y algunos no estáis de
acuerdo. La discrepancia es legítima. Del tono con que se manifiesta depende
que sea constructiva. Yo coincido con el coordinador general de IU, Antonio
Maíllo, en que hay que dejarse de “peleítas” y
con la líder de Sumar, Yolanda Díaz, en que “no hay ninguna circunstancia” que justifique “no
caminar juntas”. Aunque veo imprescindible evitar puyitas a
Podemos como el remate de Díaz al declarar que quien no quiera estar en la
unidad “lo explique”.
En el espacio de las izquierdas ha
habido y hay tantas presiones externas en contra, ha habido y hay debilidades y
errores propios, humanos, ideas distintas para alcanzar un horizonte de
igualdad parecido, dolores y chascos personales… que va a costar curar heridas,
perdonarse e ir adelante. Pero, ¿cuál es la otra opción: el cuanto peor mejor?
¿La filosofía funesta de Cristóbal Montoro (PP) del “Que caiga España, que ya
la levantaremos nosotros”? ¿Alguien en las izquierdas se cree capaz de ganar ya
por sí solo? ¿De crecer significativamente solo?
Si no es el caso, ¿cuál es la
perspectiva: aguantar el chaparrón de que ganen y gobiernen derecha y
ultraderecha para que en un futuro, quién sabe cuán lejano, la izquierda que
logre resistir, bajo un panorama de adoctrinamiento retrógrado e impedimentos
hoy inimaginables, logre un cambio sociológico tal como para gobernar por
mayoría absoluta?
Toca llevar a la práctica la ética de
los cuidados y del bien común teorizadas y abanderas en el ámbito de las
izquierdas.
El antirracismo, clave ante el fascismo
Hay muchos elementos para confiar en que
la visión progresista sabrá encontrar el camino del avance e incorporar a él a
más y más gente. Sólo con muchas capas de ruido, frivolidad, aturdimiento
individualista, ansiedad y culpabilización del “extranjero” de la precariedad
causada en realidad por ricos avaros, llega tanta gente a creer a quienes
niegan las evidencias científicas sobre las vacunas, el clima, las energías, y
propugnan la superioridad del macho occidental blanco católico heterosexual
sobre quienes nos sabemos iguales y no nos dejaremos dominar.
Además, hay un inmenso valor en el
sistema de convivencia creado tras la segunda guerra mundial y que se basa en
una legalidad internacional protectora de los derechos humanos. La libertad y
democracia son logros magníficos a los que aspiran todos los que no los tienen.
Hemos sido negligentes al dejar que el fascismo los socave, royéndolos desde
dentro, vaciándolas de contenido para volverlas frágiles, huecas.
Pero antes de que sea tarde, debemos ver
cómo las han minado y actuar en consecuencia. Por eso la reacción antirracista
es clave. Como es clave cortar de raíz el seguidismo de la UE a las políticas
antiinmigrantes. No puede quedar sin investigar la muerte en el
Guadalquivir del senegalés Mamouth Bakhoum que acaba de archivar un juzgado
sevillano, ni impunes las de los 15 ahogados bajo pelotas de goma de
la Guardia Civil en el Tarajal (Ceuta) hace ya 11 años.
Hacen bien las ONG en recurrir en el Supremo el nuevo
reglamento de extranjería. Y, tanto el gobierno de
coalición progresista que lo ha impulsado como las fuerzas de izquierda que
dentro y fuera de él quieren ser creíbles y efectivas contra el fascismo,
deberían apoyar regularizar de inmediato a los inmigrantes, pilar clave del crecimiento
económico español y merecedores de derechos plenos, también
políticos, de voto. Ignorarles porque no votan, no defenderles por temor de que
eso dé votos a la ultraderecha, dejar que sean usados como chivos expiatorios
es impresentable. Pero, además, es un error letal que hay que revertir ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario