TRUMP, DEPORTACIÓN Y CLASE
OBRERA
Cristian Leyva / Zuma Press / ContactoPhoto
La propuesta de deportación masiva de inmigrantes planteada por Trump se basa en el ideal del capitalista racista: trabajadores temporales que no hagan vida en las calles ni formen familias y que no reclamen derechos laborales ni sociales
Estados
Unidos cuenta con 160 millones de asalariados y una tasa de desempleo que no
supera el 5%, lo que sugiere que la inmigración no debería ser su mayor
problema. Aunque las cifras de inmigrantes varían, se estima que no superan los
50 millones, de los cuales alrededor de 11 millones son indocumentados. La
mayoría de los inmigrantes sin papeles provienen de América Latina,
principalmente de México y Centroamérica.
Un ejemplo representativo es el estado de Texas, donde estudios calculan que el 17% de la fuerza laboral está compuesta por inmigrantes, lo que equivale a unas 3 millones de personas. Estos inmigrantes desempeñan un papel fundamental en sectores como la agricultura y la construcción, siendo parte esencial de la economía diaria en Estados Unidos.
La
propuesta de deportación masiva de inmigrantes planteada por Trump no surge de
la nada. En la administración de Biden, 271.000 inmigrantes fueron expulsados
el año pasado, y existen múltiples acuerdos de deportación con los países de
origen. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) no es una
novedad, pero la diferencia radica en el nuevo modelo que se quiere
implementar. Este modelo busca crear una sociedad sin inmigrantes, lo cual
generaría una grave crisis social y tendría efectos económicos negativos en
términos de producción y consumo.
Trump
aboga por un Estados Unidos sin inmigrantes que vivan, formen comunidades,
tengan hijos e hijas con ciudadanía estadounidense que puedan ser futuros
electores. Este enfoque es racista y excluyente, y daría paso a un nuevo
formato de inmigración. Sin embargo, una economía estadounidense sin esta mano
de obra barata sería menos productiva, no son tontos, son racistas. El posible
modelo de Trump no se asemeja al de Hitler, quien debilitó su economía al
excluir a los trabajadores judíos, sino más bien al modelo sionista actual, que
se desarrolla en Israel.
Miles de
palestinos cruzan, y aún lo hacen, los puestos de control para trabajar para
empleadores israelíes, siempre bajo estrictas medidas de seguridad. La lógica
de la seguridad, pero también la intención de prescindir de la mano de obra
palestina, ha llevado a Israel a contratar trabajadores asiáticos. Estos
inmigrantes son contratados para cumplir con un propósito temporal y serán
devueltos cuando ya no sean necesarios, sin la posibilidad de vivir realmente
en Israel. Este podría ser el modelo que Trump para Estados Unidos:
trabajadores que no desarrollen una vida en el país, que trabajen y luego se
vayan, sin formar familias ni redes sociales ni culturales.
Este
modelo ya existe puntualmente en España desde hace décadas, como en el caso de
las trabajadoras marroquíes que cada año se desplazan para la recolección de
fresas en Huelva. Este modelo laboral promueve una precariedad máxima: una
trabajadora que viene, va, y si desea regresar, debe callar. Trabajadores que
no pueden organizarse ni protestar. Mientras en España los medios claman por el
trato de los inmigrantes en EEUU, la realidad en las fronteras con África es
igualmente alarmante: las vallas de alambre de espino, los miles de ahogados y
la impunidad policial.
El ideal
del capitalista racista: trabajadores temporales que no hagan vida en las
calles ni formen familias, que no reclamen derechos laborales ni sociales. Se
trataría de un sistema de servidumbre del siglo XXI, donde solo quienes
gestionan a estos trabajadores, así como los regímenes corruptos de los países
de origen, se benefician, creando una clase obrera aún más vulnerable. No es lo
mismo un trabajador o trabajadora que vive, se afilia a un sindicato, forma una
comunidad, que uno que va y viene según lo exijan los patronos. En este
contexto Trump, se alinea con gobiernos afines como el de Bukele. El Salvador
se convertirá en un lugar para procesar inmigrantes, ya sea para deportar,
gestionarlos o incluso utilizarlos como mano de obra, tal como presume con sus
presos.
Cuando
hablamos de inmigración, hablamos de trabajadores y trabajadoras en busca de un
futuro mejor, impulsados por una necesidad apremiante y especialmente
vulnerables. El ataque a los inmigrantes en América debe ser una cuestión, que
todos los trabajadores y trabajadoras comprendamos y respondamos. Si no somos
capaces de tejer esa solidaridad, seremos los siguientes.
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