miércoles, 18 de diciembre de 2024

REYES CONTRA MILEI

 

REYES CONTRA MILEI

SILVIA NANCLARES

 

Fotograma de la serie basada en CometierraDaniel Burman/ Prime Vídeo

Me llegó de contrabando, como las cosas buenas. Era prácticamente el primer libro de ficción que leía después de dar a luz. Como estaba recién parida lo leí con las entrañas abiertas. En México hay un acto que se hace a las puérperas, la ceremonia de la cerrada se llama. Se cree que cuando pares te queda un canal abierto con el más allá y sobre todo con el más acá, con el barro, la tierra y la sangre. Y ese canal hay que cerrarlo. A golpe de rebozo lo hacen allá. Yo lo hice a base de libros. Y llegó Cometierra, de Dolores Reyes, novela que pretende ser hoy sacada de los programas de Literatura de los institutos argentinos por, según la obtusa e interesada mirada del gobierno de Milei junto con otros tres libros, "sexualizan" a los menores. Quien ha olido una cabeza de bebé recién parido –no, no penséis en ese aroma maravilloso a napolitana recién hecha o en la colonia Bontibú–, sabe que esa cabecita diminuta (si tienes suerte) lleva consigo el olor a placenta, a haberte desgarrado y al unto sebáceo o vérnix caseosa, la pura y desconocida grasa que protege sus cuerpecitos de fontanelas abiertas. La primera vez que hueles a un bebé huele a carne cruda, a sangre, y sí, a tierra. A eso me olió este libro. Y la grasa protectora de la historia era la alta literatura. Ojalá haber leído esta novela a la edad de la protagonista, a quien vemos pasar de niña a joven, recuerdo que pensé. Haberla leído como se lee en la adolescencia, también abierta en canal.  

Después de devorarlo leí, devota, los agradecimientos. Porque el secreto de los libros, a veces, está en los paratextos, que son los pródromos de la literatura. El libro estaba dedicado a la memoria de Melina Romero y Araceli Ramos, dos jóvenes estudiantes de escuelas no lejos de la de Dolores, maestra desde los 19 años en el Gran Buenos Aires. Era tanta la conmoción y el dolor de sus comunidades antes sus femicidios que alguien tenía que hacerse cargo. Dolores lo hizo y escribió Cometierra. Para vengarlas y reparar su memoria de un modo poético, al menos, en la medida de lo posible. Con 332 femicidios en 2022 (un aumento del 33% respecto a 2022, según el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo argentino), Argentina ha vivido en 2024 el año con más medidas regresivas respecto a la violencia machista, dentro de la doctrina negacionista del gobierno de Javier Milei. De sus recortes en políticas públicas, esta suerte de PIN parental es un mero corolario.

En aquellos agradecimientos encontré otra de las claves de aquella barbaridad de texto: siete nombres, siete partos, siete puerperios. ¿Y cómo se hace? Dolores Reyes escribió Cometierra dentro de un espacio de creación llamado Enjambre que coordinaron en su día Selva Almada y Julián López, ambos autores decisivos también para entender el parto de Cometierra. Podemos decir que Cometierra libó y mamó de la literatura de Chicas muertas (Almada) y de Una muchacha muy bella (López). De clase trabajadora y madre de siete, Dolores seguía trabajando como profesora. Escribía de 4 a 6 AM, la hora en que despertaba a su tribu para prepararse para ir al cole. Y así, en ese preciso contexto, surgió la voz del personaje de Cometierra, la voz de la hija de un feminicida huido y de una madre asesinada que se hará joven a lo largo de la novela y que tiene un súper poder: después de haber comido un puñado de la última tierra que pisaron, es capaz de ver cómo fueron asesinadas las muertas o dónde están las desaparecidas. Un personaje capaz de vengar por medio de la memoria, de dar voz a las violencias silenciadas. Una vidente en los márgenes de lo social. Un personaje que nace de la necesidad de justicia y reparación de todo un país, de toda una tierra.

Dolores Reyes nació en 1978, en unos años terribles en que Argentina llegó a acumular cifras estimativas de hasta 30.000 desaparecidos. Argentina es hoy un estado cuya realidad sistémica tiene que ver con la búsqueda. Búsquedas que se solapan. Un montón de desaparecidas y víctimas de femicidios buscadas en la tierra con las uñas, para poder cerrar una historia. A las dueñas de esas uñas son a las que siguió Dolores Reyes, a las que escuchó, a las que conocía, muchas eran sus vecinas, a las que puso voz con los personajes de Cometierra. Aquí también sabemos de eso, de dejarnos las uñas en las cunetas, recomponer cuerpos a partir de huesecillos. Pueblos que buscan cuerpos violentados. Familias que no pueden comenzar su duelo. Y donde no llega la justicia ni la política, llega la ficción. Cometierra señala las violencias silenciadas de un modo muy potente. Esas que Milei quiere negar, esos cuerpos que según él no existen, esa memoria que ha de dejar de ser “removida”. Lamentablemente también nos suena.

Yo leí en su primera y sigilosa edición, en 2019. El libro fue, nada más publicarse, un fenómeno editorial dentro y fuera de Argentina. Traducido al menos a quince idiomas, vivió algo muy parecido a lo que hemos celebrado recientemente con La mala costumbre de Alana Portero. Un fenómeno internacional que hace rabiar a los más acomodados novelistas. Porque como Alana, Dolores habla desde un lugar periférico, y por tanto, perturbador para muchos. La voz que se alza es la de unos personajes que a gran parte de la derecha le gustaría borrar. Y sí, uso ese verbo con toda la intención. Traducido a más de quince idiomas, Cometierra llevaba dieciocho ediciones antes de que la ira del gobierno de Milei –efecto Barbra Streisand de manual– lo catapultara a la viralidad de la actualidad política. Debe ir ya por la vigésimo primera edición. Y no es solo un contenido etiquetado como obsceno lo que ha encendido la furia censora de Milei. Es una forma de escribir, de leer, de vivir, de vengarse. Es eso a lo que teme Milei. Como en toda guerra cultural, en este caso lo del sexo explícito es un trampantojo.

Esta columna se tenía que llamar Milei contra Reyes. Fue él quién empezó todo esto. Pero, con toda la intención, se titula Reyes contra Milei. Porque es Reyes quién creó un mundo, quien puso voz, quien fue testigo y levantó acta de una Argentina que Milei niega. Milei no quiere sacar de los colegios las escenas de sexo, quiere sacar la imaginación creadora, quiere sacar la literatura, quiere que en la cabeza de los adolescentes dejen de pasar cosas diferentes al mundo que imaginan los criptobros. Historias donde los protagonistas son chavales que viven y se cuidan soles. Porque el padre mató a la madre y después huyó. Chavalas a las que todo el mundo conoce por el nombre de Miseria. Eso es lo que no quiere ver Milei. Imagino que estará esperando a que le broten sus José María Pemán, cuando lo que está Argentina es lleno de Glorias Fuertes. Bien fuertes.

"Los libros son la democracia. Los libros son la República. Los libros son nuestra historia". Dice Julián López, uno de los mentores del enjambre literario de Reyes. Solo queremos que allá en Caseros, Reyes siga despertándose antes que nadie en su casa y se siente a escribir. Queremos escuchar pronto a Walter, o a Ana, los personajes secundarios de Cometierra. Las voces que Milei querría fuera de la literatura. Y que no se nos olvide que aquí, en comunidades como Murcia, el PIN parental sigue latente, esperando a que gobierne Feijóo con la ayuda de VOX, para activarse en cualquier momento y hacia cualquier dirección. Para empezar a expulsar y a negar.

 

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