viernes, 7 de febrero de 2025

TODO ESTE RUIDO

TODO ESTE RUIDO

POR OTI CORONA

 

El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, junto a Alberto Núñez Feijóo en una foto del pasado 23 de enero.EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)

No sé ustedes, pero yo estoy hartísima del escándalo que montan terraplanistas, chemtrailistas, los del chip de Bill Gates, los reptilianos, los del Hitler era del PSOE, los científicos de página web y palillo en boca y demás parroquia. Harta y abochornada. Sobre todo cuando reflexiono sobre la evolución del asunto. Porque esta gente siempre ha existido, ya se sabe. Lo que pasa es que antes nos reíamos de ellos y ahora medios y pseudomedios les dan coba, audiencia, fama y doy por descontado que dinero. Llámenme egocéntrica, pero sé que este follón va ligado a nosotras, las mujeres, a nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestra independencia económica, nuestra capacidad reproductiva, nuestra libertad. Por no extenderme, trataré de explicarlo a partir de uno de los temas que más escuece al machirulo medio: la violencia de género.

Durante décadas cuajó la cantinela de los trapos sucios, esos que había que lavar en casa. Los hombres que agredían a sus mujeres y quienes les justificaban tenían suficiente con el algo habrá hecho para que un manto de silencio y complicidad cobijase a los agresores. Sus esposas se caían por los balcones o fallecían a golpes durante una discusión y ellos podían cobrar la pensión de viudedad y seguir ejerciendo la patria potestad incluso en aquellos casos en los que la justicia llegaba a condenarlos.

Cuando dimos nombre a sus agresiones, se armaron de excusas. ¿Cómo que violencia de género? ¿Por qué nombráis lo que no existe? Atacaron entonces con las denuncias falsas. Con tesón y perseverancia, nos dedicamos a explicar los datos en los medios, en las casas, en nuestros centros de trabajo, en redes, en los grupos de amigos: las denuncias falsas no llegan al cero coma cero nosecuantos por ciento, la violencia de género es el delito que menos denuncias falsas presenta. Y ellos daban unas cifras distintas, porque las de la Fiscalía no eran de fiar. Los suyos, los suyos eran los buenos, los que decretaban que si el acusado salía absuelto, se trataba de una denuncia falsa. En todos los supuestos. También cuando, tras una sentencia absolutoria, el agresor conseguía finalmente matar a la mujer.

Cuando les desmontamos la falacia, embistieron con el consabido y los hombres qué. Y es que hay más hombres asesinados que mujeres, y si nos ocupamos de los hombres que matan a mujeres no nos quedará tiempo de ocuparnos de los hombres que matan a otros hombres. Y sacamos paciencia de donde casi no quedaba para explicarles que cada violencia se aborda desde su óptica correspondiente y por eso hay leyes que tratan sobre la violencia en el deporte, sobre la violencia en la infancia o la violencia sexual, leyes todas compatibles e igualmente necesarias.

En una pirueta mental de difícil clasificación, culparon a la LIVG del espeluznante número de asesinadas anuales. No se les ocurriría culpar al código de circulación de los accidentes de tráfico ni a las leyes antitabaco de que aún existan fumadores pero, supongo que en una triquiñuela para exculpar a los criminales machistas, la culpa de los asesinatos la tiene la ley que trata de evitarlos. Obvian que en los últimos años hay una media de veinte crímenes machistas menos que en 2003, año en que empezamos el recuento de esta sangría. Y eso si miramos solo las cifras de las que ya no están y dejamos de lado que son muchas más las que se atreven a escapar y a denunciar.

Parecía que se les acababan las excusas cuando se acordaron de los inmigrantes. Me voy a centrar, por lo reciente y representativo del asunto, en el alcalde de Oviedo, que ha aprovechado el minuto de silencio en memoria de Karilenia, la primera mujer asesinada este año, para cargar contra los inmigrantes. Al recordarle un periodista que el agresor era español, el alcalde respondió que “da lo mismo”. Y ahí quería yo llegar. Ese “da lo mismo” es la clave del estruendo que soportamos a diario.

Y no sucede solo con la violencia de género, sino con cualquier dato que facilite la emancipación de las mujeres. Hoy sabemos que las mujeres tenemos mejores resultados académicos, que los trabajos feminizados se pagan peor, que mujeres que podrían estar mejor situadas ganan menos que sus parejas porque se ven obligadas a reducirse la jornada para realizar la parte de tareas domésticas y de cuidados que ellos se niegan a realizar…y así hasta el agotamiento.

Las cartas están sobre la mesa y a los que se empeñan en defender que el machismo no existe ya no les salen más conejos de la chistera. Los números cantan y nada hay más cabezota que la realidad, así que su jugada ahora es generar tal alboroto —con el dónde está la polución que yo la vea, con los illuminati, con el socorro, nos fumigan, con el me gusta la fruta, con las vacunas venenosas, con lo que sea— que no haya forma de comprender nada. El fascismo se nutre del escándalo y en medio de la confusión los misóginos consiguen lo que quieren: situar en puestos de poder a mediocres que añoran esas familias tradicionales en las que las mujeres nos quedamos en casita, que es donde se lavan los trapos sucios. Su ruido busca nuestro silencio.

 

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