martes, 11 de febrero de 2025

ANTONIO GIRALDO: “LA POBREZA

ES MUY RENTABLE”

Pablo Iglesias entabla una conversación con el geógrafo y urbanista Antonio Giraldo, con el que se embarca en un viaje por Madrid para abordar temas como el difícil acceso a la vivienda, la paulatina desaparición de las asociaciones vecinales o los privilegios eclesiásticos. La entrevista completa se emitirá el miércoles a las 19h en Canal Red

PAULA VANDEWEYER GALINDO 

Pablo Iglesias y Antonio Giraldo 

Antonio Giraldo (Valladolid, 1992) es graduado en Geografía y Ordenación del Territorio por la Universidad de Valladolid, una formación que completó con un Máster en Planeamiento Urbano. Actualmente, es concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, un cargo que acompaña con habituales colaboraciones en diversos medios comunicación, entre ellos las redes sociales y, concretamente, X (antes Twitter). Así, el militante socialista ha cultivado diferentes publicaciones virales en la citada plataforma, como un hilo sobre el negocio de la infravivienda en Lavapiés o la Plaza de la memoria vinculante en Orcasitas.

Durante su conversación en Canal Red, Iglesias preguntó al invitado sobre los restos de la herencia musulmana que se asentó en el casco antiguo de Madrid y que aboga por ciudades más privadas, con sus celosías y callejones angostos. “Lo que queda de ello son esas calles del Madrid de los Austrias, con esos recovecos y esas vías en torno a la Almudena o la Plaza Mayor”, explica el experto en urbanismo, a lo que agrega que es una tendencia que se ha recuperado durante los años 2000 con “esos ensanches sin bajos comerciales, ni muros o paredones”. Para continuar con el recorrido histórico por la capital, ambos ponen ahora el foco sobre una práctica que se desarrolló en el siglo XVI, y que se denominó “casas a la malicia”, una de las primeras corrupciones alrededor de la vivienda y la propiedad. “La picaresca lleva toda la vida”, introduce Giraldo. Con la llegada masiva de población a este territorio, que pasó de ser una simple ciudad castellana a convertirse en el centro político y administrativo de España, no había suficientes viviendas ni tiempo para construirlas. “Se trataba de una normativa que decía que si un piso poseía más de dos plantas, la segunda y la tercera debían cederse”, contextualiza el político. Sin embargo, la ordenación presentaba una especie de vacío legal, una anotación que contemplaba la posibilidad de no separación del inmueble si esta división no aseguraba condiciones adecuadas. “Para atenerse a esa excepción, se empezó a modificar las fachadas de los edificios y se descolocaban las ventanas para que, si dentro había tres pisos, pareciera que solo eran dos”, señala.

No es esta anécdota la única curiosa del diálogo que mantienen ambos profesionales. Giraldo se remite a uno de sus hilos más exitosos, el que arrojaba luz sobre una historia que ponía de manifiesto los privilegios eclesiásticos: el Pasadizo del Panecillo. Se trata de un espacio ubicado en el centro de la ciudad, junto a la Plaza de Conde de Barajas, que aunque su delimitación con un par de rejas le hacen parecer un lugar privado, es todo lo contrario. “Es una calle pública, está inscrita en el Diario Público de Madrid”, expone Giraldo. No obstante, durante el siglo XIX, habitaban una serie de monjes que, como consecuencia de la creciente inestabilidad, ilustrada, por ejemplo, en esas limosnas de pan que dieron lugar al nombre de la calle, decidieron colocar esas verjas que lo dejaron completamente cercado. “A día de hoy sigue cerrado para el Arzobispado, y no se ha vuelto abrir. Tampoco existe ningún tipo de cesión de propiedad”, subraya el cargo público, una narración que completa de la siguiente forma: “Escribí al concejal del PP y le dije que quería visitarlo. Me contestó que tenía que escribir una carta a la delegación del Vaticano”.

Sobre la ausencia de un tejido productivo o, a rasgos generales, una industria identificable, él comenta: “Toda la actividad ha sido volcada hacia el servicio de ser la capital del Estado, a pesar de que tiene capital humano y económico para haberse desarrollado de otra manera”. Esta mirada crítica se transporta, ahora, hacia la figura del Marqués de Salamanca, uno de los personajes claves para entender la trayectoria urbanística madrileña que, además, fue acusado de corrupción y especulación urbanística. “Este señor era un conseguidor, una figura relacionada con la necesidad de crecimiento de la ciudad y ese ensanche urbano vinculado a la burguesía”, revela y agrega: “Se le denominó el Barrio de Salamanca, pero podría haber sido el Distrito de Castro, que era el nombre del arquitecto que lo diseñó”.

El diálogo viaja hacia, primero, el Madrid republicano, con su posterior Guerra Civil y el extenso desarrollismo Franquista. En relación a esos cambios que llegaron junto a esa proclamación del 14 de abril, Giraldo cuenta: “Es la primera vez que se recoge esa función social de la propiedad privada y que se entiende que tiene que estar subordinada al interés general, una idea que lleva a hablar de la calidad de la vivienda, ya no solo de la burguesa”. Prosigue alabando “el urbanismo social”, “de apertura de espacios públicos” que tanto caracterizó a la II República y que se ejemplifica a la perfección con la cesión de la Casa de Campo. Los efectos de la Guerra Civil son visibles a día de hoy por los aledaños del actual Ministerio de Hacienda, a pocos metros de la plaza del Sol, donde entonces se situaba la Junta de la Defensa de la República. “Fue una zona duramente bombardeada. Con la reconstrucción, quedó una calle abierta, que entonces no existía”, indica y añade Giraldo: “Es una herida”. Pero para cicatrices, las del franquismo, un momento en el que en la periferia crecieron asentamientos chabolistas de trabajadores que provenían de distintos puntos de la geografía española y que conduce a la existencia de una localización llamada la Plaza de la Memoria Vinculante, en Orcasitas. “Había unos grupos de gente muy pobre, a los que se les dice que se va a hacer una nueva edificación para la que se tendrá que derruir su poblado y que les proveerá de un barrio. No obstante, hubo un cambio de parecer. Los fines no eran recolocar a estas personas, sino la especulación”, apunta. Es el inicio de la Asociación de Vecinos de Orcasitas, que marca el comienzo de un importante movimiento social y judicial. Esta corriente culminó con una sentencia del año 1977 del Tribunal Supremo, que amparó a los vecinos fraudulentamente desalojados y que sirvió de precedente para alegar que no importan las voluntades del gobierno, pues “las memorias de un proyecto arquitectónico sí son vinculantes”, lo que devolvió a estas personas a su hogar.

En un sentido más actual, Pablo Iglesias pregunta a Antonio Giraldo sobre el propósito ideológico de las ciudades, y esos modelos urbanísticos que responden a idearios concretos. “Hasta los años 90, Madrid tenía todos los ingredientes para ser el centro del progresismo español. Es decir, había muchísima población obrera de bajos recursos que necesitaban a las instituciones públicas”, responde. Para él, el gran cambio de paradigma se produce entonces, con la llegada del PP y esa “planificación de una ciudad  aspiracional” que pretende no solo aparentar una pertenencia a clases medias-altas, sino, también, romper la comunidad y asociación vecinal para sustituirla por el individualismo. “El urbanismo es una pieza esencial para esta segregación”, declara. Para concluir, Iglesias hace referencia a una encuesta de El País que considera el acceso a la vivienda como una de las principales preocupaciones de los españoles. “La pobreza es muy rentable”, señala Giraldo y amplía su afirmación: “Hay mucha gente que se ha hecho rica a costa de las infraviviendas”. Una serie de pisos que ejemplifican cómo “la relación entre el metro y el precio es mucho más rentable en la pobreza”, pues se aprovechan de la necesidad absoluta. “El modelo especulativo tiende a fracasar con facilidad, ya lo vimos con esa gente que se arruinó con la anterior burbuja”, recuerda Antonio Giraldo y pronostica: “volverá a hacerlo”.

 

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