HUBIERAS NACIDO RICO, ASQUEROSO
ISRAEL MERINO
Varias personas durante una
manifestación por la educación
pública. Alberto Ortega / Europa
Press.
Poca
coña con el anuncio que me saltó el otro día en redes: grabado en formato
vertical, una chavala, intuyo que influencer, nos mostraba una de sus
clases de LEINN – Liderazgo Emprendedor e Innovación, aunque suene a nombre de
droga alemana –, una "carrera" en una universidad privadísima sin
profesores, ni exámenes ni normas curriculares en la que se dedicaban, en una
sala a caballo entre las oficinas de una start-up deficitaria y el sótano
polvoroso de Buffalo Bill, a juntar hamacas de playa en círculo y hacer
flexiones y volteretas en el centro mientras se preparaban para, cito de forma
dolorosamente literal, ser sus propios jefes. (Venga, dejo que te seques el
sudor frío de la frente antes de seguir.)
Como digo, el anuncio o la publicación de la estudiante, pues yo ya no sé si la gente cobra por esto o gusta de hacer subnormalidades por amor puro al oficio, nos mostraba el grado de una universidad privada prácticamente desconocida, no la nombraré aquí para no darle ni una miaja de publicidad, enfocada en atraer pijos que reciben todoterrenos blancos al cumplir dieciocho años y se gastan la paga semanal de trescientos euros en porros liados – a diez pavetes la pieza, me lo quitan de las manos –.
El
caso es que muy en serio, casi como quien sufre una epifanía la tarde amarga de
un domingo, empecé a preguntarme no quién podría pagar una carrera así, pues ya
intuía la respuesta, sino quién diablos podría entender los estudios
universitarios como una simple guardería para chavales que ya beben Puerto de
Indias y follan por las noches: intuirás que son los mismos en los que pienso
con la primera pregunta.
Mientras
yo veía este anuncio, la inquieta presidenta de Madrid DF, ciudad en la que
vivo, decidía rechazar 169 millones de euros de financiación del Estado para
incorporar más de 1000 profesores a las universidades públicas de la región
solo una semana después de que los rectores de los seis centros públicos, en
una carta conjunta, pidieran ayuda ante la desesperante infrafinanciación a la
que se enfrentan – con la partida de la CAM ni siquiera les da para pagar las
nóminas de los trabajadores –. Los profesores apenas podrán cobrar y no habrá
un solo euro para investigar o encender la calefacción en enero, pero, hey,
compa: si no te gusta, siempre podrás pagar cuatro salarios medios al año para
aprender a ser tu propio jefe en un sótano acolchado del barrio de El
Viso.
La
situación de la educación pública en Madrid es desesperante y no es culpa de
nadie, sino gracias a alguien; la devastación absoluta de uno de los tejidos
universitarios más ricos del Sur de Europa no es fruto del error de un
megalómano estúpido que no sabe conjugar el verbo to be ni manejar las
cuentas de la región, sino un plan perfectamente pensado por un grupo de
sociópatas delirantes que quieren cerrarte las puertas de la educación a ti, a
tus hijos y a tus nietos: no es un error, sino un modelo de futuro que va
ganando por goleada.
Los
niñatos pitucos de siempre quieren hundir la educación pública para convertir
la educación, esta vez sin adjetivos, en el reservado VIP de un local carísimo
al que solo puedan acceder ellos, sus amigos y sus primos/tíos; el objetivo es
que se elimine cualquier intento de universalidad en los estudios superiores
para que solo los de su saga, previo pago de una cantidad mucho más indecente
que la de diez euros por un porro liado en la esquina izquierda de la facultad
de LEINN, puedan decir que tienen el diploma de una carrera – y así solo ellos
puedan aprovecharse de sus ventajas, creo que es bastante obvio –.
¿La
solución a esto? Pues ellos la tienen bastante clara: que hubieras nacido rico,
asqueroso.
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