CUANDO LOS
EMIGRANTES ÉRAMOS NOSOTROS
JOSÉ IVÁN SUÁREZ
La exposición 'Huir de la miseria'
recupera la realidad de miles de temporeros españoles en Europa: “Estos
movimientos fueron claves para la construcción de la democracia porque ayudaron
a que la ciudadanía española que salía al extranjero conociera las libertades y
derechos"
El profesional castellanomanchego es el
comisario de una exposición itinerante que acaba de instalarle en el Ministerio
de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Se trata de Huir de la
miseria. Temporeros españoles en Europa, 1948-1990. Tras su paso por
diversos lugares como la Facultad de Humanidades de Albacete o Ciudad Real, la
muestra puede verse ahora en Madrid, hasta el 31 de enero y en próximas fechas
llegará a varias localidades de Castilla-La Mancha.
Volvemos a escuchar al impulsor de la expo: “La historia siempre da claves para entender el presente. España ha pasado de ser un país de emigrantes a otro de inmigrantes. Y, a pesar de la transformación de los contextos, hay algunos patrones de comportamiento que se repiten. La exposición muestra las difíciles condiciones de trabajo, alojamiento y desplazamiento que sufrieron estas españolas y estos españoles cuando iban a Europa a trabajar de manera temporera. Esa situación se repite hoy en España con parte de la emigración circular que viene a España a labores agrícolas como la vendimia, la recogida de la fresa o del espárrago, entre otras tareas”.
Sergio Molina es profesor en la Facultad
de Comunicación de Cuenca y doctor en Historia por la Universidad de
Castilla-La Mancha que se ha especializado en las relaciones bilaterales
franco-españolas, la construcción europea y la emigración española a
Francia.
Describe Molina la doble motivación para
esta exposición. Por un lado, nació en un pueblo agrícola vinculado a la vid,
Fuente-Álamo (Albacete), del que muchos partieron a Francia a la vendimia y
desde pequeño había escuchado estas historias. Por otra parte, su dedicación
profesional: “He vivido y consultado numerosos archivos históricos en Francia
(la mayoría en París). Allí, casi por casualidad, empecé a encontrar numerosa
información sobre la relevancia de este movimiento de población, de cómo
trataban los gobiernos de gestionarlo, de cuáles eran los principales
problemas”. Así, como conocía el tema por cuestiones personales, decidió
comenzar a trabajar sobre esta cuestión y “el resultado final es la exposición,
un libro colectivo y numerosos artículos de investigación”, detalla el
historiador albaceteño.
El trabajo forma parte del nuevo
concepto de Memoria Democrática. En el catálogo de la exposición, de acceso
gratuito y libre descarga, se afirma que “estos relatos de memoria deben
incluir nuevos ángulos de estudio para lograr un mejor conocimiento de nuestro pasado
y, sobre todo, para continuar construyendo sociedades más tolerantes”.
En este volumen también participan los
historiadores Manuel Ortiz Heras y Damián. A. González Madrid. Y avanza Molina:
“Estamos centrados en los temas de emigración. En este sentido, los trabajos
están tratando de incidir en la importancia que tuvieron estos movimientos
tanto en las sociedades de origen como en las de destino. Es decir, que si
queremos tener una radiografía completa de la historia más reciente de España,
se tiene que incorporar este tema a gran parte de los análisis científicos y
divulgativos que tratan sobre España”.
El comisario de la exposición se
cuestiona: “De lo contrario, ¿cómo comprender la economía de las zonas rurales
que subsistieron, en parte, por el dinero que traían esos temporeros? ¿Cómo
comprender el ascenso social de una parte de estos temporeros y de sus
familias, sino se hace referencia a que a la fuente de ingresos eran los
trabajos temporeros en Europa? ¿Cómo comprender la politización de la sociedad
de pequeños municipios si no se analiza el momento en el que adquieren esas
ideas de democracia?”.
Con este proyecto histórico se
'ensancha' el término Memoria Democrática y se acerca al público general una
realidad poco contada. Para ello, se valen de fotografías y documentos de época
y un espíritu que no deja lugar a dudas. “El desprecio a las migraciones es
negarnos a nosotros mismos”, declaran en el libro.
La exposición se ha organizado en cuatro
secciones atendiendo a los principales movimientos temporeros de España hacia
Europa. Especialmente a Francia, donde primaron las labores agrícolas de la
vendimia, el entresaque de la remolacha y la plantación del arroz. Aunque estas
fueron las tareas más conocidas, existieron otras faenas como la recogida de
cereza, albaricoque, fresa, diversos trabajos forestales o la cosecha del maíz.
Estos últimos sectores, parecen ser el origen, en los años cincuenta, de la
multitudinaria emigración temporera que vendría después y en la que, respecto a
las provincias que hoy conforman Castilla-La Mancha, Albacete destacó de forma
relevante.
“Todavía queda mucho por investigar”,
asevera Sergio Molina y lanza otra pregunta: “¿Por qué hay tantos temporeros de
Albacete y, sin embargo, no los hay de Ciudad Real o Cuenca?”. Al menos, con
esta exposición y el catálogo que la acompaña, ya se ha abierto el camino al
conocimiento.
Este proyecto, financiado por la
Universidad de Castilla-La Mancha, a través de fondos FEDER, es un primer paso
para derribar ciertos mitos sobre la emigración española de aquellas décadas.
Atendemos por última vez al historiador: “Es falso que todos los temporeros y
temporeras llevaran su contrato.
De hecho, muchas estimaciones indican
que la mitad de los temporeros y temporeras acudían de manera ilegal; no hay
que olvidar que este movimiento cíclico de población aparece incluso antes que
la fundación del Instituto Español de Emigración (1956), por lo que no había
canales oficiales en este país para favorecer la legalidad del movimiento. Otra
prueba de que no todos iban con contrato es que, en la actualidad, no todo el
mundo recibe una paga en su jubilación por sus trabajos realizados en
Francia“.
Así lo confirman algunos temporeros de
entonces. Trabajaron a destajo, se alojaban según las posibilidades y
consideraciones de cada patrón y, sobre todo, ahorraron para una vida mejor en
nuestro país. Como decía el refrán: “Más vale un duro en paz que cien en la
guerra”.
Por eso, además de un buen puñado de
francos, los temporeros de nuestra tierra trajeron raciones de democracia. Pero
como ocurre casi con todo, también esta historia ha sido empujada al olvido.
¿Quién recuerda que el largo viaje de la emigración española empezó hace
siglos? Cuando ni si quiera existía el concepto de patria, los ciudadanos de las
Españas ya se habían lanzado al océano al encuentro de una vida mejor en la
Indias.
El Nuevo Mundo se
convirtió en el destino de desheredados y buscavidas. Durante décadas y
décadas, miles de personas abandonarán España. A finales del siglo XIX y
principios del XX, esta oleada alcanzó proporciones considerables. “Una
interminable procesión de gente; obreros, campesinos, mujeres con niños al
pecho”, decía un cronista sobre las masas humanas y la misera que llenaban los
puertos.
O como escribía un periodista de la
revista Vida Manchega, en 1913: “La emigración es una sangría
suelta, por la que se pierden las energías de la patria, poco a poco, pero en
progresión constante”. Otro tiempo que igualmente engulló la amnesia colectiva.
Sin embargo, quien tuvo que marcharse, bien lo sabe y jamás podrá olvidarlo.
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