UN NUEVO 'SINDICATO DEL CRIMEN'
JAVIER PÉREZ ROYO,
La novedad más importante del nuevo
sindicato del crimen frente al de la legislatura del 93 al 96 es la
incorporación de jueces y fiscales a la operación de acoso y derribo del
presidente del Gobierno, con la justificación en el fondo de la ley de amnistía
En las elecciones generales de 1993, el
PP presidido por José María Aznar estaba persuadido de que las ganaría y
conseguiría evitar la cuarta victoria consecutiva del PSOE, dirigido por Felipe
González. Fue una campaña electoral vivida con una enorme ansiedad,
especialmente por parte de la derecha, que se expresó gráficamente en una
pancarta que apareció en los balcones de todos los barrios ricos de las
capitales de provincia con el mensaje AHORA. Había que ganar y sacar a Felipe
González de la Moncloa ya.
En el fracaso de 1993 está el origen de lo que se denominó el “sindicato del crimen”, que no era, evidentemente un sindicato formalmente constituido, sino que fue la confluencia de un número significativo de periodistas de diferentes medios de comunicación –Antonio Herrero, Pedro J. Ramírez, Luis María Anson…– con personajes procedentes del mundo de las finanzas como Mario Conde o de los servicios de inteligencia, como Juan Alberto Perote, un premio Nobel –Camilo José Cela– y otros muchos, cuyo único objetivo era hacer imposible que el PSOE pudiera volver a ganar. Fuera como fuera. Aunque ello supusiera poner en riesgo la estabilidad del Estado, como Luis María Anson acabaría confesando unos años más tarde.
Fue la clásica operación presidida por
la máxima de que “el fin justifica los medios”. Había que crear un clima en el
que resultara insoportable para la sociedad española la permanencia del PSOE en
el Gobierno. Es lo que se conseguiría, aunque no con la rotundidad con que
esperaban, en las elecciones de 1996.
La agresión de la que fue objeto Felipe González es similar a la
agresión de la que está siendo objeto Pedro Sánchez, especialmente desde que se
conocieron los resultados electorales del 23J. La convicción de la derecha
española de que ganarían las elecciones en 2023 era la misma que la que tenía
en 1993. Y su forma de reaccionar ante la decepción de los resultados
electorales también está siendo la misma.
Se ha vuelto a constituir en la práctica un sindicato
del crimen, en el que se sigue contando con los antiguos
componentes del sindicato de 1993-1996, pero corregidos y aumentados, ya que
entonces no existía la prensa digital y las redes sociales, que hoy juegan un
papel extraordinario en el proceso de difundir bulos y pervertir, en
consecuencia, la formación de la opinión pública.
Y al que, además, en la resaca del procés y
como consecuencia del ejercicio del derecho de gracia a través de la concesión
de indultos, en primer lugar, y de la aprobación posterior de una ley de
amnistía, se ha movilizado de manera muy directa un número considerable de
jueces, magistrados y fiscales en una operación que parece de lawfare,
aunque todo el mundo sabe que el lawfare no existe en España.
Se trata en 2025 de crear un clima irrespirable para que el
Gobierno no pueda cumplir la primera tarea que le atribuye la Constitución, la
de “dirección política” (art. 97.1), exactamente igual que se hizo entre 1993 y
1996. Para ello se ha puesto en marcha una operación de cacería judicial que,
al no poderse dirigir directamente contra el presidente del Gobierno, se está
instrumentando a través de la persecución de su esposa y de su hermano, con la
finalidad de minar la resistencia de Pedro Sánchez, que tiene que asistir a que
sean su mujer y su hermano los que tengan que soportar el coste de su
permanencia en la Moncloa.
Se trata de una persecución judicial que carece de cualquier
justificación en términos penales y que, en consecuencia, no debería haber sido
admitida a trámite. Pero lo ha sido y con la colaboración inestimable que
tienen los jueces de instrucción en las salas de apelación de las Audiencias,
que corrigen aquellas resoluciones de los jueces que no pueden evitar corregir,
pero que dejan hasta el último momento abierta la puerta para que se pueda
continuar con la investigación, de modo que el PP y Vox puedan continuar
acusando de corrupción al presidente del Gobierno desde el Pleno del Congreso
de los Diputados. Y para que el Senado, poniéndose la Constitución y su propio
Reglamento por montera, apruebe mociones que carecen de cualquier valor,
pero contribuyen a aumentar el ruido.
Esta es la novedad más importante del nuevo
sindicato del crimen frente al de la legislatura del 93 al 96.
La incorporación de jueces y fiscales a la operación de acoso y derribo del
presidente del Gobierno, con la justificación en el fondo de la ley de
amnistía, no la habíamos visto nunca antes.
De la misma manera que tampoco habíamos visto nunca antes una
cacería como la que se está produciendo contra el fiscal general del Estado. El
artículo de José Antonio Martín Pallín, 'El juez Hurtado, en busca del secreto
perdido', lo explica de manera imposible de superar. Aquí no se puede decir que
el juez Hurtado está prevaricando, porque, como todo el mundo sabe, un
magistrado del Tribunal Supremo español no comete jamás ese delito. Pero que la
persecución judicial de la que está siendo objeto el fiscal general no tiene
precedente, no se le oculta a nadie.
No creemos que, a estas alturas del guion, nadie tenga la menor
duda de cuál es el objetivo final. No sabemos que nuevas triquiñuelas estarán
preparándose, pero seguro que todavía nos queda por ver algunos. De manera que,
atentos.
¿El sindicato del crimen? Y yo que pensaba que iba a hablar del EXPEDIENTE ROYUELA o de la timovacunación productora de turbocanceres y repentinitis
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