¡VAMOS VAMOS QUE NOS VAMOS!
POR MAITÉ CAMPILLO
“Sin idealismo, la
política se reduce a una forma de contabilidad social, y esto es algo que un
conservador puede tolerar muy bien, pero para la izquierda significa una
catástrofe” (Tony Judt)
¿Somos todos los
que somos y estamos todos los que estamos?
Parte de la
humanidad supeditada votante se reunía desfilando encuentros sobre resultados a
forma de tertulia ajena a los cafés, entre el vulgar bar e impersonal cafetería
amplió puntos de vista cuchicheo y pesadilla sobre superficies comerciales,
perdió eco en asambleas de partido y sindicatos del mapa que confiere los
tentáculos homogéneos, de todo tipo de siglas en folclórico perfil e
imperceptible tonalidad, en un arranque febril de sarampión en diarrea extrema
de intereses. El maestro de ceremonias los va recibiendo uno a uno
políticamente correcto para que le besen la mano y el culo. Todos se inclinan
ante el monarca heredero de la casa entre Zarzuela y Pardo del General donde se
crió papá campechano entre yugos de matar. No hay problema, la democracia
impera. Los métodos de crítica directa fueron fagocitados por la propia
estructura de los medios entre dictadura y transición, son un poder fabuloso
para el capitalismo, un ejército civil tanto o más peligroso (-los hijos de los
obreros estudian para eso?). El Estado es una monarquía heredera de la
dictadura en cita con la muerte en chaleco anti-balas, la oligarquía bancaria
protege, partiendo en dos el corazón de los pueblos sobre un abanico de rasque
de alones infecto de parásitos serviles, escabulléndose hacia las porciones de
trigo del oro, semilla común del buitre de la avaricia europea, continente de
la “España” que cabalga con bandera de la Unión.