¿DE QUÉ “UNIDAD” DE LA IZQUIERDA
ESTAMOS HABLANDO?
POR JUAN
TORTOSA
Yolanda Díaz junto a los ministros de Sumar este viernes durante un acto en Madrid.Alberto Ortega / Europa Press
Que
me lo definan, por favor, que me definan qué entienden por unidad de la
izquierda quienes ahora la vuelven a preconizar. Vamos a ver, ¿no estaban
unidos ya según ellos? ¿No habían conseguido constituir un grupo de gente guay
que se sobraba y se bastaba para formar un gobierno de coalición, de donde la
“verdadera izquierda a la izquierda” del PSOE iba a salir reforzada? ¿A quién
le piden socorro ahora las gentes de Sumar y de Izquierda Unida, a los mismos
que llamaron fusibles quemados, a las mismas personas ante quienes se pusieron
de perfil descaradamente mientras estas eran acusadas de hacer ruido y promover
leyes que “sacaban delincuentes de las cárceles”?
Los negaron tres veces antes de que cantara el gallo, no les dieron ni agua a la hora de negociar la composición del actual gobierno, se callaron cuantas veces la derecha judicial, política y mediática arremetió contra ellos, los ningunearon, proclamaron que estaban muertos y ahora, cuando comprueban que el Podemos que intentaron matar goza de mejor salud a medida que ellos languidecen, vuelven a las andadas. Como si no hubiera pasado nada. “Venga, anda, pelillos a la mar, que siempre nos hemos querido” ¡Hace falta cuajo!
Desde
hace varias semanas, no salgo de mi asombro cuando compruebo los manotazos de
náufrago de Yolanda Díaz y compañía. A medida que constatan hasta
qué punto Pedro Sánchez los ha timado, a medida que adelgazan en
las encuestas y constatan cómo aquella operación de éxito inventada para
acabar con Podemos ha sido un rotundo fracaso, en lugar de reconocer que
más vale partir de cero y, con la mayor humildad, trabajar por algo distinto,
vuelven con la misma cantinela intentando vender la mercancía de siempre.
Lo
hacen apelando al miedo a la derecha, porque no es que quieran cambiar las
cosas sino que se resisten a dejar paso, a perder su diminuto trocito de
pastel. Porque ese es el asunto. Tanto en el PC como en Izquierda Unida, como
ahora en Sumar, la cuestión ha sido siempre, y continúa siendo, conservar los
cuatro silloncitos que mantienen calentitos a unos cuantos espabilados
vendiendo a su potencial electorado que lucharán para combatir las injusticias
y las desigualdades. Mentira. Si eso significa poner en peligro su estatus y
sus prebendas nunca lo harán, como demuestra su docilidad frente a un PSOE
con los colmillos retorcidos que tiene bien claros los límites en los que
ha de moverse para que los verdaderos amos del cotarro se mosqueen con el
Gobierno lo menos posible. Que se mosquean igual, porque todo lo que no sea que
gobierne la derecha pura y dura les parecerá mal.
Si
los socialistas siempre han sido timoratos, algo que tampoco se empeñan
demasiado en disimular, quienes en la actualidad gobiernan con ellos
teóricamente a su izquierda son cada vez más gaseosos. Y algo ciegos, porque en
lugar de pedir perdón, irse a su casa la mayoría de ellos, reconocer que las
putadas que le gastaron a Podemos no tienen nombre y que sin ese motor, que
diría Iván Redondo, no levantarán cabeza, Yolanda y sus adláteres
recurren al comodín de siempre: vosotros seréis los culpables si la
ultraderecha acaba gobernando, proclaman. No se molestan ni en ser pelín
originales e interpretar una partitura distinta, ¿para qué se van a esforzar si
están convencidos, como sus socios mayoritarios, que con apelar al miedo les
vale? Si siempre que recurren al chantaje funciona, ¿para qué cambiar de
melodía?
Apenas
han sacado la patita, Yolanda Díaz, Enrique Santiago, Antonio Maíllo y
demás apóstoles de ese Sumar esbafado ahí tienen otra vez a su disposición al
noventa por ciento de los medios de comunicación dispuestos a proporcionarles
cuantos altavoces necesiten para insultar una vez más la inteligencia de la
ciudadanía y apelar a nuestra presunta desmemoria. Cancha gratis para pregonar
que los malos siguen siendo Ione Belarra, Irene Montero y compañía cuyo
rencor según ellos, nos acabará buscando la ruina y propiciando la llegada de
la ultraderecha.
No
se puede ser más tramposo, más desprejuiciado ni más amoral. Aún en el supuesto
de que fuese cierto que, salvo con la descafeinada “unidad” que preconizan,
esto se acabará yendo a la mierda, no puede ser que salvar los muebles una
convocatoria electoral tras otra les valga siempre a los mismos, a aquellos
que, en el mejor de los casos, solo continuarían peleando con la boca chica
asuntos de poca monta porque no le echarían jamás valor suficiente para plantar
cara a las presiones de bancos, farmacéuticas u organizaciones empresariales
varias. De cuestionar la monarquía o plantar cara el entramado mafioso que
condiciona el día a día de nuestra convivencia ciudadana, mejor ni hablamos.
En
palabras de Javier Lezaola, “al fascismo no se le vence con
"unidad de la izquierda", se le vence con unidad antifascista que no
es exactamente lo mismo. Otra cosa es que España ande justa de antifascismo,
pero es que anda aún más justa de izquierd
No hay comentarios:
Publicar un comentario