"LA ECONOMÍA ESPAÑOLA VA COMO UN COHETE"
Pedro Sánchez volvió a omitir la brutal pérdida
de poder adquisitivo de los españoles en los últimos años mientras enumeraba
las cifras macroeconómicas
DIARIO RED
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,
durante su última comparecencia de 2024 tras el Consejo de Ministros —
Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
Hace unos meses, Pedro Sánchez sorprendió a todos afirmando en un acto que "la economía española va como un cohete". Mucha gente reaccionó entonces ante la nula sensibilidad social del presidente, ya que, si bien es cierto que las cifras macroeconómicas de crecimiento del PIB, reducción del desempleo, exportaciones o contención de la deuda pública son notablemente más positivas que hace unos años, todo lo contrario ocurre con las cifras microeconómicas de la clase trabajadora y las familias. En realidad, no hacen falta muchos datos para demostrar esta segunda afirmación, ya que la inmensa mayoría de la población lo vive todos los meses en su cuenta corriente, pero basten dos: según la OCDE, la cesta de la compra en España ha aumentado casi 14 puntos porcentuales por encima del aumento de los salarios entre 2019 y 2024 (solamente Sudáfrica y Alemania presentan una brecha mayor entre los países desarrollados); asimismo y según el completo informe del grupo de investigación IDRA, algo peor podría estar ocurriendo respecto de la vivienda si tenemos en cuenta que, en los últimos cinco años, a más del 60% de los inquilinos de Madrid y a alrededor del 45% de los de Barcelona les han subido el alquiler por encima del IPC. Siendo la alimentación y la vivienda dos de los gastos principales de cualquier unidad familiar, estas dos evoluciones juntas reflejan una pérdida de poder adquisitivo tan brutal en amplísimas capas de la población que, perfectamente, podríamos afirmar que lo que va "como un cohete" —pero hacia abajo— es la economía de los españoles.
A esta
falta de sensibilidad social exhibida por el presidente —y que recuerda a otras
afirmaciones del pasado, como cuando el PP hablaba de "movilidad
exterior" para referirse a los jóvenes que tenían que emigrar de nuestro
país para buscarse la vida—, hay que añadir el hecho de que el PSOE se
ha negado sistemáticamente a intervenir tanto el mercado de la alimentación
como el mercado inmobiliario. En la legislatura anterior, el único avance
—sin duda, modesto— que se produjo en uno de estos ámbitos fue la Ley de
Vivienda que consiguió arrancar Podemos desde el gobierno. En la nueva
legislatura, ya con los morados expulsados del Consejo de Ministros para
intentar su sustitución política por Sumar, el gobierno no ha hecho
absolutamente nada para atajar el grave —y perfectamente medible— deterioro de
las economías domésticas.
En la
comparecencia de balance del año que ha llevado a cabo Pedro Sánchez este lunes
en Moncloa ante los periodistas, ambos elementos han vuelto a hacer acto de
presencia. El presidente ha dedicado una larga introducción a enumerar la
evolución positiva de los indicadores macroeconómicos sin mencionar en ningún
momento que esa mejora se produce de forma simultánea al empeoramiento
acelerado del poder adquisitivo de los españoles. A esa supuesta bonanza
económica ha añadido la visión positiva que se tiene de España —según él— desde
el extranjero, y volvió a citar los elogios del periódico conservador The
Economist, como si alguna vez hubiese sido una buena noticia para la gente de a
pie que los economistas de derechas aplaudan la evolución de la economía. Estos
dos elementos —"la economía va como un cohete" y "los opinadores
de derechas extranjeros lo reconocen"— sirvieron a Sánchez para argumentar
una supuesta buena gestión del gobierno PSOE-Sumar durante el año y un mes que
lleva gobernando.
La producción legislativa —es
decir, los avances sociales de calado— ha sido enormemente escasa si la
comparamos con la que tenía lugar en la legislatura anterior
Al ser
algo completamente evidente, el presidente no tuvo más remedio que reconocer,
sin embargo, que la producción legislativa —es decir, los avances sociales de
calado— ha sido enormemente escasa si la comparamos con la que tenía lugar en
la legislatura anterior, pero la macroeconomía, los elogios de The Economist y
la omisión absoluta de la realidad material que viven millones de compatriotas
le sirvió para argumentar que la ostensible inacción de su gobierno no supone
un problema. Es más, llegó a razonar que la legislatura anterior fue un periodo
de grandes reformas y que esta legislatura lo que hay que hacer es
"implementarlas" (reconociendo de una forma quizás demasiado
explícita que el actual ejecutivo está viviendo de las rentas que produjo el
gobierno de coalición con Unidas Podemos).
Una vez
acabado el apartado económico, Sánchez se zambulló en la operativa discursiva
que se refiere al lawfare y la relación del PSOE con los poderes reaccionarios.
Aquí, de nuevo, acudió a los clásicos. A pesar de despachar todos los casos que
afectan al PSOE metiéndolos en el saco de los 'bulos' —aunque sea muy diferente
el caso Ábalos que los que implican a su familia— y a pesar de haber afirmado
él mismo en privado que hay jueces que participan de la cacería, cuando las
cámaras enfocan su cara y se puede generar un vídeo que las televisiones puedan
reproducir, entonces, los jueces dejan de ser protagonistas y pone en
el centro a los partidos de derechas y a determinados 'pseudomedios'.
Aunque el ministro Oscar López —que fue, hasta hace muy poco, su jefe de
gabinete— haya acusado públicamente al juez peinado de prevaricar, cuando
Sánchez habla desde un atril no aparece ninguna acusación por el estilo y
señala repetidamente al PP y a VOX como los principales protagonistas de la
cacería.
Del mismo modo que combina un
discurso tramposo con la inacción material en el ámbito económico, Sánchez hace
lo mismo cuando hablamos de la operativa golpista de amplios sectores de la
judicatura y de la comunicación
Del mismo
modo que combina un discurso tramposo con la inacción material en el ámbito
económico, Sánchez hace lo mismo cuando hablamos de la operativa golpista de
amplios sectores de la judicatura y de la comunicación. Por un lado, fintas
discursivas para no perder al votante de centro derecha. Por otro lado, un
acuerdo material con el PP para entregar el Poder Judicial a la derecha,
ninguna medida contra los medios que difunden bulos y —eso sí— anuncio de mano
dura contra los usuarios individuales en las redes sociales. A veces desliza
—cuando no hay nadie grabando— que hay jueces prevaricando contra él, y otras
veces —como este lunes en la Moncloa— se centra en acusar a la derecha política
de ser los principales instigadores del intento de golpe blando.
Al final
de la comparecencia, el broche al que también nos tiene acostumbrados: después
de haber estado más de 45 minutos diciendo que Feijóo no tiene proyecto
político más allá de la destrucción del gobierno por vías antidemocráticas —y,
ya de paso, la difamación pública y el intento de encarcelamiento de su propia
familia—, decidió tenderle la mano públicamente al PP y expresar un deseo
relativo a su relación con la persona que —según él mismo acababa de decir—
encabeza y dirige la ofensiva reaccionaria: "ojalá el año que
viene nos podamos entender"
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