LO QUE ANUNCIAN LOS RUIDOS DE TRUMP
La guerra comercial contra todos se terminará volviendo contra Estados
Unidos, acelerando la inflación y la desindustrialización que el país ya sufre,
y aumentando el descontento popular entre la base social del presidente
El presidente Trump rodeado por su
equipo en una imagen difundida el 7 de febrero por la Casa Blanca. / Facebook The White House
Donald
Trump está diciendo muchas cosas: sobre Groenlandia, la Riviera de Gaza, sobre
el canal de Panamá, México y Canadá o sobre la pacificación de Ucrania. Todo el
mundo comenta y reacciona a lo que Trump está diciendo. Pero ¿qué es eso?
Jeffrey Sachs tiene razón cuando afirma que es “ruido”, que es “Hollywood”, y
que del ruido no se pueden extraer conclusiones ni apenas reacciones. No vale
la pena seguirle el juego al show de este presidente, que además de
criminal, como sus predecesores en el cargo, es un imbécil y un malvado
enfermizo. Dicho esto hay algo en esa verborrea que sí parece claro. Se trata
de la guerra comercial contra todos, adversarios y aliados. Esa es una línea
clara. Y esa línea se va a volver contra Estados Unidos.
En busca del máximo beneficio para los sectores más ricos, el capitalismo neoliberal dio en las últimas décadas pasos decisivos hacia su suicidio. Deslocalizó la producción hacia lugares con menores costes, externalizó gran parte de su industria, su I+D y dejó de invertir en infraestructuras, concentrándose en el juego especulativo no productivo con grandes retornos a corto plazo del sector financiero. La de Estados Unidos es una economía mayormente desindustrializada. El capitalismo financiero ha convertido al país en una “economía industrial fracasada”, dice Michael Hudson.
En
Rusia se sigue este proceso con gran atención. Cada viernes por la tarde la
tele rusa dedica un espacio fijo, de entre cinco y diez minutos, a los
accidentes ferroviarios de la semana en Estados Unidos. Con mucha guasa se
muestran imágenes de puentes hundidos, trenes descarrilados, grandes accidentes
por fallos de señalización… Son el resultado de años de abandono, porque desde
hace demasiado tiempo el objetivo no ha sido la economía real sino las
finanzas, los juegos de manos trileros.
Utilizar
el dólar como arma política ha provocado una huida considerable de la inversión
en deuda pública estadounidense en un montón de países. Rusia la primera. Entre
febrero de 2022 y noviembre de 2023, Moscú se deshizo del 99% de esa inversión.
China, y eso son palabras mayores por la fortuna que tiene ahí metida, cedió
casi el 25% en el mismo periodo. Egipto lo hizo en un 72%, Indonesia en un 43%
y hasta países como Hungría, Suecia, Dinamarca, Kuwait e Israel, se deshicieron
de alrededor del 15% de su deuda estadounidense.
Entre
2014 y 2022 el incremento de la dependencia de China de la cadena de producción
estadounidense en sectores como la electrónica, productos químicos, el
transporte y la maquinaria ha sido extraordinario. El 41% de los
semiconductores utilizados por el complejo militar-industrial americano
proceden de China. El gráfico de la dependencia de suministros de componentes
chinos para navegación, fuselajes, electrónica, etc., por parte de la propia
industria aeronáutica militar americana (empresas como Lockheed Martin,
Northrop Grumman, Boeing, Raytheon, General Dynamics, implicadas en sistemas de
misiles), dibuja una densa maraña de vínculos comerciales.
Suministradores
chinos en la cadena productiva de armamento de aviación de Estados Unidos en
2023.
Trump
quiere tomar el control estadounidense de la economía mundial dejando claro que
todo el beneficio debe ser para Estados Unidos. En cierta forma lo que está
afirmando es un regreso a las relaciones comerciales del siglo XIX basadas en
la pura confrontación y el ‘todo para mi’, pero ¿cómo romper la dependencia e
imbricación existente en la economía del siglo XXI maltratando a tus socios y
proveedores sin dispararse a uno mismo en la pierna?
Lo
más probable es que la guerra comercial contra todos se vuelva contra la
economía de Estados Unidos, acelerando la inflación y la desindustrialización y
aumentando el descontento popular entre la base social popular de Trump. Por
todo eso, la hipótesis de que la presidencia de Donald Trump represente para
Estados Unidos algo parecido al desastre que la de Yeltsin representó para Rusia es lo más
razonable que se puede deducir de los ruidos que llegan de Washington.
Queriendo “hacer América grande de nuevo”, este presidente imbécil va a
acelerar el declive de Estados Unidos. Desde luego, hay que preguntarse qué
oportunidades y qué nivel de desastre irradiará al resto del mundo ese gran
hundimiento.
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