LA ESPADA DE DAMOCLES DEL RÉGIMEN
DE GUERRA EUROPEO
Un
accidente naval como el de Ursa Major pudo haber desencadenado una crisis
diplomática entre España y una potencia nuclear; esa es la cara “B” del régimen
de guerra
DIARIO RED
Alexander Kazakov/Kremlin Pool / Zuma Press / ContactoPhoto
El
hundimiento, en las vísperas de las celebraciones navideñas, del carguero ruso
Ursa Major en las costas españolas, nos habla del ambiente de tensión
geopolítica en el que se ha sumergido Europa desde el año 2022. Según Moscú, la
embarcación estaba en medio de una serie de tareas de carga de la zona. Dos
personas desaparecidas por un accidente que, según las autoridades rusas,
habría sido desencadenado como consecuencia de un fallo en la sala de máquinas.
Los riesgos medioambientales y la actuación de las fuerzas de rescate españolas coparon en cierta medida los titulares sobre el hecho, pero el corpus de la noticia adquirió otras características que hablan a las claras de la tesitura que atraviesa Europa. El Gobierno español no tensó en gran medida las relaciones con Moscú tras el accidente, mostrando una actitud desescalatoria en un contexto que bien podría haber significado una crisis diplomática. Pero, independientemente de la particular reacción del gobierno de Sánchez, es innegable que, en el marco actual, siempre estamos al borde de una nueva escalada; particularmente, si se trata de Rusia.
Resta ver
si los vertidos afectan de alguna forma a la industria turística o pesquera de
la zona, pero el foco ha sido puesto una vez más en la geopolítica,
cumbre de la realpolitik europea de los últimos años (al
margen de propagandas varias). Desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, la
inteligencia europea, ucraniana y estadounidense vigila de cerca la actividad
naval privada y pública de Rusia; paradójicamente, nada se hace en este sentido
con Israel.
La tesis según la cual el
navío se dirigía a Siria es, al menos, verosímil. Ese tipo de cargueros habrían
sido utilizados a menudo por Rusia para transportar materiales a regiones en
conflicto
Vale la
pena observar la narrativa occidental al respecto del accidente de Ursa Major.
Rápidamente, el medio británico The Sun compartió la versión dada por
la inteligencia ucraniana, afirmando lo siguiente: “El propósito del viaje
no está claro, pero Ucrania dijo que iba de camino a transportar armas. La
inteligencia militar ucraniana y fuentes españolas sugirieron que Ursa Major se
dirigía a Siria para retirar equipos del país tras la caída del dictador Bashar
al-Assad”. El recorrido dibujado por The Sun no dejaba lugar a dudas… casi: de
San Petesburgo al Estrecho de Gibraltar, pasando por el de la Mancha; de ahí, a
Siria o al Canal de Suez.
La tesis
según la cual el navío se dirigía a Siria es, al menos, verosímil. Ese tipo de
cargueros habrían sido utilizados a menudo por Rusia para transportar
materiales a regiones en conflicto, y el hecho de que Moscú haya decidido no
clarificar la información refuerza la versión ucraniana. Además, es probable
que Rusia realice ciertas expediciones hasta la base naval de Tartús, el
principal activo estratégico del que dispone en Siria –y que podría estar en
riesgo con el nuevo gobierno yihadista de Hayat Tharir al-Sham–, para recuperar
material antaño destinado a las actividades allí del gobierno de Bashar
al-Assad.
En
cualquier caso, más allá de informes, especulaciones e información más o menos
clarificada, el episodio del Ursa Major alberga un elefante en la
habitación: la prevalencia de un clima permanentemente escalatorio y de
desconfianza entre Rusia y Europa, exacerbado desde el año 2022. Es la
consecuencia de una guerra por la que la OTAN, y muy concretamente Estados
Unidos, pujó durante muchos años, y que el gobierno de Vladímir Putin terminó
de acelerar. Ya no puede negarse, salvo que se desee abiertamente negar la
realidad, que la guerra de Ucrania era un interés estratégico de Estados Unidos
para desgastar al Ejército ruso en el contexto del Pivot to Asia contra
China.
Que un accidente como el de
Ursa Major pudiera haber generado una crisis entre España y Rusia es una
noticia en sí mismo
Y es
lógico que Estados Unidos, en tanto hegemón imperial, defienda sus interés en
suelo europeo y mande a morir a los ucranianos en una guerra que nada aporta a
Europa, para el mero desgaste de las capacidades rusas. Lo que no tiene sentido
es que Europa consienta poner los muertos, las crisis y la
inestabilidad en favor de Washington. Que el hundimiento de un navío por un
accidente (probablemente sin responsables humanos directos) tenga el potencial
de generar una crisis diplomática entre España y una potencia nuclear no es
normal, aunque los belicistas y los adheridos a la Casa Blanca pretendan
naturalizarlo.
Es
posible que esta crisis no escale. Puede que la versión rusa sea cierta, e
incluso la información ucraniana podría no ser tan “grave” como aparenta: sea o
no una misión secreta, entraría dentro de una cierta normalidad que Rusia envíe
expediciones a una base naval que controla en Siria para recuperar materiales
que ya no sirven, por cuanto el gobierno afín a Moscú ya no existe. Pero, con
todo, no puede negarse el contexto: sin la guerra de Ucrania, sin la previa
expansión de los tentáculos otanistas y de la Casa Blanca en el Este de Europa,
los Estados europeos podrían haber desarrollado una relación pacífica con
Rusia.
Que un
accidente como el de Ursa Major pudiera haber generado una crisis entre España
y Rusia es una noticia en sí mismo. La
naturalización del régimen de guerra y de la adhesión sin matices a la
estrategia internacional de Estados Unidos, incluso cuando acarrea riesgos en
suelo europeo, no debería ser la norma. Los Estados europeos tienen la opción
de evitar que, a futuro, un accidente similar pueda devenir en algo grave. No
lo harán; al menos, no parece que lo pretendan.
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