TODO ESTE RUIDO
POR OTI
CORONA
El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, junto a Alberto Núñez Feijóo en una foto del pasado 23 de enero.EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)
No
sé ustedes, pero yo estoy hartísima del escándalo que montan terraplanistas, chemtrailistas,
los del chip de Bill Gates, los reptilianos, los del Hitler era del PSOE, los
científicos de página web y palillo en boca y demás parroquia. Harta y
abochornada. Sobre todo cuando reflexiono sobre la evolución del asunto. Porque
esta gente siempre ha existido, ya se sabe. Lo que pasa es que antes nos
reíamos de ellos y ahora medios y pseudomedios les dan coba, audiencia, fama y
doy por descontado que dinero. Llámenme egocéntrica, pero sé que este follón va
ligado a nosotras, las mujeres, a nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestra
independencia económica, nuestra capacidad reproductiva, nuestra libertad. Por
no extenderme, trataré de explicarlo a partir de uno de los temas que más
escuece al machirulo medio: la violencia de género.
Durante décadas cuajó la cantinela de los trapos sucios, esos que había que lavar en casa. Los hombres que agredían a sus mujeres y quienes les justificaban tenían suficiente con el algo habrá hecho para que un manto de silencio y complicidad cobijase a los agresores. Sus esposas se caían por los balcones o fallecían a golpes durante una discusión y ellos podían cobrar la pensión de viudedad y seguir ejerciendo la patria potestad incluso en aquellos casos en los que la justicia llegaba a condenarlos.
Cuando
dimos nombre a sus agresiones, se armaron de excusas. ¿Cómo que violencia de
género? ¿Por qué nombráis lo que no existe? Atacaron entonces con las denuncias
falsas. Con tesón y perseverancia, nos dedicamos a explicar los datos en los
medios, en las casas, en nuestros centros de trabajo, en redes, en los grupos
de amigos: las denuncias falsas no llegan al cero coma cero nosecuantos por
ciento, la violencia de género es el delito que menos denuncias falsas
presenta. Y ellos daban unas cifras distintas, porque las de la Fiscalía no
eran de fiar. Los suyos, los suyos eran los buenos, los que decretaban que si
el acusado salía absuelto, se trataba de una denuncia falsa. En todos los
supuestos. También cuando, tras una sentencia absolutoria, el agresor conseguía
finalmente matar a la mujer.
Cuando
les desmontamos la falacia, embistieron con el consabido y los hombres qué. Y
es que hay más hombres asesinados que mujeres, y si nos ocupamos de los hombres
que matan a mujeres no nos quedará tiempo de ocuparnos de los hombres que matan
a otros hombres. Y sacamos paciencia de donde casi no quedaba para explicarles
que cada violencia se aborda desde su óptica correspondiente y por eso hay
leyes que tratan sobre la violencia en el deporte, sobre la violencia en la
infancia o la violencia sexual, leyes todas compatibles e igualmente
necesarias.
En
una pirueta mental de difícil clasificación, culparon a la LIVG del
espeluznante número de asesinadas anuales. No se les ocurriría culpar al código
de circulación de los accidentes de tráfico ni a las leyes antitabaco de que
aún existan fumadores pero, supongo que en una triquiñuela para exculpar a los
criminales machistas, la culpa de los asesinatos la tiene la ley que trata de
evitarlos. Obvian que en los últimos años hay una media de veinte crímenes
machistas menos que en 2003, año en que empezamos el recuento de esta sangría.
Y eso si miramos solo las cifras de las que ya no están y dejamos de lado que
son muchas más las que se atreven a escapar y a denunciar.
Parecía
que se les acababan las excusas cuando se acordaron de los inmigrantes. Me voy
a centrar, por lo reciente y representativo del asunto, en el alcalde de
Oviedo, que ha aprovechado el minuto de silencio en memoria de Karilenia, la
primera mujer asesinada este año, para cargar contra los inmigrantes. Al
recordarle un periodista que el agresor era español, el alcalde respondió que
“da lo mismo”. Y ahí quería yo llegar. Ese “da lo mismo” es la clave del
estruendo que soportamos a diario.
Y
no sucede solo con la violencia de género, sino con cualquier dato que facilite
la emancipación de las mujeres. Hoy sabemos que las mujeres tenemos mejores
resultados académicos, que los trabajos feminizados se pagan peor, que mujeres
que podrían estar mejor situadas ganan menos que sus parejas porque se ven
obligadas a reducirse la jornada para realizar la parte de tareas domésticas y
de cuidados que ellos se niegan a realizar…y así hasta el agotamiento.
Las
cartas están sobre la mesa y a los que se empeñan en defender que el machismo
no existe ya no les salen más conejos de la chistera. Los números cantan y nada
hay más cabezota que la realidad, así que su jugada ahora es generar tal
alboroto —con el dónde está la polución que yo la vea, con los illuminati, con
el socorro, nos fumigan, con el me gusta la fruta, con las vacunas venenosas,
con lo que sea— que no haya forma de comprender nada. El fascismo se nutre del
escándalo y en medio de la confusión los misóginos consiguen lo que quieren:
situar en puestos de poder a mediocres que añoran esas familias tradicionales
en las que las mujeres nos quedamos en casita, que es donde se lavan los trapos
sucios. Su ruido busca nuestro silencio.
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