RELATO DE UN GOLPE DE ESTADO
Las
personas jóvenes de hoy tienen que conocerlo y otros muchos recordarlo. Fue un
23 de Febrero de 1981, cuando un grupo de militares y guardias civiles, con el
apoyo de personajes importantes del régimen franquista y políticos de la época,
dieron un golpe de Estado que fracasó, aunque tuvo consecuencias en el
desarrollo de la joven democracia. Hoy, algunos miembros de la derecha
reaccionaria en los que se encuentran miembros de v0x, Manos Limpias, incluso
el propio Tejero Molina, andan homenajeando al dictador Francisco Franco, con
mensajes cercanos a los de los golpistas en el Congreso de los diputados
difundieron.
Retomemos
el relato tal como sucedió. Sin tener todos los datos, pues están considerados
secretos de Estado, mucho conocemos y algunos suponemos. Tendría que
establecerse una asignatura en el Sistema educativo, para dar a conocer lo
sucedido; sería una buena defensa de la democracia, que pensábamos
disfrutábamos y vemos que no están las cosas como para tirar cohetes.
El 23 de febrero de 1981, las fuerzas antidemocráticas, altos mandos de las fuerzas armadas, fieles al testamento de Franco, con la ayuda de otros afines al régimen, también quienes querían reconducir la situación política del momento y fortalecer al rey y la monarquía, se confabularon y dieron un golpe de Estado; que fracasó. El golpe estaba previsto para marzo. La dimisión de Suárez y el pleno de investidura de Calvo-Sotelo lo aceleraron todo. Vi entrar al teniente coronel Tejero, que con tricornio y pistola en mano tomó el Congreso: ¡Quieto todo el mundo!, dio la orden de ¡todos al suelo! y efectuó un disparo al aire, seguido por ráfagas de ametralladora de los guardias asaltantes. Todos presentimos lo peor. Todavía me estremezco. El gobierno y el parlamento quedaban secuestrados, produciéndose el Supuesto Anticonstitucional Máximo, que permitiría otra acción antidemocrática, para volver a la normalidad democrática, que no hubiera podido serlo nunca.
Desde
el mes de diciembre, distintos militares venían manteniendo reuniones, tiempo
en el que suceden distintos acontecimientos políticos y militares. El diario El
Alcázar publicó una serie de artículos firmados por el colectivo Almendros,
bajo el que se ocultaban un grupo de civiles y militares de extrema derecha. El primero de los artículos
(17 de diciembre), titulado Análisis político del momento militar, hacía
alusión a un vino español que anualmente ofrecía el director de la Escuela de
Estado Mayor, acto que había permitido reunir a más de seiscientos generales,
jefes y oficiales: Los más de seiscientos asistentes habituales menguaron hasta
menos del centenar, y aun éstos, en su mayor parte, permanecieron poco tiempo.
Tal vez el imprescindible para advertir las razones auténticas de la
excepcionalidad y desangelada situación.
El
día 22 de enero Almendros publica su segundo artículo bajo el título: la hora
de las otras instituciones. El presidente Suárez, días después, presentó al rey
su dimisión. El último artículo de la serie se publicó el 1 de febrero con el
título: La decisión del mando supremo, en el que se señalaba: Estamos en el
punto crítico, se inicia la cuenta atrás. Días más tarde, el general De
Santiago, muy próximo a los golpistas, publicó en El Alcázar un artículo
claramente provocador: Situación límite. UCD celebraba su Congreso en Mallorca.
Durante todo este tiempo, el grupo de oficiales golpistas próximos a Milans del
Bosch ultima los preparativos. La contraseña establecida era Duque de Ahumada
(fundador de la Guardia Civil), y el día escogido el 23 de febrero; antes de
que se eligiera un nuevo presidente del gobierno.
Franco
en su testamento político, dejaba todo atado y bien atado en manos del rey, la
banca, la alta burguesía, los altos mandos de la administración, el ejército y
la Iglesia. Pedía perseverancia en la unidad y en la paz, así como lealtad al
futuro rey de España, que él mismo había elegido. Seis años después de su
desaparición, su espíritu seguía vivo y el aparato de la dictadura intacto. Los
fieles al régimen no podían consentir que se otorgase la soberanía al pueblo,
se legalizaran los partidos políticos, especialmente el PCE, se desmontara el
estado totalitario y se reconociese el derecho al autogobierno de
nacionalidades y regiones. Había otros intereses de poder que pretendían
reconducir la situación, ante la política de Suárez que llevaba al abismo, que
había ganado las elecciones de 1979.
El
17 de marzo de 1981, el Congreso de los Diputados celebró un pleno monográfico
sobre el 23-F a puerta cerrada, sin cámaras de televisión, fotógrafos ni
invitados. El ministro de Defensa, Alberto Oliart, presentó la primera
explicación oficial. El informe Oliart, según la revista Tiempo, precisaba que
el golpe, sufrió un adelanto forzado, ante la inesperada dimisión de Adolfo
Suárez y cogió a los golpistas con el pie cambiado. Como los autores del golpe
primaron la seguridad, la conjura no fue detectada a tiempo por los servicios de
información. No obstante se percibieron indicios de una conspiración, por los
artículos publicados en el diario ultraderechista El Alcázar bajo el nombre en
clave de Almendros. Blanco y en botella.
Sabino
Fernández Campo se encontraba en el despacho del rey que hablaba por teléfono
con el general Armada: Alfonso, si es verdad que ese loco ha entrado en el
Congreso en nombre del Rey hay que desmentirlo urgentemente y quiero saber con
urgencia por qué ha dicho Tejero semejante cosa. Y sin más colgó el teléfono.
Sabino se acercó y le dijo: Señor, veo que ya lo sabe. Eso es muy grave. Sí,
Sabino, la cosa es grave. Creo que debemos autorizar a Armada a que venga a la
Zarzuela y nos explique detalladamente lo que está pasando, porque creo que
aquí están pasando cosas que no estaban previstas ¿Cosas que no estaban
previstas? ¿A qué se refiere Su Majestad?
El
rey apareció en televisión, después de conocer que todos los capitanes
generales cumplirían la orden de interrumpir la operación, y anunció la
continuidad democrática. Javier Cercas en Anatomía de un instante, dice que
todo implica al rey, en una operación para fortalecer a la monarquía, restaurar
el prestigio de España, consolidar la democracia y retirar a Suárez de la
presidencia del gobierno, con el apoyo de ciertos renombres de la política en
el gobierno y la oposición. La conducta del rey antes del golpe no fue en
absoluto ejemplar, cometió errores, frivolidades e irresponsabilidades. El rey,
dice la periodista Pilar Urbano, no nos salvó del golpe; «el rey nos salvó in extremis de un
golpe que él mismo había puesto en marcha», que el había
alentado.
Armada,
segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, secretario general de la Casa del
Rey durante 17 años, estuvo en el Congreso, pero Tejero no le permitió
dirigirse a los diputados, para proponer un gobierno de salvación dirigido por
él y con representantes de todos los partidos políticos. Tejero, que quería una
junta militar presidida por Milans, se sintió traicionado e impidió que Armada
asumiera la presidencia del gobierno a las órdenes del rey. El suyo era un
golpe duro, de involución, y desmanteló el golpe blando de Armada. El Rey nos
ha engañado; nosotros hemos avanzado y él se ha echado atrás clamaba Milans
(Iñaki Anasagasti. Una monarquía protegida).
Cuando
Armada llega al hotel Palace, conoció el contenido del mensaje del monarca y se pone irremediablemente del lado
de los golpistas. En su opinión el Rey había traicionado a sus
compañeros de armas y a la operación que conocía desde el principio y sobre la
que estaba de acuerdo. El ministro Oliart informó de la investigación que se
estaba siguiendo, veintiún días después del golpe: 114 personas aparecían
citadas en conversaciones grabadas a las que se sumaban 127 miembros de los
Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y 23 civiles. En el posterior juicio de
Campamento solo se enjuició a 33 responsables. Fue una verdadera farsa de la
Transición.
Los
golpistas querían establecer un gobierno militar por supuesto, recuperar los
principios del movimiento nacional y el espíritu del 18 de julio. Si nos atenemos a las palabras que
el rey dedicó al embajador alemán Lothar Lahn en marzo de1981,
los sublevados sólo habían querido lo mejor para España. Para el rey los
cabecillas sólo pretendían lo que todos deseábamos: el restablecimiento de la
disciplina, el orden, la seguridad y la tranquilidad; la defensa de la unidad
de España, la bandera y la corona. El monarca entendía que el responsable
último del pronunciamiento era Adolfo Suárez, por no tener en cuenta las
peticiones de los militares. El rey estaba al corriente de la trama golpista y
conforme, antes, durante y después del golpe que traicionó.
Fue
un golpe de estado en toda regla: perpetrado por mandos militares, guardias
civiles y una trama ideológica de la derecha reaccionaria sin identificar y que
no fue investigada. Fue un golpe de estado promovido desde las instancias del
poder para reconducir la situación política a la deriva. Al menos dos
conspiraciones coincidieron en el tiempo. La violenta de Tejero, que con sus
disparos, asustó al rey y el de Armada, en el que estaba el CESID que recondujo
acciones e indujo otras para llevarle a la presidencia del gobierno, con la
connivencia de algunos políticos y partidos en la oposición que jugaron un
papel determinante.
Se
hizo todo en nombre del rey, aunque insistió: ¡A mi dádmelo hecho! (El Rey y su
secreto, Jesús Palacios). Estaba previsto que a la llegada de Armada, varios
diputados lo avalaran, entre ellos Fraga, Sánchez Terán, Herrero de Miñón,
Enrique Múgica, Peces Barba y José Luis Álvarez. En la historia de España, la
monarquía siempre se ha restaurado o instaurado mediante golpe de Estado; la
actual, por el de Franco. Ahora sin triunfar, se consiguió lo que pretendía: el
rey y la monarquía se consolidaron; la democracia se fortaleció, aun sometida
al miedo de la involución; el desarrollo del estado autonómico se paralizó y
ahí sigue; y la grave situación política e institucional, achacada a la
política de Suárez, se recondujo hasta hoy.
El
23-F fue un episodio vergonzante, que se cerró con rapidez, sin investigar y
con desaparición de pruebas. Quienes participaron, ocultaron y desvirtuaron la
realidad; quienes algo conocían lo taparon por su seguridad y lealtades mal
entendidas. Demasiadas instituciones y representantes públicos estuvieron
implicados de espaldas al pueblo. Unos se han llevado su secreto a la tumba,
otros todavía viven de sus réditos.
Víctor
Arrogante
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