CANIBALISMO
FINANCIERO
Milei acumula 112 denuncias penales desde que promocionó el lanzamiento de
una criptomoneda que ha enriquecido a unos pocos y desplumado a muchísimos más
Javier Milei.
/ Luis Grañena
Una
publicidad que circula mucho en redes sociales muestra el momento exacto en el
que una persona que camina por la calle levanta la cabeza y un meteorito está a
punto de caerle encima. Todos los que están alrededor corren desesperados pero
el tipo permanece como si nada. Mira su móvil y sigue haciendo lo que estaba
haciendo: comprando un bono, vendiendo una acción. Comprando una nueva
criptomoneda. La voz en off dice: “Somos traders. Nacimos para
prosperar en el caos. Para mantenernos firmes mientras otros se derrumban”.
Algunos inversionistas apostadores se tomaron muy literal el espíritu
competitivo del libre mercado y entraron de cabeza a la estafa promocionada por
Javier Milei.
Todo estaba tan preparado que el registro de movimientos muestra usuarios comprando $Libras por millones de dólares en el segundo cero del lanzamiento de la cripto; el mismo instante en el que el presidente publicó los posteos de promoción en X e IG. Esos mismos son los que, a las cuatro horas, salieron de la moneda y se llevaron, en total, unos 90 millones de dólares.
Una
moneda virtual, sin regulaciones de ningún tipo, bancada por el rey de la
libertad económica individual. ¿Qué podía salir mal? Negocio redondo para los
dueños de $Libra, que ya habían tenido reuniones con el presidente en la Casa
Rosada. El Gobierno acaba de llevar su política de Estado a un canibalismo
financiero. Como un pac manenloquecido de estómago sin fondo, el
presidente ya se comió el ahorro de la clase media, la jubilación de los
viejos, el presupuesto para Salud, para Educación, para Cultura y para Ciencia.
Castigó a los zurdos. Persiguió a los gays, a las lesbianas, a las personas
trans. Movilizó crímenes de odio, criminalizó la pobreza, reprimió a todos.
Nada parece saciarlo. Ahora, también, y para sorpresa de muchos, es tiempo de
comerse a los propios.
Lo
único obvio de este juego es que estaba dirigido al corazón de los libertarios,
ese intersticio creado por el capital financiero y el capital tecnológico: la
timba virtual. El espacio natural de sus seguidores. El ecosistema donde los nerds
son estrellas de rock. Milei ha tirado una bomba en casa, después de sumarle a
los dos capitales el boosterque faltaba: el capital simbólico.
Y
fue el viernes, día de los enamorados, cuando sacudió el alma a los suyos. Puso
como garantía su prestigio de economista timbero y el peso específico de ser
presidente. Desde el 14 de febrero contabiliza 112 denuncias penales. Y un
pedido de juicio político impulsado por los diputados de Unión por la Patria.
¿Por
qué lo hizo? Opción A: no se dio cuenta de que era una estafa y apenas se avivó
borró los posteos. Conclusión, es el mayor de los inútiles. No queda muy bien
parado de cara al Nobel. Opción B: sabía lo que
iba a pasar; es decir es cómplice de la estafa. Queda expuesto a miles de
juicios, incluído el político y su destitución. La voz oficial del Gobierno
–decantada a través de ministros que hicieron de voceros– se inclinó por la
opción A.
¿Fue
consciente de los costos o no le importó porque creyó que podía hacer cualquier
cosa? Algo así como robemos todo lo que podamos hasta que nos descubran. O más
que eso. Robemos todo lo que podamos porque cuanto más lo hagamos más nos van a
admirar.
Al
menos hasta el viernes 14 su imagen positiva seguía en torno al 40 por ciento.
Desfalcar a los propios fue un límite no esperado –pero aceptado– para el mundo
libertario. Una primera (no) traición para un universo donde no hay mayor moral
que la de hacer dinero. Ergo, no existe la traición. Acá no hay fieles o
traidores. En el mundo libertario hay ganadores o perdedores. La guerra del
dinero todo lo permite.
A
diferencia de los soldados tradicionales, en este frente el soldado caído es
soldado olvidado. La única línea clara en este cuento, que no necesita de
segundas lecturas, es que sin el posteo del presidente no había negocio.
Los
tecnicismos con los que se anudan los espacios de poder no solo sirven para
construir identidad sino –y sobre todo– para que el acceso sea limitado. El
lenguaje como barrera. El mundo financiero siempre estuvo amparado bajo
tecnicismos y conductas impermeables a la gran mayoría de la sociedad. ¿Cuánta
gente sabe invertir (apostar) en la bolsa de comercio? Bonos, acciones,
activos, fondos de inversión. Y ahora, criptomonedas, minería de crypto, token,
rug pull, memecoin, traders. Educación financiera,
proponían economistas progresistas en los años de gobierno de Néstor y Cristina
Kirchner.
La
razón para mantener oculto e inaccesible un negocio que mueve millones de
dólares no es algo que se tenga que explicar. A mayor oscuridad del espacio,
mayor impacto de la luz. Por eso ya no hay de qué preocuparse, cantan las
sirenas de Silicon Valley. No sabés, no te preocupes. Con esta plataforma
tendrás todo al alcance de la mano. Al tacto de tu dedo. Incluso mientras
esquivas un meteorito.
Quizá
sea esa una de las razones de la multiplicación de cursos que venden
influencers por redes sociales. “Tomá el curso conmigo y ganá tu primer millón
de dólares en una semana. Yo era pobre, estaba deprimido y ahora manejo este
Ferrari que estás viendo”. Los testimonios de pobres devenidos millonarios
ocupan los espacios que hasta hace muy poco saturaban evangelistas de dudoso
acento brasilero.
Ahora
el nuevo evangelismo es financiero y recorre el universo virtual vendiendo
biblias para resurgir como un individuo íntegramente crpitonizado. Un ticket de
salida de la caverna de platón. Un click y serás libre. El dinero fácil, desde
tu casa, en este mismo instante para romper cadenas.
El
mismo día que estalló el fraude presidencial, circularon dos fotos de Pablo
Escobar Gaviria, el narco colombiano más grande de la historia. En una está a
punto de subir o recién descendido de su avión privado. En la otra hay una
montaña gigante de dólares. Ocupan todo un salón. En esa época –mediado de los
ochenta– llegaban a su quinta de Medellín 420 millones de dólares por semana.
En efectivo, en billetes pequeños, producto de la venta de cocaína en Miami y
Nueva York, principalmente.
Paradoja
de la fase actual del capitalismo que ha matado, incluso, al fetichismo del
dinero, a la materialidad del efectivo. A los suyos.
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