LA CUMBRE DE PARÍS Y EL SINIESTRO TOTAL DE LA DIPLOMACIA EUROPEA
Varios líderes europeos se reunieron de urgencia en París buscando definir
una postura europea antes de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia.
Sirvió de poco… o, más bien, de nada
DIARIO RED
Los mandatarios europeos en París — X
Emmanuel
Macron convocó a varios líderes europeos a una cumbre en París con carácter de
urgencia. ¿El motivo? Definir una postura europea sólida antes de que los
estadounidenses y los rusos se reúnan en Arabia Saudí. ¿El resultado? La nada
más atronadora. Ni exigencias concretas, ni cohesión interna, ni mucho
menos un plan de paz superador frente a la agenda extractivista del
imperialismo trumpista en Ucrania.
A la
reunión acudieron buena parte de las principales figuras del continente
europeo: Keir Starmer, primer ministro británico, Olaf Scholz, canciller
alemán, Giorgia Meloni, jefa del gobierno italiano, Donald Tusk, primer
ministro de Polonia, Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen… Las ausencias,
claro, también brillaron: ni Zelensky ni Orbán, entre otros.
El seguidismo de los grandes
gobiernos de la Unión desde 2022 complica cualquier ejercicio teatral de
orgullo europeo y facilita el unilateralismo trumpista
Macron pretendía mostrar unidad frente a un Donald Trump convencido de que Europa es prescindible en la agenda para poner en pausa la guerra de Ucrania. Ciertamente, los Estados europeos necesitan reforzar su posición antes de que avancen las conversaciones entre Putin y Trump, entre otras cosas porque, por el momento, el jefe del hegemón no tiene ningún interés por hacer valer los intereses europeos. No es para menos; el seguidismo de los grandes gobiernos de la Unión desde 2022 complica cualquier ejercicio teatral de orgullo europeo y facilita el unilateralismo trumpista.
Trump
tiene claro lo que va a exigir a Europa. En primer lugar, sumisión y silencio;
en otras palabras, que no molesten durante las negociaciones y que acaten lo
que sea que acuerden Moscú y Washington. En segundo lugar, que se hagan cargo
del día después: Europa deberá ser quien, a los ojos de Trump, se encargue
militarmente del oeste de Ucrania, toda vez que la paz que se firme en Ucrania
será, con toda probabilidad, frágil.
La Cumbre
de París buscaba revertir esta tendencia, ejemplificando una unidad europea que
contradijese la narrativa trumpista. La realidad es que ha servido exactamente
para lo contrario. Europa, todavía en zozobra diplomática, es hoy igual
de irrelevante para la paz en Ucrania de lo que lo era hace 48 horas, pero con
un agravante: lo ha evidenciado en una cumbre anunciada a bombo y platillo.
La
intención de los líderes europeos era emerger de la reunión con una verdadera
agenda europea para Ucrania. De esta forma, tendrían un motivo de peso para
llamar a Donald Trump y negociar los términos del apoyo europeo a las
conversaciones con Putin. Nada más lejos de la realidad: la evidencia de que
Macron, Scholz, Starmer, Meloni y el resto de mandatarios no pueden establecer
una mirada europea para la paz en Ucrania refuerza el dominio norteamericano en
la tesitura actual.
En clave
interna, por supuesto, los gobiernos europeos siguen ratificando algunos
lugares comunes que son, esencialmente, retóricos. “No se puede hablar de paz
sin Ucrania”, dicen, aunque no plantean exactamente cómo puede Kiev, totalmente
dependiente de Washington, hacer valer sus intereses. “Trump tiene que contar
con Europa para negociar”, plantean, en un ejercicio ridículo de negación de la
realidad, puesto que simplemente niegan la mayor mientras las autoridades rusas
y estadounidenses llegan a Riad.
Donde sí
parece haber un consenso específico es en aumentar el gasto militar,
una exigencia directa de Donald Trump. Conscientes de la irrelevancia
europea en la paz en Ucrania, fruto de una estrategia autodestructiva de
seguidismo, los líderes continentales parecen comprender que, para no
desacoplarse traumáticamente del jefe, deberán acatar el destino que éste les
ha reservado en el este de Europa.
Corresponderá
a tropas europeas disuadir a Rusia en la Ucrania occidental… y cada gobierno lo
justificará de acuerdo a sus pretensiones electorales. La derecha insistirá en
la “amenaza existencial” que constituye Rusia y la socialdemocracia hará
trampas al solitario, defendiendo que el régimen de guerra es compatible con la
sanidad y con la transición energética. Será mentira, pero qué más da. La
realidad es que supondrá un riesgo para la seguridad europea.
Europa no es casi nada, más
allá de un humillado satélite de unos Estados Unidos que cada vez miran menos
al viejo continente
La Cumbre
de París ha sido un triste evento protocolar en el que se ha reivindicado la
mediocridad de la diplomacia europea. Sin cohesión interna más allá de cuatro
consignas vagas y algún reclamo estadounidense, Europa afronta de forma casi
irremediable un período de reconfiguración de su ser en el
sistema internacional. Incapaz de defender la paz, incapaz de hacer valer sus
intereses, incapaz de contener la agresividad trumpista e incapaz de sostenerse
como valedor del derecho internacional (véase Gaza), la diplomacia (véase
Ucrania) o los derechos humanos (véanse las fronteras europeas), Europa no es
casi nada, más allá de un humillado satélite de unos Estados Unidos que cada
vez miran menos al viejo continente.
El
fracaso de la cumbre, eso sí, no es particular; si lo fuera, tendría solución.
Es estructural. Los gobiernos europeos no tienen una mirada pacifista para el
este de Europa, no tienen una estructura capaz de defender sus intereses frente
a Estados Unidos y no tienen la cohesión necesaria para definir agendas
continentales en asuntos como Ucrania o Gaza. Y, peor aún, no tienen la
voluntad de impulsar el necesario proceso de la autonomía estratégica basada en
la paz y los derechos humanos.
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