AYUSO EN TELECIRCO
POR DAVID TORRES
Una escena del programa de Ana Rosa Quintana.TELECINCO
Ayuso
ha dicho que Pedro Sánchez la quiere matar. Es una afirmación que deberían
investigar al alimón el Tribunal Internacional de la Haya, la policía
patriótica de Fernández Díaz, el Departamento de Psiquiatría de la Universidad
de Heidelberg, una agencia de detectives independiente y el inspector Clouseau
a tiempo completo. Probablemente sea Jacques Clouseau quien más posibilidades
tiene de desenredar la madeja, básicamente porque se trata de un personaje de
ficción, igual que todas las ocurrencias de Ayuso, pero también porque hay una
afinidad esencial entre el catastrófico inspector de la Sûreté y la no menos
catastrófica presidenta de la Comunidad de Madrid.
Ambos, Ayuso y Clouseau, no paran de decir y hacer gilipolleces que, a cualquier otra u otro, le hubieran costado el cargo, la salud, la libertad y quizá la vida, pero cuentan con una potra milagrosa que no sólo los salva de acabar en la cárcel -o de estamparse y romperse los huesos a cada nueva voltereta- sino que encima los apuntala, los refuerza y los eleva a la estratosfera. No deja de ser curioso, porque los guiones de La Pantera Rosa los escribía Blake Edwards en colaboración con diversos talentos, mientras que los guiones de Isabel Díaz Ayuso los escribe Miguel Ángel Rodríguez con ayuda de un porrón. Aun así, lo asombroso es que la presidenta madrileña sigue siendo considerada la sucesora natural de Feijóo y el puntal más firme del PP, cuando lo lógico sería considerarla candidata a un circo de tres pistas o a una camisa de fuerza.
Probablemente,
una de las causas del éxito de Ayuso y de otros personajes por el estilo sea
que la política mundial hace tiempo que se transformó en una cochiquera a mitad
de camino entre el circo y el manicomio. De ahí que el pasado lunes, en el
programa de Ana Rosa Quintana, apareciera Carlos Latre disfrazado de Donald
Trump para charlar un rato con Ayuso disfrazada de Ayuso. La gente se ha echado
a reír ante el dislate, aunque lo cierto es que tampoco es que fuese a haber
mucha diferencia entre un auténtico encuentro entre Ayuso y Trump, siempre que
la primera consiguiera una invitación a la Casa Blanca y que el segundo no la
confundiera con una inmigrante ilegal con billete de vuelta a su país. Costaría
horrores explicarle a Trump que España no es una sucursal de Groenlandia, no te
digo ya quién será esa señora y dónde diablos está Madrid.
El
problema se complica bastante porque, a estas alturas de la película, Ayuso ya
ha degenerado en una imitación de sí misma que, entre chorrada y chorrada, hace
añorar la seriedad con la que traducía los ladridos de Pecas en su
reencarnación anterior. Más complicado aún teniendo en cuenta que Ana Rosa
Quintana, la reina de las mañanas de Telecirco, no es más que un sucedáneo de
periodista cuyo momento de gloria llegó con la publicación de Sabor a hiel,
una novela escrita por un negro que a su vez había calcado diversos pasajes de
Danielle Steel. Tres de tres.
Hubo
momentos en que parecía que Quintana, Latre y Ayuso iban a quitarse las caretas
y descubrir que en realidad eran un trio de cómicos sin gracia alguna, tres
kamikazes embarcados en una parodia demencial que daba lástima en lugar de
risa, pero se trataba, desgraciadamente, de la realidad. De fondo podía estar
sonando la melodía de saxo de Mancini para La pantera rosa junto a un arreglo
orquestal de Soy el novio de la muerte: la banda sonora perfecta para
que el inspector Clouseau se ponga a investigar las intenciones homicidas de
Pedro Sánchez. O el inexplicable éxito empresarial de la pareja de Ayuso.
O el misterioso caso de los 7.291 ancianos muertos en las residencias durante
la pandemia. Lo que le ordene el juez.
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