miércoles, 25 de diciembre de 2024

"LA ECONOMÍA ESPAÑOLA VA COMO UN COHETE"

 

"LA ECONOMÍA ESPAÑOLA VA COMO UN COHETE"

Pedro Sánchez volvió a omitir la brutal pérdida de poder adquisitivo de los españoles en los últimos años mientras enumeraba las cifras macroeconómicas

DIARIO RED

 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su última comparecencia de 2024 tras el Consejo de Ministros — Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Hace unos meses, Pedro Sánchez sorprendió a todos afirmando en un acto que "la economía española va como un cohete". Mucha gente reaccionó entonces ante la nula sensibilidad social del presidente, ya que, si bien es cierto que las cifras macroeconómicas de crecimiento del PIB, reducción del desempleo, exportaciones o contención de la deuda pública son notablemente más positivas que hace unos años, todo lo contrario ocurre con las cifras microeconómicas de la clase trabajadora y las familias. En realidad, no hacen falta muchos datos para demostrar esta segunda afirmación, ya que la inmensa mayoría de la población lo vive todos los meses en su cuenta corriente, pero basten dos: según la OCDE, la cesta de la compra en España ha aumentado casi 14 puntos porcentuales por encima del aumento de los salarios entre 2019 y 2024 (solamente Sudáfrica y Alemania presentan una brecha mayor entre los países desarrollados); asimismo y según el completo informe del grupo de investigación IDRA, algo peor podría estar ocurriendo respecto de la vivienda si tenemos en cuenta que, en los últimos cinco años, a más del 60% de los inquilinos de Madrid y a alrededor del 45% de los de Barcelona les han subido el alquiler por encima del IPC. Siendo la alimentación y la vivienda dos de los gastos principales de cualquier unidad familiar, estas dos evoluciones juntas reflejan una pérdida de poder adquisitivo tan brutal en amplísimas capas de la población que, perfectamente, podríamos afirmar que lo que va "como un cohete" —pero hacia abajo— es la economía de los españoles.

A esta falta de sensibilidad social exhibida por el presidente —y que recuerda a otras afirmaciones del pasado, como cuando el PP hablaba de "movilidad exterior" para referirse a los jóvenes que tenían que emigrar de nuestro país para buscarse la vida—, hay que añadir el hecho de que el PSOE se ha negado sistemáticamente a intervenir tanto el mercado de la alimentación como el mercado inmobiliario. En la legislatura anterior, el único avance —sin duda, modesto— que se produjo en uno de estos ámbitos fue la Ley de Vivienda que consiguió arrancar Podemos desde el gobierno. En la nueva legislatura, ya con los morados expulsados del Consejo de Ministros para intentar su sustitución política por Sumar, el gobierno no ha hecho absolutamente nada para atajar el grave —y perfectamente medible— deterioro de las economías domésticas.

En la comparecencia de balance del año que ha llevado a cabo Pedro Sánchez este lunes en Moncloa ante los periodistas, ambos elementos han vuelto a hacer acto de presencia. El presidente ha dedicado una larga introducción a enumerar la evolución positiva de los indicadores macroeconómicos sin mencionar en ningún momento que esa mejora se produce de forma simultánea al empeoramiento acelerado del poder adquisitivo de los españoles. A esa supuesta bonanza económica ha añadido la visión positiva que se tiene de España —según él— desde el extranjero, y volvió a citar los elogios del periódico conservador The Economist, como si alguna vez hubiese sido una buena noticia para la gente de a pie que los economistas de derechas aplaudan la evolución de la economía. Estos dos elementos —"la economía va como un cohete" y "los opinadores de derechas extranjeros lo reconocen"— sirvieron a Sánchez para argumentar una supuesta buena gestión del gobierno PSOE-Sumar durante el año y un mes que lleva gobernando.

La producción legislativa —es decir, los avances sociales de calado— ha sido enormemente escasa si la comparamos con la que tenía lugar en la legislatura anterior

Al ser algo completamente evidente, el presidente no tuvo más remedio que reconocer, sin embargo, que la producción legislativa —es decir, los avances sociales de calado— ha sido enormemente escasa si la comparamos con la que tenía lugar en la legislatura anterior, pero la macroeconomía, los elogios de The Economist y la omisión absoluta de la realidad material que viven millones de compatriotas le sirvió para argumentar que la ostensible inacción de su gobierno no supone un problema. Es más, llegó a razonar que la legislatura anterior fue un periodo de grandes reformas y que esta legislatura lo que hay que hacer es "implementarlas" (reconociendo de una forma quizás demasiado explícita que el actual ejecutivo está viviendo de las rentas que produjo el gobierno de coalición con Unidas Podemos).

Una vez acabado el apartado económico, Sánchez se zambulló en la operativa discursiva que se refiere al lawfare y la relación del PSOE con los poderes reaccionarios. Aquí, de nuevo, acudió a los clásicos. A pesar de despachar todos los casos que afectan al PSOE metiéndolos en el saco de los 'bulos' —aunque sea muy diferente el caso Ábalos que los que implican a su familia— y a pesar de haber afirmado él mismo en privado que hay jueces que participan de la cacería, cuando las cámaras enfocan su cara y se puede generar un vídeo que las televisiones puedan reproducir, entonces, los jueces dejan de ser protagonistas y pone en el centro a los partidos de derechas y a determinados 'pseudomedios'. Aunque el ministro Oscar López —que fue, hasta hace muy poco, su jefe de gabinete— haya acusado públicamente al juez peinado de prevaricar, cuando Sánchez habla desde un atril no aparece ninguna acusación por el estilo y señala repetidamente al PP y a VOX como los principales protagonistas de la cacería.

Del mismo modo que combina un discurso tramposo con la inacción material en el ámbito económico, Sánchez hace lo mismo cuando hablamos de la operativa golpista de amplios sectores de la judicatura y de la comunicación

Del mismo modo que combina un discurso tramposo con la inacción material en el ámbito económico, Sánchez hace lo mismo cuando hablamos de la operativa golpista de amplios sectores de la judicatura y de la comunicación. Por un lado, fintas discursivas para no perder al votante de centro derecha. Por otro lado, un acuerdo material con el PP para entregar el Poder Judicial a la derecha, ninguna medida contra los medios que difunden bulos y —eso sí— anuncio de mano dura contra los usuarios individuales en las redes sociales. A veces desliza —cuando no hay nadie grabando— que hay jueces prevaricando contra él, y otras veces —como este lunes en la Moncloa— se centra en acusar a la derecha política de ser los principales instigadores del intento de golpe blando.

Al final de la comparecencia, el broche al que también nos tiene acostumbrados: después de haber estado más de 45 minutos diciendo que Feijóo no tiene proyecto político más allá de la destrucción del gobierno por vías antidemocráticas —y, ya de paso, la difamación pública y el intento de encarcelamiento de su propia familia—, decidió tenderle la mano públicamente al PP y expresar un deseo relativo a su relación con la persona que —según él mismo acababa de decir— encabeza y dirige la ofensiva reaccionaria: "ojalá el año que viene nos podamos entender"

 

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