PALESTINA: GENOCIDIO
Y GUERRA DE LIBERACIÓN
POR BERNARDO CERDEIRA Y JOSÉ WELMOWICKI
En
el momento de escribir este artículo habían transcurrido 420 días desde el
genocidio perpetrado por el Estado nazi de Israel contra la población de Gaza,
con un saldo de 44.000 muertos y 104.000 heridos. A estos crímenes podemos
sumar 800 muertes en Cisjordania, 3.600 en el Líbano; 11.700 palestinos
encarcelados por Israel en Cisjordania y muchos miles más en Gaza (no existe
ningún recuento conocido).
El
genocidio actual (el genocidio histórico contra los palestinos, que dura ya más
de 70 años) es el fruto de una guerra que comenzó con el ataque de Hamás a
Israel el 7 de octubre de 2023, pero que Israel aprovechó para desatar la
masacre de la población civil en Gaza y una guerra regional atacando en siete
frentes, algunos con más intensidad y enfrentamientos diarios (Gaza, Líbano y
Cisjordania), otros con bombardeos más esporádicos de lado a lado (Yemen, Irak
e Irán) y los ataques a Siria por parte de Israel.
En
otros artículos anteriores, la LIT había señalado algunos elementos centrales
de la situación de guerra en curso:
En primer lugar, hubo … un relativo fortalecimiento de Netanyahu e Israel inmediatamente después de la ofensiva en el Líbano, el asesinato de Nasrallah y de la mayor parte del liderazgo de Hezbolá y de Sinwar, el principal líder de Hamás.
Al
mismo tiempo, se advirtía que: (…) este fortalecimiento es relativo porque
la resistencia palestina y de Hezbolá no fue derrotada. Aunque las victorias
israelíes han sido producto de su superioridad militar, particularmente en el
aire y en el campo de la inteligencia, Israel también está sufriendo pérdidas
(más de las que afirma).
Además,
Israel no ha logrado estabilizar su ocupación terrestre de Gaza y del sur del
Líbano. La historia ya ha mostrado que las guerras de liberación nacional en
las que participan millones de personas pueden derrotar las ocupaciones de
tierras incluso por de los ejércitos más fuertes, como en el caso de Vietnam,
Irak, Afganistán o hasta la derrota de Israel a manos de Hezbolá en el Líbano
en 2000 y 2006.
Por
otro lado, alertaba que: (…) Las victorias israelíes exigen una política de
contrarrevolución permanente, de expansión de la Nakba en el plan del «Gran
Israel». Externamente, Israel sigue perdiendo la batalla por los corazones y
las mentes de las clases trabajadoras y de la juventud, con un creciente
rechazo a Israel entre una parte significativa de las masas del mundo y
tensiones entre las masas árabes contra la capitulación de los gobiernos de la
región ante el genocidio sionista.
Apenas
15 días después de estos hechos, se confirmó el acierto de la caracterización
de que el fortalecimiento del gobierno de Netanyahu era relativo y que
las victorias de Israel con el asesinato de la mayor parte de los dirigentes de
Hezbolá, y de Sinwar de Hamás, aunque muy importantes, eran tácticas y no
superaban las agudas contradicciones de Israel. De hecho, la realidad ha
mostrado que estas contradicciones son más profundas.
Recuperación
de Hezbolá y guerra regional
Como
en toda guerra, es necesario analizar, en primer lugar, la situación en el
campo de batalla. El ataque de Israel al Líbano y el intento de invadir y
ocupar el sur de este país marcaron un nuevo nivel para la guerra, que ahora
puede caracterizarse ya como una guerra regional. Aunque Hezbolá sufrió un duro
golpe con el asesinato de su secretario general y de la mayor parte de sus
dirigentes, los días siguientes mostraron que esto no destruyó sus capacidades
militares.
Por
el contrario, Hezbolá intensificó su acción militar en ambos terrenos: los
bombardeos sobre el norte y el centro de Israel y el enfrentamiento terrestre
con las divisiones israelíes que intentaban ocupar el sur del Líbano, muestran
una alta capacidad de recuperación.
En
la guerra aérea, los drones y los misiles están cumpliendo un papel
fundamental. El Canal 12 de la televisión israelí destacó que, desde principios
de noviembre de 2024, se ha lanzado un número récord de drones hacia Israel, en
medio de una guerra en múltiples frentes, observando que «en las últimas
semanas, los lanzamientos de drones se han vuelto una rutina».
El
canal informó que en los primeros 13 días de este mes, hubo 40 ataques con
drones, con un promedio de 3,3 ataques por día, con múltiples drones en cada
ataque, lo que totalizó una cifra de «1.300 drones lanzados desde todos los
frentes» hacia «Israel», desde finales de octubre de 2024. El canal también
señaló que 61% de los drones lanzados hacia “Israel” en noviembre se originaron
en el Líbano, y un gran número también provino de Yemen y de Irak.
El
mismo canal informó que desde el inicio de la guerra, más de 200 drones han
penetrado con éxito las defensas aéreas y alcanzado objetivos, lo que confirma
que estos drones han causado grandes pérdidas y daños en los últimos meses. En
octubre, por ejemplo, un dron de Hezbolá atacó el campo de entrenamiento de la
Brigada Golani en Binyamina, una ciudad al norte de Tel Aviv, matando a cuatro
soldados e hiriendo a sesenta y un integrantes de la tropa.
El
14 de noviembre,, Hezbolá anunció que por primera vez lanzó un enjambre de
drones unidireccionales contra la base Kirya, en la ciudad de Tel Aviv, que
alberga la sede del Ministerio de Seguridad de «Israel», el Estado Mayor
General, la Sala de Gerenciamiento de Guerra y la autoridad de monitoreo y
control de guerra de la Fuerza Aérea.
El
16 de noviembre, Hezbolá atacó Haifa, la tercera ciudad más grande de Israel,
con misiles y drones que alcanzaron varias bases militares, incluido el cuartel
general del comando naval Shayetet 13 en Atlit, al sur de Haifa, la Base Naval
Stella Maris, las Bases Técnica y Naval de Haifa, la Base Tirat Carmel y, por
primera vez, la Base de Combustible Nesher.
La
situación en el frente de guerra libanés ha cambiado. Israel intentó ocupar el
sur del Líbano para crear una zona de exclusión que impidiese a Hezbolá lanzar
misiles y drones contra objetivos militares y ciudades del norte y centro de
Israel, lo que provocó el desplazamiento de 100.000 refugiados internos.
Para
eso, envió 50.000 soldados y sus mejores divisiones, incluida la Brigada
Golani, para intentar invadir y ocupar el sur del Líbano. El intento de
invasión encontró una fuerte resistencia por parte de Hezbolá, lo que llevó a
combates directos. Israel fue repelido, con grandes pérdidas, y no pudo ocupar,
limitándose a incursiones en algunas aldeas. A partir de entonces,
retrocedieron hacia Israel y, hasta la fecha en que fue escrito este artículo,
no pudieron ocupar el Líbano, sólo lo bombardearon.
Guerra
en suelo: muertos y heridos en el ejército israelí
Aunque
el mando de las fuerzas armadas israelíes oculta a menudo las cifras de
víctimas, como parte de una política sistemática bajo el pretexto de «censura
militar», el ejército israelí reconoce la muerte de 793 soldados desde el
inicio de la guerra.
Los
datos también revelan que 192 oficiales israelíes fueron muertos, lo que indica
que uno de cada cuatro oficiales muertos era un comandante. Entre los muertos
se encontraban 67 comandantes de pelotón, 63 comandantes de compañía, 20
vicecomandantes de compañía, 7 comandantes adjuntos de batallón, 5 comandantes
de batallón y 4 comandantes de brigada. Del total de víctimas mortales, 48%
eran reclutas, 18% cumplían en «servicio permanente» y 34% eran reservistas.
El
14 de noviembre, el Canal 14 informó que, en 48 horas, 11 oficiales y soldados
israelíes murieron y más de 10 resultaron heridos en batallas en Gaza y el
Líbano. La tendencia al aumento de las bajas con el nuevo frente en el sur del
Líbano queda demostrada por la decisión de las Fuerzas Armadas de Israel de
abrir 600 nuevas sepulturas en el cementerio militar.
Según
datos proporcionados por la prensa israelí y de algunos medios árabes como Al
Mayadeen y Al Jazeera, las bajas en el frente del sur del Líbano ya
han superado los 98 muertos y los 1.000 heridos en tan sólo las primeras 4
semanas del intento de invasión terrestre por parte de las fuerzas militares
sionistas, afectando fuertemente el dispositivo militar sionista.
Tanto
o más importante que el número de víctimas fatales es el número de heridos
de las Fuerzas Armadas de Israel en ese año de guerra,porque afectan a su
capacidad operativa y la moral de la tropa. El Ministerio de Salud de Israel
anunció el 14 de noviembre que el número total de ingresos hospitalarios desde
el 10 de octubre de 2023 llegó a 22.047.
De
ese total, el Departamento de Rehabilitación del Ministerio de Seguridad
israelí reveló recientemente que ha recibido para rehabilitación al menos 12.000
soldados desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, incluidos aquellos
diagnosticados con Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Aproximadamente
43% de los 12.000 soldados sufren
de trastorno de estrés postraumático, mientras 14% sufrió
heridas de moderadas a graves, incluidos 23 casos de traumatismo craneal grave,
60 casos de amputación y 12 que perdieron permanentemente la visión.
Sólo
durante la semana del 7 al 14 de noviembre, el Ministerio registró 321 heridos.
Entre ellos, se cuentan 21 casos en el norte de Israel (en 24 horas) y 202
heridos desde esa última actualización.
Las
internaciones afectan a poco más de 5% de las FOI [Fuerzas de Ocupación Israelí
– FOI], que están compuestas por aproximadamente 450.000 efectivos: 150.000
permanentes y 300.000 reservistas, es decir, 66% de los soldados de la
ocupación son reservistas, y decenas de miles de ellos están en función de
apoyo y no de combate.
Entre
muertos y heridos durante este año de guerra, las Fuerzas de Defensa de Israel
perdieron casi dos divisiones, enfrentando una grave escasez de soldados. Según
el alto mando, el ejército necesita urgentemente 7.000 reclutas.
Hay
un claro desgaste y descontento entre las filas del ejército, motivados por la
duración de la guerra (1 año y 1 mes), la más larga en la existencia de Israel,
por las fallas en el dispositivo militar israelí, y por a la extensión de los
combates en tierra, en tres frentes (Gaza, Líbano y Cisjordania). Esta realidad
obliga a los reservistas a turnarse continuamente para cubrir huecos en
diferentes frentes. Comenzó a haber un movimiento de reservistas para no
volver al frente (en Israel todos son reservistas hasta los 50 años). Todo esto
ejerce una fuerte presión sobre el propio comando militar para que haga una
pausa en la guerra.
Avi
Ashkenazi, corresponsal militar del periódico israelí Maariv, destacó
una creciente crisis dentro del ejército israelí, que podría socavar los
esfuerzos para presionar a Hezbolá. Hizo hincapié en que la escasez de
combatientes de reserva debilitaría la capacidad del ejército israelí para
aplicar presión militar sobre Hezbolá, obstaculizando potencialmente cualquier
esfuerzo para resolver la guerra.
Ashkenazi
citó una conversación con soldados de la reserva en la Brigada Golani, quienes
hablaron de las «dificultades económicas y familiares» que enfrentaron
después de más de un año de combate, algunos de los cuales ya habían servido
más de 250 días.
Los
soldados expresaron su frustración con la forma en que los líderes israelíes
los tratan: Nos enfrentamos a la ruina financiera, los negocios están al
borde del colapso y los soldados cargan están sobrecargados con dificultades
personales y profesionales. Nos alistamos por un sentido del deber, pero parece
que el gobierno muestra poca consideración por nuestros sacrificios o nuestro
bienestar.
Por
otro lado, el diario israelí Yedioth Ahronoth informó que a los militares
les preocupa una disminución de 15% a 25%
en la participación
en el servicio de reserva.
A
esta situación se suma el problema de los Haredim, judíos ortodoxos exentos por
ley de servir en el ejército y de trabajar, para dedicarse al estudio de la
Torá, recibiendo para ello subvenciones permanentes del Estado. Cada año,
muchos también viajan a Uman, Ucrania, para celebrar el Año Nuevo judaico.
La
comunidad Haredim tiene una gran influencia en Israel, constituyendo
aproximadamente 13% de la población de «Israel». En una situación tan grave
como esta, un número cada vez mayor de israelíes está indignado contra estos
privilegios de los religiosos. En junio de 2023, la Corte Suprema de Israel
dictaminó que los judíos ultraortodoxos deben ser reclutados como otros
ciudadanos israelíes, intensificando las tensiones.
Tras
esta decisión, el régimen comenzó a emitir órdenes de reclutamiento para
hombres Haredim de entre 18 y 26 años. Los informes iniciales indicaron una
resistencia significativa, y muchas personas no respondieron a los borradores
de notificaciones. El viernes, el Ministerio de Seguridad de Israel anunció
planes para el alistamiento gradual de 7.000 judíos ultraortodoxos en las
fuerzas armadas.
El
problema para el gobierno es que los partidos que representan a los Haredim son
fundamentales para sostener la coalición gubernamental. Por lo tanto, Netanyahu
está articulando una ley que permita que esta exención continúe.
Yair
Lapid, líder de la oposición israelí, ha pedido a los dirigentes y a las
instituciones del régimen que nieguen financiación pública, pasaportes y
privilegios de viaje a los Haredim que se nieguen a servir en las fuerzas armadas.
En
declaraciones a la Radio del Ejército de Israel, Lapid exigió: «El
reclutamiento de Haredim es una cuestión de valores, y deben alistarse. (…) Si
no lo hacen, no deben recibir presupuestos, no deben obtener pasaportes y no
deben ser autorizados a viajar a Uman (Ucrania)». Pero, hasta ahora, los
Haredim se han negado a alistarse.
Genocidio
y Guerra de Resistencia
No
hay duda de que el genocidio perpetrado por Israel en Gaza, la resistencia
palestina liderada por Hamás, y la resistencia de Hezbolá están en el centro de
la lucha de clases mundial y han atraído un movimiento internacional de repudio
a Israel y de apoyo a los palestinos.
Sin
embargo, entre quienes denuncian el genocidio practicado por Israel, hay muchos
sectores pacifistas, incluidos sectores de la izquierda, que creen que el
actual conflicto que se desarrolla en Palestina es esencialmente un genocidio
de la población palestina y no una guerra porque sólo un lado (Israel) ataca, y
la desproporción de fuerzas es brutal.
Sin
duda, el genocidio perpetrado por Israel es un hecho. El objetivo de Israel es
aterrorizar a la población civil, destruir a Hamás y a Hezbolá, promover la
limpieza étnica para apropiarse del territorio de Gaza y Cisjordania, y crear
una zona tapón en el sur del Líbano. Y, por supuesto, la desproporción militar
de fuerzas es enorme. Esto también es un hecho.
Pero
decir sólo que hay un genocidio es unilateral. También hay una fuerte guerra de
resistencia no sólo de Hamás sino de toda la Resistencia Palestina unificada:
la Jihad Islámica, Al Fatah, el FPLP, el FDPLP, el Movimiento Muyahidín
Palestino, y varios otros grupos más pequeños. ¿Cuáles son los elementos que
demuestran que hay un enfrentamiento militar?
Hay
enfrentamientos diarios, documentados en videos y divulgados en las redes
sociales, entre las fuerzas de la Resistencia y las tropas israelíes. Es una
guerra de guerrillas, donde la Resistencia sale de los túneles, tiende
emboscadas a las tropas israelíes, y regresa a los túneles. Sólo en los
primeros quince días de noviembre, la Resistencia mató a 24 soldados israelíes.
Esta
resistencia militar es un elemento decisivo sobre por qué Israel no ha podido
derrotar, y mucho menos erradicar, a Hamás y la Resistencia después de más de
un año de una brutal acción militar en Gaza, bombardeos constantes, destrucción
de 70% de los hogares en Gaza, invasión, asedio y presión por hambre, falta de
electricidad, agua, alcantarillado, etc. El simple hecho de no poder eliminar
la Resistencia, después de más de un año de guerra, es una derrota para Israel.
Por
otra parte, si lo que Israel afirma fuese cierto, que Hamás y la Resistencia ya
han perdido el 80% o el 90% de sus tropas y no pueden resistir, ¿por qué Hamás
se siente capaz de rechazar el alto el fuego en las condiciones de Israel, que
pretende imponer la continuidad de la ocupación militar? Evidentemente porque
puede sostener la guerra de guerrillas durante un tiempo considerable.
Si
fuese cierto que casi no hay resistencia armada, ¿por qué Israel no puede poner
fin a la guerra de una vez por todas? Hay una combinación de aspectos políticos
internacionales y nacionales que abordaremos más adelante y que han impedido,
hasta ahora, el triunfo de Israel, pero desde el punto de vista militar la
resistencia palestina es un elemento decisivo.
Hamás
y la Resistencia Palestina se encuentran en una posición político-militar
defensiva, que les permite mantener la lucha. Los combatientes no sólo se
protegen en los túneles, sino que defienden su tierra y a su pueblo de un
agresor genocida y están inseparablemente mezclados con la población de donde
reciben apoyo y la adhesión de nuevos contingentes de combatientes. Esto es
típico de las guerras de liberación.
Una
victoria militar de Israel exigiría que el ejército israelí invadiese y ocupase
definitivamente Gaza y simultáneamente destruyese los 700 kilómetros de túneles
para cazar y eliminar a los soldados de la Resistencia. El problema es que,
además de que el resultado de esta acción implicaría un alto costo militar,
ciertamente causaría la muerte de aproximadamente 100 rehenes en poder de Hamás
y decenas o incluso cientos de miles de víctimas civiles palestinas, lo que
exacerbaría la indignación de la opinión pública internacional y la creciente
preocupación de parte de la opinión pública interna de Israel por el rescate de
los rehenes.
A
este elemento se suma el problema de la bajísima moral de una tropa de
ocupación que sólo está acostumbrada a reprimir cobarde y cruelmente a
manifestantes desarmados, niños y adolescentes, protegida por intensos
bombardeos. Entrar en un túnel para enfrentarse a combatientes altamente
motivados, dispuestos a morir como mártires porque no tienen otra opción, es
algo muy diferente y exigiría una moral que el ejército israelí, que ya está
exhausto tras un año de guerra, está lejos de tener.
Otro
problema creciente para Netanyahu es la movilización de las familias de los
rehenes, furiosas porque él no acepta ninguna propuesta de cese del fuego y de
intercambio de rehenes por prisioneros palestinos en las cárceles israelíes.
Además,
existe también una situación de guerra en Cisjordania. En respuesta a
las operaciones militares del ejército israelí, crece la resistencia armada,
principalmente en el norte de la región, en ciudades como Jenin, Tulkarm,
Nablus, Tubas, y en los campos de refugiados alrededor, pero también se está
extendiendo a ciudades del centro y del sur, como Hebrón, Ramallah y Belén. Se
trata de una resistencia diferente y superior a las Intifadas, porque esta vez
hay una organización de varios grupos de combatientes armados con armas ligeras
y artefactos explosivos improvisados.
Todas
las dificultades de Israel en esta, repetimos, la guerra más larga de su
historia, no disuadieron al gobierno de Netanyahu de su siniestro plan:
promover una limpieza étnica en el norte de Gaza para permitir una ocupación
militar permanente del Ejército; construir una franja militarizada con
fortificaciones en el corredor de Netzarim, que cruza la Franja de Gaza de Este
a Oeste y divide a Gaza por la mitad, y ocupar también el corredor Filadelfia
en la frontera con Egipto. Todo esto está en curso, pero su implementación
depende del desenlace de la guerra y de la lucha de clases nacional e
internacional.
La
movilización internacional y la crisis en Israel
En
la primera parte de este artículo nos preocupamos por demostrar que la acción
militar de Israel está lejos de ser un camino que no encuentra resistencia,
sino todo lo contrario. Pero ahora tenemos que ver qué está pasando en Israel.
Según
Carl von Clausewitz, el general prusiano que fue uno de los teóricos militares
más importantes, «la guerra es la continuación de la política por otros
medios». Coincidiendo con esta frase, no podemos aislar el genocidio en Gaza y
la resistencia armada de los palestinos del contexto internacional y de la
situación interna de Israel.
La
masacre perpetrada por Israel desencadenó movilizaciones en todo el mundo
contra el genocidio, en defensa de los palestinos y por un alto el fuego. Las
protestas fueron mucho más allá de los países musulmanes y cobraron importancia
principalmente en Estados Unidos y Europa. Israel nunca ha estado tan
desprestigiado internacionalmente en toda su historia.
Cuando
Israel reacciona al ataque de Hamás y comienza la guerra, el gobierno de
Netanyahu se fijó tres objetivos: traer de vuelta a los rehenes; poner fin a
las “capacidades militares y de gobierno” de Hamás; y “garantizar que Gaza no
represente una amenaza local para Israel” en el futuro, es decir, ocupando o
controlando el territorio. Más recientemente, el gobierno empezó a hablar de un
cuarto objetivo, que sería garantizar el regreso seguro de los habitantes del
norte de Israel que tuvieron que abandonar la región a causa de los ataques de
Hezbolá.
Es
importante resaltar que, inicialmente, el ataque de Hamás provocó una reacción
violenta de la población y que la mayoría absoluta apoyó la guerra, la
destrucción de Hamás y de la Resistencia Palestina, e incluso el genocidio. Los
partidos políticos, la burguesía y las Fuerzas Armadas se unieron en torno a un
gobierno de unidad nacional con Netanyahu a la cabeza.
Netanyahu
hablaba de acabar con Hamás en días o, como mucho, semanas. Es evidente que
si se estuviesen alcanzando los objetivos de la guerra, es decir, si sólo
hubiera genocidio, un paseo militar y se produjese la liberación progresiva de
varios rehenes, producto de la ofensiva militar, la población, los partidos
políticos y la burguesía continuarían unidos en torno al gobierno.
Pero
está sucediendo exactamente lo contrario: hay una profunda crisis en Israel,
provocada por el impasse tras un año de guerra y el gobierno de Netanyahu sigue
siendo cuestionado por todos lados. Los asesinatos de Sinwar, de Nasrallah y
del alto mando de Hezbolá fortalecieron temporalmente al gobierno, pero la
realidad es que ninguno de los objetivos trazados por Netanyahu se logró.
No
sólo los rehenes no fueron rescatados, sino que la muerte de seis de ellos
provocó movilizaciones masivas de cientos de miles de manifestantes, e incluso
una huelga general contra el gobierno de Netanyahu y a favor de un acuerdo de
alto el fuego que permitiría su liberación. Un hecho sin precedentes en Israel
en medio de una guerra.
Hamás
está lejos de ser destruido y la ofensiva israelí en el sur del Líbano,
intentando ocupar una zona tapón que impida el lanzamiento de misiles y drones
por parte de Hezbolá, después de más de un mes de intentos, no logró ninguna
porción territorial de importancia y los bombardeos a Israel aumentaron.
Llegaron a alcanzar Tel Aviv y Haifa sin que las defensas de Israel pudiesen
impedirlo.
Los
gastos militares de una guerra prolongada que no logra ninguno de sus
objetivos, la inflación y la crisis económica, sumados a las políticas del
gobierno de Netanyahu, han abierto una crisis económica y política. Hay una
división en la burguesía israelí (entre los sectores burgueses y los partidos
de los centros económicos del país y los partidos de las colonias de
Cisjordania) y fricciones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas, el Mossad y
el Shin Bet.
Uno
de los temas centrales de divergencia es el acuerdo de alto el fuego con Hamás
y el intercambio de rehenes por prisioneros o la continuación de la guerra.
Netanyahu quiere continuar la guerra y cuenta con el apoyo de los partidos de
los colonos, que presionan para extender la ofensiva militar a Cisjordania.
Algunos de sus ministros, como Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Interior,
hablan de anexar la región, a él llama Judea y Samaria.
Sin
embargo, existe un enfrentamiento creciente entre el gobierno de Netanyahu y la
cúpula militar y de seguridad. La dimisión del ministro Gallant y las noticias
en la prensa sobre un posible despido de los jefes del Shin Beth y del Estado
Mayor de las Fuerzas Armadas (FDI) profundizaron la crisis en plena guerra.
Recientemente,
el Foro Empresarial Israelí, que reúne a las 200 empresas líderes del país, se
pronunció contra el despido del ministro de Seguridad (ministro de Defensa),
Yoav Gallant, poco antes de que ocurriera: El Primer Ministro sabe mejor que
nadie que todos los indicadores económicos muestran que Israel se dirige hacia
un abismo económico y se hunde en una profunda recesión. Lo último que Israel
necesita ahora es el despido de un ministro [de seguridad], lo que
desestabilizaría al [país].
El
imperialismo presiona por un acuerdo de alto el fuego y continúa agitando
alguna forma de solución de “dos Estados”, pero el gobierno, los partidos de
los colonos e incluso la gran mayoría de los sectores de la oposición están
radicalmente en contra de un Estado palestino, incluso si no tiene autonomía.
La única política de todos estos sectores es mantener a más de 5 millones de
palestinos bajo una dictadura y un régimen de confinamiento en enormes guetos.
Esto sólo es posible con un régimen de guerra permanente, que después de un año
muestra claramente su agotamiento. El coste económico de la guerra ya ha
alcanzado los 68.000 millones de dólares y la continuación de la acción militar
de Israel depende de los suministros militares de EE.UU. y de los países
europeos.
A
medida que pasa el tiempo y la guerra continúa, la situación se va haciendo más
difícil de sostener para Israel, cuya economía y actividad productiva tuvieron
una importante reducción, generando, junto a la creciente inseguridad debido a
la guerra, una ola de migraciones de profesionales de nivel superior. El
historiador Ilan Pappé afirmó que el éxodo es de aproximadamente 600.000
israelíes, incluidos médicos judíos de las ciudades más prósperas, como Tel
Aviv, hacia Europa occidental y Estados Unidos.
Por
otro lado, Israel llevó a cabo una nueva agresión militar contra Irán, con un
ataque aéreo a sus bases militares. El ataque fue planeado cuidadosamente con
el imperialismo estadounidense, que reforzó la defensa antiaérea israelí y
definió los objetivos limitados de los ataques, pero ahora ya estamos en una
guerra regional. Esta regionalización de la guerra es una política de Netanyahu
que tiene que ver con el proyecto del Gran Israel y con el papel gendarme del
imperialismo norteamericano, aunque existen diferencias tácticas con el gobierno
de Biden sobre hasta dónde debe llegar la guerra.
La
conclusión de este panorama es que hay una polarización: Israel alimenta la
guerra y la agresión buscando redefinir el mapa de Medio Oriente, pero al
hacerlo, aumenta brutalmente las tensiones y el país vive la mayor crisis de su
historia. No sólo se cuestiona su imagen en el mundo, sino la existencia misma
del Estado de Israel, un proyecto colonialista y racista. Y esto cuestiona y
pone en riesgo el control del imperialismo estadounidense y europeo en la
región. La guerra en Palestina es el centro de la lucha de clases mundial.
El
ataque de Hamás del 7 de octubre fue un acierto y un hito en la lucha por la
liberación de Palestina
Si
sólo hubiese habido un genocidio y no hubiese una guerra de liberación,
tendríamos que concluir que el ataque de Hamás del 7 de octubre fue una
provocación contra un enemigo muy poderoso. Esa provocación sería
corresponsable por las brutales represalias y por el genocidio de Israel, así
como potencialmente por una derrota histórica de la causa palestina. ¿Eso es
verdad? Pensamos que la conclusión es opuesta, a pesar de todas sus
contradicciones.
En
primer lugar, es necesario tener claro que Hamás es una organización
nacionalista burguesa con todas las limitaciones de su carácter de clase. Sin
embargo, en el momento actual es la organización que las masas palestinas y
especialmente su vanguardia se apropian para organizar su lucha por la
liberación nacional.
Desde
el punto de vista de la lucha nacional por la liberación de Palestina, el
ataque de Hamás fue un acierto político y militar. Logró capturar a 250
rehenes. Puso de nuevo la lucha del pueblo palestino a la orden del día.
Unificó las fuerzas de la Resistencia. Mostró el verdadero carácter fascista y
genocida del Estado de Israel. Movilizó masas del mundo entero a favor de los
palestinos. Obligó a Israel a librar la guerra más larga y costosa de su
historia, puso al Estado sionista en crisis y cuestionó su viabilidad.
La
derrota militar/política de Israel es posible
La
resolución de una guerra no se basa sólo en el número de bajas y la destrucción
del adversario. Si así fuese, el resultado ya estaría definido a favor de
Israel o del imperialismo antes de que la guerra comenzara. En los casos de
guerras de liberación anticoloniales, las victorias y derrotas se miden por la
capacidad del invasor o potencia de imponer un orden estable a los colonizados
y que estos dejen de luchar para que el ejército colonial no tenga que mantener
una guerra permanente, con pérdidas humanas que amenacen su cohesión interna.
En
el caso de Vietnam, más de un millón de vietnamitas perdieron la vida y Estados
Unidos “sólo” alrededor de 50 mil soldados, además de decenas de miles de
heridos y portadores de trastornos mentales. Sin embargo, quien salió derrotado
fue Estados Unidos. El papel de los grandes movimientos contra la guerra en el
interior de Estados Unidos fue decisivo para esta derrota.
En
el caso actual, uno de los mayores problemas de Israel es el movimiento mundial
contra el exterminio de los palestinos. En especial, la pérdida de apoyo a
Israel por parte de los jóvenes de la colonia judía más grande, la
norteamericana. Las organizaciones Jewish Voices for Peace [Voces
Judaicas por la Paz] y If not Now [Si no ahora…] agrupan a más de 700.000
seguidores en sus páginas y a decenas de miles de activistas.
Israel
nunca ha estado tan desprestigiado internacionalmente en toda su historia. El
BDS (nombre de la campaña internacional de boicot a inversiones y por sanciones
contra el Estado sionista, en la línea de la llevada a cabo en relación con el
apartheid sudafricano en las décadas de 1980 y 1990 del siglo pasado) está
teniendo una repercusión cada vez mayor. Empresas importantes, como INTEL,
suspendieron las inversiones económicas en Israel. 4.500 escritores, como
Arundhati Roy, Sally Rooney, y otros decidieron boicotear la publicación de sus
obras por editoras israelíes que apoyen el genocidio.
En
la guerra actual, así como en la guerra de Vietnam, la superioridad
armamentista de Israel es avasalladora en lo que respecta a la fuerza aérea,
las fuerzas navales, los misiles y los vehículos blindados. Y el apoyo del
imperialismo estadounidense permite un suministro casi inagotable de armas. Por
eso, la derrota de Israel es muy difícil, pero como demostró la derrota en
Vietnam de Estados Unidos, el jefe del imperialismo en el mundo, esto no es
imposible.
Debido
a esta lucha desigual, no podemos descartar que Hezbolá negocie un acuerdo de
alto el fuego por separado, abandonando a la Resistencia Palestina. Al momento
de escribir este artículo, el imperialismo está presionando a la dirección de
Hezbolá en este sentido y, al parecer, el gobierno israelí aceptaría negociar
una propuesta de este tipo. A pesar de la combatividad demostrada hasta ahora por
Hezbolá, no es posible confiar en una dirección nacional burguesa que tiene sus
propios intereses como clase propietaria en el Líbano y en la región.
Lo
mismo se aplica a Irán. Aunque Irán ha evitado una confrontación generalizada
con Israel, sin duda por temor a la reacción del imperialismo estadounidense,
es innegable que su gobierno ha suministrado todo tipo de armas a Hezbolá, a
los hutíes, y anteriormente a Hamás. Sin embargo, no es posible ignorar que la
burguesía iraní que apoya el régimen de los ayatolás tiene sus propios
objetivos nacionales como potencia regional y puede en cualquier momento
subordinar la causa palestina a sus propios intereses, negociando o presionando
por un acuerdo que obligue a los palestinos a aceptar concesiones mayores al
imperialismo, so pena de quedar más aislados.
Sin
embargo, la propuesta sobre la mesa de negociaciones, de un alto el fuego de 60
días entre Israel y Hezbolá con el establecimiento de una fuerza multinacional
en el sur del Líbano, está lejos de resolver la situación. Todas las
contradicciones mencionadas anteriormente seguirán existiendo mientras la
cuestión palestina esté en el centro del problema. Y la crisis de Israel
seguirá.
La
situación no está definida, pero reafirmamos que la derrota del Estado sionista
es posible y que el problema es político-militar y depende no sólo de su
superioridad militar, sino de la resistencia palestina y libanesa, de la
situación interna en Israel y de la lucha de clases Internacional.
Revolución
socialista y guerra nacional de liberación
Nosotros,
como socialistas revolucionarios, tenemos diferencias fundamentales con Hamás.
Como decíamos, es un partido nacionalista, islámico, que defiende la concepción
de un Estado capitalista. Nosotros, por el contrario, defendemos que la única
solución definitiva para la humanidad, e incluso para el problema de la
liberación nacional del yugo del imperialismo y de la autodeterminación de los
pueblos es el socialismo internacional.
Esto
no significa que ignoremos el problema de la liberación nacional de Palestina.
Al contrario. La lucha por una Palestina libre, laica, democrática y no racista
del río al mar es una demanda democrática cuyo significado va más allá de la
aspiración de los 11 millones de palestinos de retornar al territorio del que
fueron expulsados y constituir una nación soberana. También se transformó en un símbolo de la lucha de los pueblos árabes contra la opresión del imperialismo estadounidense y
europeo, cuyo agente armado es el Estado de Israel.
La
lucha por la liberación de Palestina sólo puede salir victoriosa si queda claro
que para lograr este objetivo es necesario destruir el Estado colonialista de
Israel, que se apoya en bases racistas y de amenazas y guerras permanentes
contra los pueblos del Medio Oriente. Sólo el fin del Estado de Israel puede
dar una salida permanente para el pueblo palestino y para los pueblos de la
región.
Lo
que amenaza hoy a la Resistencia no es sólo Israel, sino, principalmente, la
política de los dos Estados, a la que Hamás se ha sumado recientemente, y que
es promovida tanto por las burguesías árabes pro-estadounidense e israelí
(Arabia Saudita, Egipto, Jordania) como por aquellos que tienen conflictos con
Israel (Irán y el llamado Eje de Resistencia).
Los
acuerdos de Oslo ya han mostrado que esta falsa “solución” no garantiza ni el
territorio ni la soberanía de un Estado palestino, y mucho menos el regreso de
los refugiados. Sólo sirvió para que el Estado de Israel y el imperialismo
cooptasen a parte de las organizaciones palestinas, principalmente el Fatah,
que controla la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Por
otro lado, la posición de los pacifistas y de los reformistas no sólo niega la
eficacia e incluso la existencia de la lucha de resistencia palestina y
libanesa, sino que, en la práctica, se opone a la acción militar de la
resistencia palestina y de los movimientos árabes.
Sin
embargo, la realidad, evidenciada por la historia de más de 100 años del
proyecto imperialista y colonialista que culminó con la ocupación sionista de
Palestina, así como por la larga lucha de la resistencia palestina, demostró
que la lucha por la liberación de Palestina sólo puede ser alcanzada por la vía
militar y revolucionaria.
Y
hoy, el camino que conduce a la liberación de Palestina y, en el desarrollo de
la lucha de clases revolucionaria, a una dinámica de revolución permanente
hacia la revolución socialista, pasa por la resistencia armada que enfrenta
al Estado de Israel. Por eso, estamos incondicionalmente del lado de
la Resistencia militar palestina y libanesa, independientemente de las
diferencias y críticas que tenemos para con sus direcciones nacionalistas como
Hamás, Hezbolá, y otras.
Defendemos
que esta resistencia armada se extienda internacionalmente a otros países. Las
acciones de organizaciones de otros países contra Israel son fundamentales para
derrotar el Estado de Israel. Un ejemplo son las acciones de los hutíes de
Yemen, con drones y misiles que han afectado el comercio en el Mar Rojo, lo que
aumenta el aislamiento económico de Israel. También hubo acciones de grupos
presentes en Irak y en Siria. Ya hubo drones que cayeron en Eilat, en el
extremo sur de Israel, lo que ha golpeado la moral del ejército.
Para
eso, es necesario denunciar y confrontar a los gobiernos árabes que colaboran
con el imperialismo y con Israel, como Arabia Saudita, Jordania, los Emiratos,
Marruecos y Egipto. Estos gobiernos se limitan a realizar protestas verbales
contra el genocidio, pero mantienen relaciones comerciales con el Estado
genocida. La monarquía marroquí permitió el paso por sus puertos de un barco
cargado con armas y municiones para Israel, en medio de protestas de
simpatizantes de la causa palestina en el puerto de Tánger. Es la misma
posición del gobierno jordano, pero contra el sentimiento de su pueblo que
apoya masivamente a la resistencia palestina. En las recientes elecciones al
Parlamento, la Hermandad Musulmana, que defendía la ruptura de los acuerdos con
Israel, alcanzó casi 30% de los votos.
Es
necesario llamar a las masas de estos países a exigir de sus gobiernos una
ruptura inmediata de relaciones diplomáticas, económicas y militares con
Israel, apoyo militar a la resistencia palestina, y que permitan que los
partidarios de la lucha contra el sionismo puedan sumarse a la Resistencia
palestina y libanesa.
Al
mismo tiempo que es necesaria esta unidad militar con la Resistencia palestina
y libanesa, incluso con sus direcciones nacionalistas, es fundamental que las
nuevas camadas de combatientes de la Resistencia palestina y de otros países
presten atención a la necesidad de que la clase trabajadora se organice de
forma independiente de las direcciones nacionalistas y religiosas, buscando
construir su propio partido socialista y revolucionario que luche para
transformar la guerra de liberación nacional por una Palestina libre del río al
mar en una Revolución Socialista en toda la región.
Traducción:
Natalia Estrada
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