martes, 18 de febrero de 2025

LA CUMBRE DE PARÍS Y EL SINIESTRO TOTAL DE LA DIPLOMACIA EUROPEA

LA CUMBRE DE PARÍS Y EL SINIESTRO TOTAL DE LA DIPLOMACIA EUROPEA

Varios líderes europeos se reunieron de urgencia en París buscando definir una postura europea antes de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia. Sirvió de poco… o, más bien, de nada

DIARIO RED

 

Los mandatarios europeos en París — X 

Emmanuel Macron convocó a varios líderes europeos a una cumbre en París con carácter de urgencia. ¿El motivo? Definir una postura europea sólida antes de que los estadounidenses y los rusos se reúnan en Arabia Saudí. ¿El resultado? La nada más atronadora. Ni exigencias concretas, ni cohesión interna, ni mucho menos un plan de paz superador frente a la agenda extractivista del imperialismo trumpista en Ucrania.

A la reunión acudieron buena parte de las principales figuras del continente europeo: Keir Starmer, primer ministro británico, Olaf Scholz, canciller alemán, Giorgia Meloni, jefa del gobierno italiano, Donald Tusk, primer ministro de Polonia, Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen… Las ausencias, claro, también brillaron: ni Zelensky ni Orbán, entre otros.

El seguidismo de los grandes gobiernos de la Unión desde 2022 complica cualquier ejercicio teatral de orgullo europeo y facilita el unilateralismo trumpista

Macron pretendía mostrar unidad frente a un Donald Trump convencido de que Europa es prescindible en la agenda para poner en pausa la guerra de Ucrania. Ciertamente, los Estados europeos necesitan reforzar su posición antes de que avancen las conversaciones entre Putin y Trump, entre otras cosas porque, por el momento, el jefe del hegemón no tiene ningún interés por hacer valer los intereses europeos. No es para menos; el seguidismo de los grandes gobiernos de la Unión desde 2022 complica cualquier ejercicio teatral de orgullo europeo y facilita el unilateralismo trumpista.

Trump tiene claro lo que va a exigir a Europa. En primer lugar, sumisión y silencio; en otras palabras, que no molesten durante las negociaciones y que acaten lo que sea que acuerden Moscú y Washington. En segundo lugar, que se hagan cargo del día después: Europa deberá ser quien, a los ojos de Trump, se encargue militarmente del oeste de Ucrania, toda vez que la paz que se firme en Ucrania será, con toda probabilidad, frágil.

La Cumbre de París buscaba revertir esta tendencia, ejemplificando una unidad europea que contradijese la narrativa trumpista. La realidad es que ha servido exactamente para lo contrario. Europa, todavía en zozobra diplomática, es hoy igual de irrelevante para la paz en Ucrania de lo que lo era hace 48 horas, pero con un agravante: lo ha evidenciado en una cumbre anunciada a bombo y platillo.

La intención de los líderes europeos era emerger de la reunión con una verdadera agenda europea para Ucrania. De esta forma, tendrían un motivo de peso para llamar a Donald Trump y negociar los términos del apoyo europeo a las conversaciones con Putin. Nada más lejos de la realidad: la evidencia de que Macron, Scholz, Starmer, Meloni y el resto de mandatarios no pueden establecer una mirada europea para la paz en Ucrania refuerza el dominio norteamericano en la tesitura actual.

En clave interna, por supuesto, los gobiernos europeos siguen ratificando algunos lugares comunes que son, esencialmente, retóricos. “No se puede hablar de paz sin Ucrania”, dicen, aunque no plantean exactamente cómo puede Kiev, totalmente dependiente de Washington, hacer valer sus intereses. “Trump tiene que contar con Europa para negociar”, plantean, en un ejercicio ridículo de negación de la realidad, puesto que simplemente niegan la mayor mientras las autoridades rusas y estadounidenses llegan a Riad.

Donde sí parece haber un consenso específico es en aumentar el gasto militar, una exigencia directa de Donald Trump. Conscientes de la irrelevancia europea en la paz en Ucrania, fruto de una estrategia autodestructiva de seguidismo, los líderes continentales parecen comprender que, para no desacoplarse traumáticamente del jefe, deberán acatar el destino que éste les ha reservado en el este de Europa.

Corresponderá a tropas europeas disuadir a Rusia en la Ucrania occidental… y cada gobierno lo justificará de acuerdo a sus pretensiones electorales. La derecha insistirá en la “amenaza existencial” que constituye Rusia y la socialdemocracia hará trampas al solitario, defendiendo que el régimen de guerra es compatible con la sanidad y con la transición energética. Será mentira, pero qué más da. La realidad es que supondrá un riesgo para la seguridad europea.

Europa no es casi nada, más allá de un humillado satélite de unos Estados Unidos que cada vez miran menos al viejo continente

La Cumbre de París ha sido un triste evento protocolar en el que se ha reivindicado la mediocridad de la diplomacia europea. Sin cohesión interna más allá de cuatro consignas vagas y algún reclamo estadounidense, Europa afronta de forma casi irremediable un período de reconfiguración de su ser en el sistema internacional. Incapaz de defender la paz, incapaz de hacer valer sus intereses, incapaz de contener la agresividad trumpista e incapaz de sostenerse como valedor del derecho internacional (véase Gaza), la diplomacia (véase Ucrania) o los derechos humanos (véanse las fronteras europeas), Europa no es casi nada, más allá de un humillado satélite de unos Estados Unidos que cada vez miran menos al viejo continente.

El fracaso de la cumbre, eso sí, no es particular; si lo fuera, tendría solución. Es estructural. Los gobiernos europeos no tienen una mirada pacifista para el este de Europa, no tienen una estructura capaz de defender sus intereses frente a Estados Unidos y no tienen la cohesión necesaria para definir agendas continentales en asuntos como Ucrania o Gaza. Y, peor aún, no tienen la voluntad de impulsar el necesario proceso de la autonomía estratégica basada en la paz y los derechos humanos.

 

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