ALDAMA O LOS LÍMITES
DEL HUMOR EN POLÍTICA
Muchos, al ver al presunto cerebro de varias tramas corruptas, y amigo del
alma de Sánchez según la prensa de derechas, camino de los juzgados junto al
cabecilla rapada de Desokupa, hemos dicho basta
Víctor de Aldama acude a declarar al
Tribunal Supremo acompañado de Daniel Esteve, de Desokupa. / El Mundo (Youtube)
Cada cierto tiempo afrontamos como sociedad un debate de lo más absurdo: ¿cuáles son los límites del humor en la comedia? La pregunta va y viene. Solo es necesario que un cómico sobre un escenario afronte desde la risa un tema delicado, que el vídeo se viralice y que un colectivo se sienta profundamente ofendido para que tengamos el debate nuevamente servido. La respuesta a la dichosa pregunta es muy sencilla: en la comedia no hay ni debería haber límites para el humor, como no debería haber límite para los metros cúbicos de agua que usa un bombero cuando apaga un incendio. “Es que en ese foco de fuego no era necesaria tanta agua, se ha pasado tres pueblos, me ofende tener que cerrar el grifo cuando me enjabono y que este hombre no tenga miramientos”. Mire usted: no. Que el bombero use la manguera como considere oportuno, que para eso es un profesional que está ejerciendo su labor. Cosa diferente sería preguntarse dónde están los límites del humor en un ámbito ajeno al propio del comediante. Un quirófano, por ejemplo. Ahí sí. Ahí como sociedad tendríamos el derecho e incluso el deber de preguntarnos hasta dónde puede penetrar el humor en medio de una operación a corazón abierto. Podemos aceptar que, con el paciente dormido sobre la camilla y abierto en canal, el cirujano haga algún que otro chascarrillo divertido para hacer más amena una jornada de trabajo como otra cualquiera. No deberíamos aceptar, sin embargo, que el humor traspasase ciertas fronteras. Por ejemplo, si el señor cirujano, aprovechando que el operado duerme plácidamente, decidiese ejecutar un Mortadelo colocándole sus genitales sobre la cara al paciente buscando el conocido efecto mediante el cual el pene se hace pasar por nariz; como sociedad deberíamos decir alto y claro que no. Que teniendo su gracia la cosa, no es el sitio ni el momento, que se habrían traspasado todos los límites del humor aceptables en un quirófano. En política pasa algo parecido.
Muchos,
al ver hoy a Víctor de Aldama –presunto cerebro de varias tramas corruptas
según la Justicia y presunto amigo del alma de Pedro Sánchez según la prensa de
derechas– salir de un coche camino de los juzgados junto al ultraderechista
Daniel Esteve, cabecilla rapada de Desokupa que le hace de guardaespaldas ante
el temor de que salga de una esquina Pedro Sánchez cuchillo en mano para
apuñalarlo, hemos dicho basta. Creo hablar en nombre de muchos ciudadanos,
incluso del mismísimo Berlanga que en paz descanse, al decir que la broma
costumbrista está llegando demasiado lejos últimamente en España. Este país no
es Noruega ni es Suecia –y dios nos libre de serlo– pero tampoco puede ser que
los límites del cachondeo en política española sean infinitamente más amplios
que en la propia comedia. Antes de que las toneladas de humor acumulado en este
caso nos acaben por sepultar a todos, recopilemos. Aldama, un Pequeño Nicolás
al que sí le creció la barba, es uno de esos tipos que saben medrar
estupendamente en la España berlanguiana. Siguiendo el manual del buen corrupto
–capítulo 1 página 1–, lo primero que hizo fue, lógicamente, hacerse presidente
de un equipo de fútbol: el Zamora. Que Zamora se escriba con Z de Zapatero no
puede ser casualidad, como diría algún jefe de opinión de El Mundo
dispuesto a demostrar la conexión existente entre el 11M, Aldama y el rey de
Marruecos y concluir que el PSOE es, básicamente, una marioneta en manos de
Aldama. Un corrupto de tres pares de narices cuando se trata de relacionarlo
sin pruebas con Pedro Sánchez, pero también un tipo cuya palabra va a misa
cuando señala sin pruebas a Pedro Sánchez, todo a la vez y al mismo tiempo.
Una
vez eres presi de un club de fútbol, el paso natural del homo corruptus
es buscar amistades en la Guardia Civil y así lo hizo Aldama que fue invitado a
Logroño por una unidad de élite antiterrorista a pegarse unos tiros. También a
disparar con un rifle. Preguntado el responsable del operativo de la benemérita
si era algo habitual que ciudadanos de a pie participasen en ejercicios
antiterroristas con armas de guerra, el tipo respondió que quizá ahora lo
veamos con cierta extrañeza, pero que eso no era tan raro allá por 2022. Qué
tiempos aquellos, ¿no? Los más jóvenes del lugar no lo recuerdan, pero en 2022
además de considerar a Errejón un aliado del feminismo, la Guardia Civil te
dejaba sus armas y además te condecoraba si te llevabas bien con el comandante
de turno. Sin ir más lejos, Aldama, acusado de un fraude de 180 millones de
euros por el caso hidrocarburos, es actualmente medalla de la Guardia Civil con
distintivo blanco. Sus méritos fueron que, como presidente del Zamora Club de
Fútbol –el círculo virtuoso– organizó un partido benéfico para las familias de
la Guardia Civil en el que, entre otras actividades altruistas, se subastó una
camiseta firmada por el mismísimo Fernando Hierro. Al no tener militancia
socialista conocida, la justicia española no ha involucrado a Hierro en esta
trama corrupta. Al defensa del Real Madrid solo cabe imputarle una larga
carrera de entrega y contundencia al cruce, especialmente en los balones por
alto en saques de esquina.
De
Aldama se ha dicho que era colaborador de la CIA y del FBI y de algún modo, a
la española, podríamos decir que lo era. Fue el conseguidor para altos mandos
de la Guardia Civil que andaban fascinados con las pelis de acción de Hollywood
y se habían empeñado en conocer personalmente a los encargados de estos cuerpos
norteamericanos en España. Tras una reunión previa entre Aldama y los jefes
beneméritos –qué me pongo, cómo me peino, cómo me maquillo– se descartó
organizar la cita romántica en el Museo del Prado y se optó por algo más
varonil: matar unos bichos en un campo en Ciudad Real, que eso le gusta a todo
el mundo. Entre tiros por el campo y medallas, la vida de Aldama era la de un
empresario de éxito. Dicho a la española, la vida de un tío capaz de fascinar a
ese tipo de mentes que imponen medallas al mérito y te dejan usar sus rifles.
Es decir, Aldama, como todo corrupto, era un cuentista, un fantasma. Un
empresario de los que saben que presentarte como empresario es el único
requisito para serlo y que simular poder es lo que otorga poder en ciertos
entornos fáciles. Un empresario de referencia, como lo presentaron en la tele
de Javier Negre, ese periodista de referencia. Un tipo que lo mismo se acercaba
al olor del dinero de las mascarillas gestionadas por el ministerio socialista
de Koldo y Ábalos que inauguraba restaurantes junto a Ana Botella o posaba con
banderas franquistas. Perdón por la redundancia.
El
caso Aldama está plagado de humor que sobrepasa todos los límites aceptables en
política. Está bien que haya comedia en la política, pero no está bien que toda
la política sea comedia en sí. Tras meses en prisión, encerrado por alto riesgo
de fuga y acusado en una trama que asciende a 180 millones de euros y que nada
tiene que ver con el caso Koldo-Ábalos, todo apunta a que Aldama llegó a un
acuerdo con ese chiste llamado Justicia: colaboración a cambio de libertad.
Uno, que como los jefes de la Guardia Civil de Logroño y Ciudad Real ha visto
muchas pelis policiacas de Hollywood, creía que colaborar era aportar pruebas.
Pero no. No cuando los juzgados, como la política, también son un eterno chiste
que no le pone límites al humor. En el caso de Aldama, la colaboración
consistió en decirle al juez que Pedro Sánchez no es que estuviera al tanto de
todos sus mangoneos, que por supuesto, sino que además le daba la enhorabuena
por ello. En un mitin en Madrid Sánchez estaba nervioso. No tanto por el acto
sino porque iba a conocer a su ídolo, Víctor de Aldama. Emocionado, al acabar
el mitin, Sánchez pidió por favor hacerse una foto con Aldama mientras repetía
lo típico en estos casos en los que fan y estrella se encuentran: te sigo todos
tus casos de corrupción, soy muy fan, etc. Una declaración que le valió a
Aldama para salir de prisión a pesar del riesgo de fuga. Si Sánchez quiere
pruebas las va a tener, dijo Aldama amenazante hace ya un mes. Risas enlatadas
y gira por todas las radios y teles de derechas en las que los periodistas,
horrorizados por el olor a corrupción del Gobierno, abrazaban al tipo
encarcelado por corrupción. Aún no ha ido a divertirse a El Hormiguero, lo cual
nos recuerda que los límites del humor siempre pueden ir más allá. Todo
llegará.
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