NO ES SÓLO EL
ALGORITMO
ESTHER PALOMERA
El
Congreso se ha convertido en un espacio donde se suceden impúdicos
enfrentamientos entre adversarios. La procacidad ha saltado además a algunas
tertulias y, por extensión, a la conversación pública. Y todo a una velocidad
perturbadora para una democracia. Ya no se disiente, se insulta. Ya no se
argumenta, se ultraja. Ya no se intercambian opiniones, directamente se berrea
En España, hace tiempo que el Congreso
de los Diputados se ha convertido en un espacio donde se suceden impúdicos
enfrentamientos entre adversarios. La procacidad ha saltado además a algunas
tertulias televisivas y, por extensión, a la conversación pública. Y todo a una
velocidad perturbadora. Ya no se disiente, se insulta. Ya no se argumenta, se
ultraja. Ya no se intercambian opiniones, directamente se berrea.
Y así pasan los días, los meses, los años… Mientras unos se preguntan si merece la pena seguir y otros pontifican sobre la inexorable necesidad de abandonar los espacios compartidos -no solo en las redes sociales- con quienes difunden bulos, vociferan, aúllan y hasta difaman por sistema. El dilema nos interpela a todos en un mundo en el que la obligación de decir la verdad ha dejado de importar y en el que ya no penaliza la falta de rigor, la manipulación, la justificación del fascismo o la vulneración del derecho internacional.
El paradigma es Trump. Estremece leer a Martin Baron, ex
director del Washington Post, contar en Frente al Poder (La esfera de
los libros) cómo tres periodistas del equipo de Fact
Checker del diario se propusieron rastrear cada declaración
falsa o tergiversada desde que juró como presidente de los EEUU en su primer
mandato, en enero de 2017. Y cómo las mentiras se sucedían a una velocidad
vertiginosa que hubo que explicar a los lectores que el periódico era incapaz
de seguir el ritmo al presidente. En el primer año de su presidencia
promediaron unas seis mentiras al día: luego pasó a 16 en 2018; veintidós en
2019, y 39 diarias en 2020. Esto, sin sumar, las 2.500 falsedades relacionadas
con el coronavirus a lo largo de un año. Al final de los cuatro años de su
primer mandato, acumuló un total de 30.573 embustes.
Sin embargo, el impacto de sus mentiras no radicaba solo en una
cifra, “sino en las exigencias cada vez mayores que nos planteaban”, tal y como
explicó Carlos Lozada, del Post, en What were we thinking (¿En
qué estábamos pensando?): “Primero se nos pidió que creyéramos mentiras
concretas. Luego, que adaptáramos la realidad a nuestras preferencias
políticas. Después, que aceptáramos solo lo que el presidente certificaba como
verdad, sin importar el asunto o cuán a menudo cambiaba de opinión. Tras esto
teníamos que sostener que no hay nada realmente cognoscible, ni aceptado
generalmente. Y finalmente se nos pidió concluir que, aun existiendo una
verdad, era irrelevante. Las mentiras no importan, solo importa el hombre que
las profiere”.
Pues lo mismo pasa estos días con las investigaciones
sobre la DANA y la retahíla de falsedades
y patrañas que acumula el president de la Generalitat desde
hace tres meses, cuando tuvo lugar la tragedia. Los fanáticos, los aduladores,
los interesados por un motivo u otro en tapar las vergüenzas de Carlos Mazón
han difundido este miércoles un audio descontextualizado de una técnico de la
AEMET en el que se escucha cómo se dirige a una técnico de Emergencias 112 de
la Generalitat valenciana de Carlos Mazón a las 12:05 horas del 29 de octubre
para decir: “«No vamos a marearos con más avisos».
Quienes han difundido el material obviaron, por supuesto,
que la Agencia Estatal de Meteorología
estableció comunicaciones vía telefónica con Emergencias hasta en 15 ocasiones para
actualizar la previsión, que además iba publicando en sus redes sociales: a las
7.31 horas; a las 7.36; a las 7.54 en dos ocasiones; a las 9.43; a las 11.26; a
las 11.36; a las 11.37; a las 11.54; a las 11.55; a las 12.01; a las 13.26; a
las 16.13; a las 16.23; A las 18.09 y 18.10.
El pasado 29 de octubre, día en que la DANA dejó 224 muertos y
tres desaparecidos, AEMET llamó al Centro de Coordinación de Emergencias para
avisar de la prolongación del aviso rojo que la agencia ya había comunicado a
las 17.54h, unas llamadas que no fueron atendidas. AEMET tuvo que colgar las
llamadas a Emergencias de la Generalitat de las 11.36, 11.37 y 11.51 porque no
se escuchaba bien. Posteriormente, recuperaron y actualizaron la conexión.
El PP y el propio presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, en
sincronía con sus habituales altavoces mediáticos, difundieron, sin embargo,
una versión editada del audio sobre la llamada que realizó una meteoróloga de
AEMET al Centro de Coordinación de Emergencias (CCE) de la Generalitat a las
12.01 horas en un nuevo intento de disculpar su gestión y trasladar la
responsabilidad a la Agencia dependiente del Ministerio de Transición Ecológica
(Miteco). “Queda claro que a quién debe imputar el juez es a Teresa Ribera”, ha
sentenciado alguno de los dogmáticos habituales del argumentario con el que
Mazón pretende descargar su responsabilidad en el Gobierno de España
No consta que Mazón haya llegado desde el 29 de octubre pasado a
las 30.573 mentiras que acumuló Trump en su primer mandato, pero entre la
decena de versiones diferentes sobre su paradero en las horas
críticas de la tragedia, el falso apagón informativo de
Confederación Hidrográfica del Júcar, las competencias
de cada Administración, su desplazamiento al CECOPI o
los avisos de la AEMET lleva ya unas cuantas. Y lo peor es que siempre hay
quien, sin aplicar los filtros mínimos para comprobar la veracidad de una
noticia, se presta a difundirlas. Pasó igual con el célebre mail manipulado por MAR sobre la
falsa oferta de la fiscalía al novio de Ayuso para
evitar la pena de prisión tras la comisión de dos delitos de fraude fiscal y uno
de falsedad documental, que se publicó tal cual
aun siendo un flagrante embuste. Pero, ya saben, si el engaño viene de la
derecha no importa y tampoco es engaño. Solo se subraya cuando quien la
profiere es un antagonista.
Y no, no es solo el algoritmo, es también la política y son
algunos medios militantes que anteponen el activismo y la polarización a los
mínimos exigibles en periodismo.
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