ANTONIO GIRALDO: “LA POBREZA
ES MUY RENTABLE”
Pablo Iglesias entabla una conversación con el geógrafo y urbanista Antonio Giraldo, con el que se embarca en un viaje por Madrid para abordar temas como el difícil acceso a la vivienda, la paulatina desaparición de las asociaciones vecinales o los privilegios eclesiásticos. La entrevista completa se emitirá el miércoles a las 19h en Canal Red
Pablo Iglesias y Antonio Giraldo
Antonio
Giraldo (Valladolid, 1992) es graduado en Geografía y Ordenación del Territorio
por la Universidad de Valladolid, una formación que completó con un Máster en
Planeamiento Urbano. Actualmente, es concejal del PSOE en el Ayuntamiento de
Madrid, un cargo que acompaña con habituales colaboraciones en diversos medios
comunicación, entre ellos las redes sociales y, concretamente, X (antes
Twitter). Así, el militante socialista ha cultivado diferentes publicaciones
virales en la citada plataforma, como un hilo sobre el negocio de la
infravivienda en Lavapiés o la Plaza de la memoria vinculante en Orcasitas.
Durante su conversación en Canal Red, Iglesias preguntó al invitado sobre los restos de la herencia musulmana que se asentó en el casco antiguo de Madrid y que aboga por ciudades más privadas, con sus celosías y callejones angostos. “Lo que queda de ello son esas calles del Madrid de los Austrias, con esos recovecos y esas vías en torno a la Almudena o la Plaza Mayor”, explica el experto en urbanismo, a lo que agrega que es una tendencia que se ha recuperado durante los años 2000 con “esos ensanches sin bajos comerciales, ni muros o paredones”. Para continuar con el recorrido histórico por la capital, ambos ponen ahora el foco sobre una práctica que se desarrolló en el siglo XVI, y que se denominó “casas a la malicia”, una de las primeras corrupciones alrededor de la vivienda y la propiedad. “La picaresca lleva toda la vida”, introduce Giraldo. Con la llegada masiva de población a este territorio, que pasó de ser una simple ciudad castellana a convertirse en el centro político y administrativo de España, no había suficientes viviendas ni tiempo para construirlas. “Se trataba de una normativa que decía que si un piso poseía más de dos plantas, la segunda y la tercera debían cederse”, contextualiza el político. Sin embargo, la ordenación presentaba una especie de vacío legal, una anotación que contemplaba la posibilidad de no separación del inmueble si esta división no aseguraba condiciones adecuadas. “Para atenerse a esa excepción, se empezó a modificar las fachadas de los edificios y se descolocaban las ventanas para que, si dentro había tres pisos, pareciera que solo eran dos”, señala.
No es
esta anécdota la única curiosa del diálogo que mantienen ambos profesionales.
Giraldo se remite a uno de sus hilos más exitosos, el que arrojaba luz sobre
una historia que ponía de manifiesto los privilegios eclesiásticos: el Pasadizo
del Panecillo. Se trata de un espacio ubicado en el centro de la ciudad, junto
a la Plaza de Conde de Barajas, que aunque su delimitación con un par de rejas
le hacen parecer un lugar privado, es todo lo contrario. “Es una calle pública,
está inscrita en el Diario Público de Madrid”, expone Giraldo. No obstante,
durante el siglo XIX, habitaban una serie de monjes que, como consecuencia de
la creciente inestabilidad, ilustrada, por ejemplo, en esas limosnas de pan que
dieron lugar al nombre de la calle, decidieron colocar esas verjas que lo
dejaron completamente cercado. “A día de hoy sigue cerrado para el Arzobispado,
y no se ha vuelto abrir. Tampoco existe ningún tipo de cesión de propiedad”,
subraya el cargo público, una narración que completa de la siguiente forma:
“Escribí al concejal del PP y le dije que quería visitarlo. Me contestó que tenía
que escribir una carta a la delegación del Vaticano”.
Sobre la
ausencia de un tejido productivo o, a rasgos generales, una industria
identificable, él comenta: “Toda la actividad ha sido volcada hacia el servicio
de ser la capital del Estado, a pesar de que tiene capital humano y económico
para haberse desarrollado de otra manera”. Esta mirada crítica se transporta,
ahora, hacia la figura del Marqués de Salamanca, uno de los personajes claves
para entender la trayectoria urbanística madrileña que, además, fue acusado de
corrupción y especulación urbanística. “Este señor era un conseguidor, una
figura relacionada con la necesidad de crecimiento de la ciudad y ese ensanche
urbano vinculado a la burguesía”, revela y agrega: “Se le denominó el Barrio de
Salamanca, pero podría haber sido el Distrito de Castro, que era el nombre del
arquitecto que lo diseñó”.
El
diálogo viaja hacia, primero, el Madrid republicano, con su posterior Guerra
Civil y el extenso desarrollismo Franquista. En relación a esos cambios que
llegaron junto a esa proclamación del 14 de abril, Giraldo cuenta: “Es la
primera vez que se recoge esa función social de la propiedad privada y que se
entiende que tiene que estar subordinada al interés general, una idea que lleva
a hablar de la calidad de la vivienda, ya no solo de la burguesa”. Prosigue
alabando “el urbanismo social”, “de apertura de espacios públicos” que tanto
caracterizó a la II República y que se ejemplifica a la perfección con la
cesión de la Casa de Campo. Los efectos de la Guerra Civil son visibles a día
de hoy por los aledaños del actual Ministerio de Hacienda, a pocos metros de la
plaza del Sol, donde entonces se situaba la Junta de la Defensa de la
República. “Fue una zona duramente bombardeada. Con la reconstrucción, quedó una
calle abierta, que entonces no existía”, indica y añade Giraldo: “Es una
herida”. Pero para cicatrices, las del franquismo, un momento en el que en la
periferia crecieron asentamientos chabolistas de trabajadores que provenían de
distintos puntos de la geografía española y que conduce a la existencia de una
localización llamada la Plaza de la Memoria Vinculante, en Orcasitas. “Había
unos grupos de gente muy pobre, a los que se les dice que se va a hacer una
nueva edificación para la que se tendrá que derruir su poblado y que les
proveerá de un barrio. No obstante, hubo un cambio de parecer. Los fines no
eran recolocar a estas personas, sino la especulación”, apunta. Es el inicio de
la Asociación de Vecinos de Orcasitas, que marca el comienzo de un importante
movimiento social y judicial. Esta corriente culminó con una sentencia del año
1977 del Tribunal Supremo, que amparó a los vecinos fraudulentamente
desalojados y que sirvió de precedente para alegar que no importan las
voluntades del gobierno, pues “las memorias de un proyecto arquitectónico sí
son vinculantes”, lo que devolvió a estas personas a su hogar.
En un
sentido más actual, Pablo Iglesias pregunta a Antonio Giraldo sobre el
propósito ideológico de las ciudades, y esos modelos urbanísticos que responden
a idearios concretos. “Hasta los años 90, Madrid tenía todos los ingredientes
para ser el centro del progresismo español. Es decir, había muchísima población
obrera de bajos recursos que necesitaban a las instituciones públicas”,
responde. Para él, el gran cambio de paradigma se produce entonces, con la
llegada del PP y esa “planificación de una ciudad aspiracional” que
pretende no solo aparentar una pertenencia a clases medias-altas, sino,
también, romper la comunidad y asociación vecinal para sustituirla por el
individualismo. “El urbanismo es una pieza esencial para esta segregación”,
declara. Para concluir, Iglesias hace referencia a una encuesta de El
País que considera el acceso a la vivienda como una de las principales
preocupaciones de los españoles. “La pobreza es muy rentable”, señala Giraldo y
amplía su afirmación: “Hay mucha gente que se ha hecho rica a costa de las
infraviviendas”. Una serie de pisos que ejemplifican cómo “la relación entre el
metro y el precio es mucho más rentable en la pobreza”, pues se aprovechan de
la necesidad absoluta. “El modelo especulativo tiende a fracasar con facilidad,
ya lo vimos con esa gente que se arruinó con la anterior burbuja”, recuerda
Antonio Giraldo y pronostica: “volverá a hacerlo”.
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