DE VIDA O MUERTE
Luigi Mangione, acusado del asesinato en Nueva York del CEO de UnitedHealth Brian Thompson, comparece en los juzgados.REUTERS/Eduardo Munoz
Hay
un sátrapa gigante en Estados Unidos que chupa la sangre a los mortales,
que les exprime la enfermedad hasta la muerte y deja deudas eternas a los
herederos de sus víctimas. Y no, éste no es el principio de un cuento gore
o de una peli de terror hollywoodiense; es sólo un escueto resumen de lo que
allí está ocurriendo con la sanidad privada.
Las
reacciones al reciente asesinato de Brian Thompson, el director ejecutivo de la
mayor aseguradora del país (UnitedHealth Group), a tiros en
plena calle, desvelan una enorme ira social soterrada.
Luigi Mangione, un joven de 26 años con problemas crónicos de espalda, presuntamente lo mató en una esquina en Manhattan. Le disparó con balas que llevaban grabadas las palabras con las que las aseguradoras suelen negar las autorizaciones para los tratamientos que los médicos prescriben: "Denegar", "deponer", "demora".
Zeynep
Tufekci, en un
artículo para The New York Times, recopila las
reacciones en las redes sociales a este suceso. Destilan odio y
entusiasmo, como pocas veces ha ocurrido ante un asesinato a sangre fría.
Contienen muchos troleos, chistes macabros, denuncias de reclamaciones
rechazadas por la compañía, filtraciones de nombres y fotos de otros ejecutivos
de seguros sanitarios...
El
comunicado de pésame de la compañía en Facebook —una red que no es anónima—,
que declaraba que la plantilla está "profundamente entristecida y
conmocionada por el fallecimiento de nuestro querido amigo y colega",
recopiló 80.000 reacciones; 75.000 de ellas eran el emoji "jajaja",
cuando Tufeckci entregó su pieza. A la entrega de ésta, la aseguradora ha
limitado los comentarios en su página. No puedo añadir nuevas cifras de rencor
declarado con todas las letras.
BBC news publicó un reportaje, de Mike Wendling (Chicago)
y Madeline Halpert (New York),
sobre estudios que confirman la profunda frustración de los norteamericanos
con su sistema sanitario.
Una
reciente investigación de la Commonwealth Fund, una fundación de
investigación de la salud, señala que al 45% de los adultos en edad laboral
asegurados en Estados Unidos pagaron por algo que creían que debería ser gratis
o cubierto por el seguro y que menos de la mitad de los afectados presentaron
reclamación por ello. Además, el 17% de los encuestados declaró que sus
aseguradoras les denegaron la cobertura del tratamiento que les había
recomendado su médico.
Sara
Collins, una académica de esta fundación,
cuenta que el sistema es tan complicado que solamente encontrar seguro y
entender qué estás contratando supone un reto que no está a la
altura de cualquiera y que, además, son muy caros. Denuncia que hay una tasa
muy alta de pacientes que consideran los costes sanitarios prohibitivos,
incluso los de Medicaid y Medicare (los programas financiados por el Gobierno).
La experta señala que esto solo ocurre en Estados Unidos, donde dice: "Realmente
tenemos una crisis de deuda médica".
La
movilización social contra esta realidad organiza manifestaciones y protestas
desde hace tiempo. Esto no es nuevo. Montes-Iruestes, del
Instituto People´s Action, una organización en esta lucha, se desmarca de
estas reacciones asegurando que su campaña siempre ha sido y es "no
violenta". Sin embargo, entiende los “sentimientos tan fuertes” expresados
fruto de un "sistema quebrado".
El nuevo CEO de UnitedHealth Group, Andrew Witty, ha
declarado que el sistema de salud de EEUU "no funciona tan bien como debería", después de que hayan aparecido carteles con las caras de otros
directivos sobre frases como ésta: "Negando atención
médica por beneficios corporativos. Los CEOs de salud no deberían sentirse
seguros". Más que carteles parecen dianas.
Unitedhealth
Group declaró el año pasado unos beneficios netos de más de 22.000 millones de
dólares.
La
articulista de The New York Times citada vaticina que o cambia el
sistema o veremos más episodios violentos contra estos dirigentes
empresariales. Por mucha seguridad que contraten, ¿quién podrá parar un dron
teledirigido por muchos nadies?, insinúa. Según su tesis, o su país pega un
giro social como el que pegó en la conquista de derechos sociales a finales del
siglo XIX o estallará "la violencia política".
Aquí,
por ahora vivimos en una realidad muy distinta, en otro planeta, en nuestro
oasis de estado del bienestar.
Según
el informe del Ministerio de Sanidad sobre los recursos
humanos del Sistema Nacional de Salud de 2023, en España hay más
de 200.000 médicos ejerciendo y más de 172.000 lo hacen en la pública.
"Faltan
médicos" se ha convertido en un mantra, que también podríamos llamar
excusa. Cada año entran en ese mercado más de
6.000 nuevos. El ministerio ha creado y subvenciona unas 1.500 plazas más en
primer y segundo año. Un estudio de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria dice que nuestro déficit de profesionales, con estos números, se
resolverá en pocos años.
Fuentes
de Sanidad argumentan que no es solo una cuestión de cantidad, que no
sirve de nada aumentar las plazas si no retenemos el talento formado. En la
Comunidad de Madrid, por ejemplo, en 2023, sólo uno de cada cinco mires
de medicina de familia se quedó en esa comunidad. Los demás migraron.
Las
mismas fuentes añaden que su plan pasa por modernizar el sistema. Por
aplicar la Inteligencia Artificial (IA) en lo posible para que los médicos
puedan mirarnos más a la cara y apuntar menos, porque eso pueden hacerlo ya las
máquinas. El presidente del Gobierno acaba de anunciar, en la Conferencia de
Presidentes Autonómicos, que transferirá 223 millones de euros en 2025
a las comunidades para que financien el desarrollo de soluciones sanitarias
basadas en IA y nadie ha puesto un pero ni ha salido en ninguna portada.
El
ministerio también apuesta por reformar el Estatuto Marco, que es de
2003, para poder reorganizar funciones y recursos y eso implica negociaciones
con patronales y sindicatos. No será fácil, claro; como todo lo valioso.
El
plan suena esperanzador y razonable.
Suena a preservación del sistema que nos hace iguales nada más y nada menos que
ante la enfermedad; es decir, ante la vida o la muerte, y ante la calidad de
vida de todos los enfermos mientras sigan vivos. Suena a camino para preservar
el paraíso sanitario en el que habitamos como si fuera invisible o como si no
lo viéramos.
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