lunes, 17 de febrero de 2025

RELATO DE UN GOLPE DE ESTADO

RELATO DE UN GOLPE DE ESTADO

VICTOR ARROGANTE

Las personas jóvenes de hoy tienen que conocerlo y otros muchos recordarlo. Fue un 23 de Febrero de 1981, cuando un grupo de militares y guardias civiles, con el apoyo de personajes importantes del régimen franquista y políticos de la época, dieron un golpe de Estado que fracasó, aunque tuvo consecuencias en el desarrollo de la joven democracia. Hoy, algunos miembros de la derecha reaccionaria en los que se encuentran miembros de v0x, Manos Limpias, incluso el propio Tejero Molina, andan homenajeando al dictador Francisco Franco, con mensajes cercanos a los de los golpistas en el Congreso de los diputados difundieron.

Retomemos el relato tal como sucedió. Sin tener todos los datos, pues están considerados secretos de Estado, mucho conocemos y algunos suponemos. Tendría que establecerse una asignatura en el Sistema educativo, para dar a conocer lo sucedido; sería una buena defensa de la democracia, que pensábamos disfrutábamos y vemos que no están las cosas como para tirar cohetes.

El 23 de febrero de 1981, las fuerzas antidemocráticas, altos mandos de las fuerzas armadas, fieles al testamento de Franco, con la ayuda de otros afines al régimen, también quienes querían reconducir la situación política del momento y fortalecer al rey y la monarquía, se confabularon y dieron un golpe de Estado; que fracasó. El golpe estaba previsto para marzo. La dimisión de Suárez y el pleno de investidura de Calvo-Sotelo lo aceleraron todo. Vi entrar al teniente coronel Tejero, que con tricornio y pistola en mano tomó el Congreso: ¡Quieto todo el mundo!, dio la orden de ¡todos al suelo! y efectuó un disparo al aire, seguido por ráfagas de ametralladora de los guardias asaltantes. Todos presentimos lo peor. Todavía me estremezco. El gobierno y el parlamento quedaban secuestrados, produciéndose el Supuesto Anticonstitucional Máximo, que permitiría otra acción antidemocrática, para volver a la normalidad democrática, que no hubiera podido serlo nunca.

Desde el mes de diciembre, distintos militares venían manteniendo reuniones, tiempo en el que suceden distintos acontecimientos políticos y militares. El diario El Alcázar publicó una serie de artículos firmados por el colectivo Almendros, bajo el que se ocultaban un grupo de civiles y militares de extrema derecha. El primero de los artículos (17 de diciembre), titulado Análisis político del momento militar, hacía alusión a un vino español que anualmente ofrecía el director de la Escuela de Estado Mayor, acto que había permitido reunir a más de seiscientos generales, jefes y oficiales: Los más de seiscientos asistentes habituales menguaron hasta menos del centenar, y aun éstos, en su mayor parte, permanecieron poco tiempo. Tal vez el imprescindible para advertir las razones auténticas de la excepcionalidad y desangelada situación.

El día 22 de enero Almendros publica su segundo artículo bajo el título: la hora de las otras instituciones. El presidente Suárez, días después, presentó al rey su dimisión. El último artículo de la serie se publicó el 1 de febrero con el título: La decisión del mando supremo, en el que se señalaba: Estamos en el punto crítico, se inicia la cuenta atrás. Días más tarde, el general De Santiago, muy próximo a los golpistas, publicó en El Alcázar un artículo claramente provocador: Situación límite. UCD celebraba su Congreso en Mallorca. Durante todo este tiempo, el grupo de oficiales golpistas próximos a Milans del Bosch ultima los preparativos. La contraseña establecida era Duque de Ahumada (fundador de la Guardia Civil), y el día escogido el 23 de febrero; antes de que se eligiera un nuevo presidente del gobierno.

Franco en su testamento político, dejaba todo atado y bien atado en manos del rey, la banca, la alta burguesía, los altos mandos de la administración, el ejército y la Iglesia. Pedía perseverancia en la unidad y en la paz, así como lealtad al futuro rey de España, que él mismo había elegido. Seis años después de su desaparición, su espíritu seguía vivo y el aparato de la dictadura intacto. Los fieles al régimen no podían consentir que se otorgase la soberanía al pueblo, se legalizaran los partidos políticos, especialmente el PCE, se desmontara el estado totalitario y se reconociese el derecho al autogobierno de nacionalidades y regiones. Había otros intereses de poder que pretendían reconducir la situación, ante la política de Suárez que llevaba al abismo, que había ganado las elecciones de 1979.

El 17 de marzo de 1981, el Congreso de los Diputados celebró un pleno monográfico sobre el 23-F a puerta cerrada, sin cámaras de televisión, fotógrafos ni invitados. El ministro de Defensa, Alberto Oliart, presentó la primera explicación oficial. El informe Oliart, según la revista Tiempo, precisaba que el golpe, sufrió un adelanto forzado, ante la inesperada dimisión de Adolfo Suárez y cogió a los golpistas con el pie cambiado. Como los autores del golpe primaron la seguridad, la conjura no fue detectada a tiempo por los servicios de información. No obstante se percibieron indicios de una conspiración, por los artículos publicados en el diario ultraderechista El Alcázar bajo el nombre en clave de Almendros. Blanco y en botella.

Sabino Fernández Campo se encontraba en el despacho del rey que hablaba por teléfono con el general Armada: Alfonso, si es verdad que ese loco ha entrado en el Congreso en nombre del Rey hay que desmentirlo urgentemente y quiero saber con urgencia por qué ha dicho Tejero semejante cosa. Y sin más colgó el teléfono. Sabino se acercó y le dijo: Señor, veo que ya lo sabe. Eso es muy grave. Sí, Sabino, la cosa es grave. Creo que debemos autorizar a Armada a que venga a la Zarzuela y nos explique detalladamente lo que está pasando, porque creo que aquí están pasando cosas que no estaban previstas ¿Cosas que no estaban previstas? ¿A qué se refiere Su Majestad?

El rey apareció en televisión, después de conocer que todos los capitanes generales cumplirían la orden de interrumpir la operación, y anunció la continuidad democrática. Javier Cercas en Anatomía de un instante, dice que todo implica al rey, en una operación para fortalecer a la monarquía, restaurar el prestigio de España, consolidar la democracia y retirar a Suárez de la presidencia del gobierno, con el apoyo de ciertos renombres de la política en el gobierno y la oposición. La conducta del rey antes del golpe no fue en absoluto ejemplar, cometió errores, frivolidades e irresponsabilidades. El rey, dice la periodista Pilar Urbano, no nos salvó del golpe; «el rey nos salvó in extremis de un golpe que él mismo había puesto en marcha», que el había alentado.

Armada, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, secretario general de la Casa del Rey durante 17 años, estuvo en el Congreso, pero Tejero no le permitió dirigirse a los diputados, para proponer un gobierno de salvación dirigido por él y con representantes de todos los partidos políticos. Tejero, que quería una junta militar presidida por Milans, se sintió traicionado e impidió que Armada asumiera la presidencia del gobierno a las órdenes del rey. El suyo era un golpe duro, de involución, y desmanteló el golpe blando de Armada. El Rey nos ha engañado; nosotros hemos avanzado y él se ha echado atrás clamaba Milans (Iñaki Anasagasti. Una monarquía protegida).

Cuando Armada llega al hotel Palace, conoció el contenido del mensaje del monarca y se pone irremediablemente del lado de los golpistas. En su opinión el Rey había traicionado a sus compañeros de armas y a la operación que conocía desde el principio y sobre la que estaba de acuerdo. El ministro Oliart informó de la investigación que se estaba siguiendo, veintiún días después del golpe: 114 personas aparecían citadas en conversaciones grabadas a las que se sumaban 127 miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y 23 civiles. En el posterior juicio de Campamento solo se enjuició a 33 responsables. Fue una verdadera farsa de la Transición.

Los golpistas querían establecer un gobierno militar por supuesto, recuperar los principios del movimiento nacional y el espíritu del 18 de julio. Si nos atenemos a las palabras que el rey dedicó al embajador alemán Lothar Lahn en marzo de1981, los sublevados sólo habían querido lo mejor para España. Para el rey los cabecillas sólo pretendían lo que todos deseábamos: el restablecimiento de la disciplina, el orden, la seguridad y la tranquilidad; la defensa de la unidad de España, la bandera y la corona. El monarca entendía que el responsable último del pronunciamiento era Adolfo Suárez, por no tener en cuenta las peticiones de los militares. El rey estaba al corriente de la trama golpista y conforme, antes, durante y después del golpe que traicionó.

Fue un golpe de estado en toda regla: perpetrado por mandos militares, guardias civiles y una trama ideológica de la derecha reaccionaria sin identificar y que no fue investigada. Fue un golpe de estado promovido desde las instancias del poder para reconducir la situación política a la deriva. Al menos dos conspiraciones coincidieron en el tiempo. La violenta de Tejero, que con sus disparos, asustó al rey y el de Armada, en el que estaba el CESID que recondujo acciones e indujo otras para llevarle a la presidencia del gobierno, con la connivencia de algunos políticos y partidos en la oposición que jugaron un papel determinante.

Se hizo todo en nombre del rey, aunque insistió: ¡A mi dádmelo hecho! (El Rey y su secreto, Jesús Palacios). Estaba previsto que a la llegada de Armada, varios diputados lo avalaran, entre ellos Fraga, Sánchez Terán, Herrero de Miñón, Enrique Múgica, Peces Barba y José Luis Álvarez. En la historia de España, la monarquía siempre se ha restaurado o instaurado mediante golpe de Estado; la actual, por el de Franco. Ahora sin triunfar, se consiguió lo que pretendía: el rey y la monarquía se consolidaron; la democracia se fortaleció, aun sometida al miedo de la involución; el desarrollo del estado autonómico se paralizó y ahí sigue; y la grave situación política e institucional, achacada a la política de Suárez, se recondujo hasta hoy.

El 23-F fue un episodio vergonzante, que se cerró con rapidez, sin investigar y con desaparición de pruebas. Quienes participaron, ocultaron y desvirtuaron la realidad; quienes algo conocían lo taparon por su seguridad y lealtades mal entendidas. Demasiadas instituciones y representantes públicos estuvieron implicados de espaldas al pueblo. Unos se han llevado su secreto a la tumba, otros todavía viven de sus réditos.

Víctor Arrogante

 

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