domingo, 2 de febrero de 2025

CLANDESTINIDAD

CLANDESTINIDAD

JOSU AIZPURUA

No sé hasta dónde llega nuestro juvenil juramento a la ikurriña ni las vivencias que tuvimos hasta el 1978, fecha en que, ya con Constitución, aquella maraña de fascismo-franquista dejaba de tener “legalidad” y que nos obligaba a vivir en clandestinidad.

Pensar así es, como diría Clemente, “Ir con el lirio” pero de alguna manera hay que avanzar.

Yo viví siempre en sigilo, en voz baja, en terror a que alguno de aquellos castellanos de bigotito Gable y camisa azul te secuestrase y entraras en sus temidas cárceles. Éramos vascos, traidores a España, y felices de ser distintos a ellos, y a los Nazis y los Fachi italianos.

Éramos demócratas, los vencedores ante su Eje Facha y en la romería de Eneperi los chavales desfilábamos con el Himno de la Marina USA, en clandestinidad absoluta. En Bakio, los nacionalistas veraneábamos en Bizgane y yo tenía un amigo Ganboa, “Aki”, familia de Marin Ganboa que hoy se conoce como el comprador para el PNV del Edificio para el Gobierno Vasco en París, que nunca fue Palacete.

Ya más mayor, fui varias veces a sus escondrijos y los de su sucesor en Iparralde a retirar “cosas”, propaganda ilegal y artefactos, y trasladarlas a Egoalde donde hacer Patria Vasca, democrática y antifascista.

Eso fue así y así se lo cuento.

El PNV, siempre fue el soporte de “lo vasco” y cedió sus instalaciones para que J.A. Agirre Lekube hiciera de Lendakari en el exilio junto a los componentes de su Gobierno, apoyado por EEUU y las democracias de la 2ª Guerra Mundial.

Las cosas se fueron complicando y el EPK fue expulsado, en Astibarrabia, del Gobierno Vasco y aquel renacimiento “nacional” comenzó a resquebrajarse por el marxismo y el Guevarismo, que fraccionaron la “debida unidad nacional” con sectores y tendencias sin posibilidad de contraste por la obligada clandestinidad.

La presión de la policía ya en Constitución78 hizo que en las primeras Elecciones Municipales un infiltrado policial en la Asamblea de un barrio Bilbaino, fuera elegido aspirante a Concejal. Tal era su radicalidad y pico de oro, o absurdo el procedimiento que a mí me llevó al Parlamento. El comunista abertzale Txomin Ziluaga resolvió el conflicto con su maravilloso carisma.

Nunca nadie se fiaba de nadie y así se llegó a la fusión de EE(PM) y PSE, sin argumentos ni orígenes, y la asunción de la sigla PNV se hizo por intrusos de aquellos grupos familiares originarios, recién llegados que osaron  expulsar del Partido a sus militantes, bajo acusación de “Sabinianos” y es histórico el acto de expulsión del patriota vasco Koldo de Ginea, por Arzalluz, y el carnet de afiliado de Arzalluz estaba firmado por el mismo Koldo.

Años de confusión, hasta que vencieron los neonacionalistas que revocaban a Sabin Arana y volvían al neocarlismo (de agrado o por fuerza), considerando España con un “ente” que incluía a las Vascongadas franquistas y olvidaba a Nafarroa e Iparralde como parte incluyente de lo que quiso ser Euzkadi para Sabin y todo aquel Pueblo Vasco, antes carlista y a su luz emprendedores de un proyecto político nacional; Euzkadi.

“Gora Euzkadi Askatuta” me hinché a pintar en tapias vascas, y luego los recién llegados me llamaron “nostálgico”y más tarde, a fin de Transición; cosas peores.

 

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