LO DE PUIGDEMONT
A Junts solo le queda un territorio en el que existir: MAD/el Congreso. Y
está hablando de moción de confianza en uno de los dos lugares del mundo –el
otro es BCN– en el que se publicará este hecho como realidad, no como ficción
Participación
de Carles Puigdemont en el acto ‘Sobirania i reconeixement
a Europa’, del
21 de junio. / JuntsXEuropa
1- Los sistemas políticos limitan –y no en sus extremos, sino en el centro de sí mismos– con la ficción. Hasta tal punto que hay un montón de convenciones para impedir ver de frente esa matrix salvaje, que ocupa muchas zonas de algo que debería ser real y útil. Una de esas convenciones es el periodismo, que habla, constantemente y con naturalidad, de convencionalismos culturales, de cosas que pueden no existir. Ex.: “SM el rey arropó a las víctimas”. Si la asfixia constante de la ficción es así en democracia, en sistemas autoritarios ya es un festival. Tanto que, en contrapartida, las sociedades de esos sistemas gastan cierto desparpajo para aludir a la ficción intensa de la cotidianidad. Siempre recordaré, en ese sentido, un refrán soviético. Demoledor, inmisericorde –de otra época, por lo tanto–, era una meditación profunda y turbadora sobre un sistema sustentado en la irrealidad. Ahí va. Agárrense. “Nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos pagan”. Ese refrán me ha acompañado parte de mi vida como un recuerdo de una época lejana, que no volverá. Pero, socorro, también me ha acompañado otra parte de mi vida, como un adagio con cierta capacidad descriptiva del presente, que no solo dibuja en qué ha quedado el trabajo y el sueldo tras cuarenta y pico años de neoliberalismo –ojo: el franquismo, esa otra patología que fue determinante en muchos aspectos de la vida pública y privada posterior, no duró tanto; glups–, sino que da pistas sobre otro hecho fundamental. Otro hecho fundamental: en el ex-otro lado del ex-muro, la ficción en la política nos está creciendo en modo soviético. Tal vez, por lo mismo, en modo previo al colapso.
2-
Me ha gustado esta entrada. Creo que
solo debería hacer entradas, como Puyol en su día.
3-
Bueno, el sentido de estas líneas era
explicar el asunto Puigdemont de esta semana. La idea es traducir esa ficción a
la realidad y, por el mismo precio, explicar qué es y en qué consiste Junts
tras su ulterior congreso, el pasado mes de octubre, para así intentar dar
respuesta plausible a la pregunta del millón: ¿Junts retirará su apoyo al
Gobierno Sánchez en 3, 2, 1, como apunta la ficción?
Ningún
presi de gobierno va a solicitar una moción de confianza al parlamento,
pudiendo hacer otra cosa
4-
Esta semana Puigdemont anunciaba una
moción de confianza a Sánchez. Lo que es espectacular, hasta que uno cae en que
eso no es una atribución de un grupo parlamentario, sino del presi de gobierno.
Y que ningún presi de gobierno va a solicitar una moción de confianza al
parlamento, pudiendo hacer otra cosa. Como, por ejemplo, rascarse la coronilla.
Es preciso, por tanto, traducir lo que quiso decir o hacer Puigdemont con su
ejercicio de ficción, ese ingrediente cada vez más vigoroso de la política.
5-
Se trata de a) una comunicación interna
de Puigdemont a sus votantes, ficcionando un poder que no se posee. Algo
posible y efectivo en una sociedad no solo habituada a la ficción política,
sino también fraccionada –viva donde usted viva, es así–, en la que nadie
comparte ya los mismos medios de comunicación, por lo que tampoco comparte la
misma realidad. Pero también es b) un clásico en el Pensamiento Kim Il
Puigdemont, al punto que la petición de mociones de confianza a gogó es,
en este Mazón, algo tan característico como el almuerzo de trabajo bajo la
lluvia en el otro Mazón. En 2022, y siendo Junts parte del Govern de la Gene,
Puigdemont hizo que sus chicos y chicas exigieran al presi Aragonès que se
sometiera a un moción de confianza –sí, pedir eso a tu propio Govern tiene su
guasa–, lo que provocó la salida de Junts del Govern. Era, por cierto, lo que
deseaba y obtuvo Puigdemont. A saber: un Junts sin muchos sueldos ni cuadros,
deambulando por el desierto, haciéndose monoteísta a golpe de hambre. Junts es,
formalmente, y desde entonces, una corte. Algo divertido para bailar valses y
mazurcas, pero sumamente peligroso para emitir política, como demostraron las
últimas cortes, en 1914.
6-
Puigdemont quiere algo, si bien para
ello utiliza su martillo de siempre: lo de la moción de confianza, que es lo
contrario, por cierto, a una efectiva y real moción de censura. Se trata de un
amago, un cacharro enclenque, pero que funciona a tutiplén, implosionándolo
todo, en sistemas canijos y de juguete, como la autonomía cat. Lo que no es el
caso de la política estatal, esa impasible trituradora de carne. ¿Qué quiere
querer, aún así, Puigdemont con lo de su moción en el Congreso?
7-
Pues quiere lo que cualquier político.
Existir. ¿Junts/Puigdemont acaso no existen en Cat y en Waterloo? Pues
–precisamente, y ese es el problema– no.
8-
Vayamos por partes. En Cat, Junts no
existe. Es decir, no es determinante. Cogobierna, junto a ERC, la diputación de
Girona. Su ayuntamiento más grande es el de Sant Cugat del Vallès, el único
municipio millonetis del cinturón de BCN, una suerte de Beverly Hills,
sensación de existir. Junts tampoco consta ni sirve de mucho en el
Ajuntament de BCN. Y ahora viene lo divertido: en el Parlament, donde es el
vigoroso segundo partido, y debido a que el partido es una corte y el rey está
ausente –en lo que debería ser su escaño, los pajes de Junts han instalado una
suerte de capillita, con un lacito amarillo homologado–, Junts no asume el
liderazgo de la oposición. Lo que es un suicidio político cotidiano, un
recuerdo continuo de que, sin el resorte del poder y de la capacidad de emitir
ficción desde él, como todo el mundo, Junts carece de mojo, de feng shui.
El señor que hace de portavoz parlamentario mientras no llegue el Ausente,
habla, además, sin mucho juego de piernas –en las cortes no existe, en fin, la
meritocracia–, de manera que si el grup parlamentari de Junts fuera una partida
carlista –no está tan lejos–, su portavoz sería una suerte de El Algarrobo.
Josep Rull, presi del Parlament, va improvisando intentos de permanecer en el
foco. A través de la ficción. Está estudiando volver a presentar una ILP indepe
de 2010 –en su día gestionada por un partido indepe hoy desaparecido; fue
rechazada, también en su día, con los votos de CiU y de ERC; Cat es la pera–.
La idea es, parece, ir haciendo amagos de presentar esa ILP en el Parlament, de
manera que el TC lo vaya impidiendo, como ya ha pasado una vez, hace unos
meses. Y, con esa ficción, ir tirando. Es poco. No hay más.
Junts
tampoco consta ni sirve de mucho en el Ajuntament de BCN
9-
Tras el congreso refundacional de Junts
–a finales del pasado octubre–, en el que se tenía que dotar a ese partido
vertical de funcionalidad política efectiva, la cosa acabó en modo, como
decimos en cat, lasciate ogni speranza. La verticalidad, y la
inquebrantable adhesión a ella, quedó sellada. Nacía la corte. De la que fueron
alejados de la pomada aquellos no lo suficientemente valorados por el Ausente
–ese es el caso de Laura Borràs, hoy en las tinieblas exteriores–. La selección
negativa –ese sello esp, determinante en la convergenciosidad– pasó a
organizarse a través del concepto corte. Así accedió a la Secretaría General
Jordi Turull. Alguien que habla con refranes y frases hechas –ese sello
lingüístico de la ausencia de ideas propias–, que tiene un origen humilde, que
empezó en Convergència –me dicen desde la ex-casa– desde abajo, como recaudador
en comarcas, y que accedió a la política BCN cuando el Tripartit, como jabalí
–un concepto del XIX: el orador parlamentario que sale al pleno a destrozar el
trigal–, dibuja una trayectoria más fundamentada en la obediencia que en la
iniciativa. Es, como todo el staff de Junts, como sus diputados, un
soldado que defenderá la posición que le señalen, sin preguntas, por absurda
que sea. Por otra parte, la emisión de política de este nuevo Junts –las
encuestas explican que empieza a notar el aliento en la nuca del
extremo-derechista y racista Aliança Catalana– es sumamente confusa. Consiste
en exigir transferencias –la más metafórica: las competencias plenas en
inmigración; ay, uy– sin poder detallarlas ni explicar qué harían con ellas una
vez detentadas. Es importante este dato. Por una razón fundamental. No se
pierdan el punto 15.
10-
Ya que no en Cat, ¿Junts fija, limpia y
da esplendor desde Waterloo? Y aquí empieza el festival.
11-
En la pasada liga, Puigdemont dio por
amortizado el Consell de la República. Decidió refundarlo, con unas funciones
más comedidas –si cabe–, y ceñidas a su liderazgo. En modo, lo dicho, corte,
vamos. Pues bien, incluso con esa forma tan estática y sin recorrido, la cosa
ha explotado. Pumba. Lo apasionante son las causas del pifostio. No se vayan. Y
llamen al novio/a en modo manos libres, que se lo pasará bien.
12- Las instituciones del exilio –dos: a) la Casa de la
República, donde vive Puigdemont, y b) el aludido Consell de la República–
tienen un complicado sistema que asegura su financiación. Pues bien, ese
complicado sistema, sustentado en donaciones ciudadanas –a esa ONG hay
apuntadas unas 90.000 personas; unas 45.000 hacen donaciones frecuentes, de una
media de 40€; una pasta, que aumentaba en momentos puntuales, como cuando la
detención de Puigdemont en Alemania–, se ha ido al garete –lo que se recauda
hoy, dicen, haría que una Iglesia evangélica USA ya hubiera chapado–. Y todo
por la sospecha de mangoneo económico por parte de Toni Comín, vicepresi del
Consell, según ha denunciado un gerente, que apunta que el vicepresi se habría
gastado pasta donada a la entidad en unas vacaciones privadas. Por ese
escándalo, el Govern de Waterloo ha dimitido en pleno, de manera que, hoy, la República
a l’exili está gobernada por una gestora. Como Siria. Lo que, además de un
grave daño moral que bla-bla-bla, también ha reducido a) los ingresos –en 2022
fueron de 1,4 M€; este año serán de 850.000€; han descendido las colectas, pero
también, más aún, las donaciones de empresas, que ya no ponen pasta en un
asunto que, definitivamente, ha abandonado la estética Disney–, y b) ha provocado
un marronazo interno, y la subsiguiente crispación. Vamos, que se tiran de los
pelos. Es un más que duro golpe al proyecto, si pensamos que el republicanismo
peninsular está sustentado en una idea de honestidad notoria, intensa, y en
modo Juramento de los Horacios, en el que nunca había encajado la derecha
catalana. Y hoy, pues tampoco.
13-
Visto lo visto, a Junts –esto es, a
Puigdemont– solo le queda un territorio en el que existir. MAD/el Congreso,
donde, incluso, puede ser, según cómo y cuándo, determinante. Puigdemont,
vamos, está existiendo en el único lugar del mundo en el que puede. Y está
hablando de moción de confianza en uno de los dos lugares del mundo –el otro es
BCN– en el que se publicará este hecho como realidad, no como ficción.
14-
Esta ficción, como cualquier ficción
sustentada en hechos reales, tiene algo de real: lo que esconde detrás. No es
una moción de censura. No es probable que PP, Vox y Junts –por otra parte, tres
cosmovisiones parecidas por todas partes menos por una– se organicen para crear
un gobierno PP-Vox. El desgaste para Junts sería absoluto. Un suicidio. Lo que
esconde detrás toda esta ficción es el indicio, el anuncio velado de que
Puigdemont/Junts votará en contra de los Presupuestos. Hay otros indicios en
esa dirección, como el voto junto al PP en votaciones anti-gubernamentales
–esta semana lo ha vuelto a hacer, para rebajar impuestos a las eléctricas–.
Pero estamos en una etapa de gobiernos precarios, por lo que no emitir
presupuestos ya no es motivo de escándalo, sino una desestabilidad estable. No
mola, pero un gobierno puede vivir sin emitir presupuestos –como ya se ha
visto–, simplemente renovando los anteriores. Si un gobierno dimite por no
emitir presupuestos, siempre es por otra cosa, por otro valor agregado. A ver
si, finalmente, la suerte, el destino/Ábalos o, más y mejor, la judicatura
construye ese valor agregado. En ausencia de ese jaque mate judicial, The
Economist aporta una estabilidad y un futuro efectivo al Gobierno Sánchez,
al declarar a Esp la mejor economía de la Liga 2024.
Si
un gobierno dimite por no emitir presupuestos, siempre es por otra cosa
15-
Por otra parte Junts pactó, en su día,
el nacimiento del Gobierno Sánchez. A cambio de nada. Es decir, de ficciones,
de la sensación de ser determinante. Lo fue, realmente. Pero solo hasta la
creación del Gobierno, un Gobierno creado a cambio de muy poco: una amnistía
que se sabía que no se aplicaría, conversaciones bilaterales en Suiza, que, se
sabía, no conducirían a nada. Es poco, de manera que Junts, como se apuntaba en
el punto 9, carece de políticas palpables, reconocibles. Carece incluso de
ficciones claras y sexis. Salvo protestar por el incumplimiento, conocido de
antemano, de lo pactado. Esa protesta sobreactuada es su única política, me temo.
Ir a elecciones con tan poco en las manos le resultaría un desastre, por ahora.
Por lo que es muy posible que no las facilite.
16-
Mientras nos enfrentábamos a estos
terribles problemas ficticios, en el mundo han sucedido varias cosas reales.
Les paso algunas en un simpático pot-popurri, para que vean lo
que nos perdemos/en qué liga jugamos. Como a): la Comisión quiere firmar un
tratado comercial con Mercosur. Será curioso ver cómo la Comisión trata este
género, en el que brilló con luz propia cuando el TTIP –tratado comercial
USA-UE, jubilado en 2019–, aquel intento neoliberal, hecho sin transparencia,
sin criterio social ni democrático alguno. ¿La Comisión sigue hablando el mismo
idioma? Como b): la propuesta de la Comisión de limitar los días de pesca en el
Mediterráneo a 27 jornadas anuales/el hambre –algo imposible, sin un tratado
comercial con Mercosur, me temo, que facilite pescado del Atlántico Sur–. Si
bien posteriormente se negoció el asunto, hasta alcanzar otros acuerdos de
difícil aplicación, ese punto de partida es un indicio de ausencia de un
criterio fundamental en el momento fundacional de la UE: la economía como valor
social y de paz. Como c): el asesinato de un CEO
de seguros sanitarios privados USA, por parte de un joven, tratado como un
héroe por ese hecho. Lo que habla de la época. Una época cercana al nihilismo
del XIX, –aquella consecuencia del abuso económico y político del XIX–. Y, con
ello, la preferencia por el motín antes que por la organización como acceso a
la protesta. Y como d): el delincuente confeso llamado novio-de-Ayuso ha
denunciado a varios periodistas –entre ellos, a Enric Juliana– por llamarle
delincuente confeso. Ha empezado la judicialización del periodismo,
consecuencia obligada de la judicialización de la política. La ficción es tan
densa por aquí abajo que ha empezado una lucha –jurídica– para imponerla por
ley.
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