PODEMOS IMPORTA. Y
MUCHO
POR JUAN
TORTOSA
La líder de Podemos, Ione Belarra,
interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.Fernando Sánchez/ Europa Press
Agoreros
de toda clase y condición vienen anunciando la muerte de Podemos desde
el mismo día, 17 de enero de 2014, en que este proyecto político se dio a
conocer. El sistema se percató enseguida que lo que significaba esta iniciativa
política no era precisamente una broma, que sus análisis eran profundos y sus
propuestas ponían el dedo en la llaga. El bipartidismo y la monarquía corrupta,
la banca y el empresariado supieron ver pronto que las reflexiones y
diagnósticos de aquellos profesores universitarios calaban porque manifestaban
exactamente lo que buena parte de la ciudadanía sentía y pensaba en aquellos
momentos. Había que cargárselos pues, matarlos, acabar con ellos. Aquel maldito
espejo de Blancanieves les estaba diciendo que existía alguien más guapo.
Intolerable.
Y a ello se pusieron. Casi once años después, los más de veinte casos judiciales abiertos contra diferentes miembros de la formación con cualquier pretexto, pero siempre sin fundamento, han quedado en agua de borrajas como no podía ser de otra manera. Los dos últimos, el caso Neurona y el caso Niñera, acaban de cerrarse por fin dejando claro que todo fue una patraña urdida para arruinarles la vida a quienes habían osado poner en solfa las inercias de la manoseada Transición, los acuerdos que durante décadas habían dejado vivos en las instituciones a buena parte de los herederos de la dictadura. Algunos nunca dejaron de asomar la patita y otros, desde que han decidido quitarse las caretas en los juzgados, la policía, el ejército o los periódicos, están consiguiendo acorralar a los miembros socialistas de un gobierno que nunca supo verlas venir hasta que no les ha tocado a ellos.
Como
sigamos así, la jaula de grillos que es hoy el Parlamento podría convertirse
más pronto que tarde en una bañera de pirañas. Recordaba el otro día Gabriel
Rufián, recién elegido mejor orador del año, cómo hace ya doce, “una
diputada del PP dijo en el Congreso “que se jodan” durante un debate en
el que se hablaba del paro y de parados. Aquello fue un escándalo, se le
sancionó y ella y su partido tuvieron que pedir perdón. Hoy se aplaudiría, se
jalearía y hasta se harían camisetas con la frase”.
Aún
así, las encuestas de estos días certifican una vez más que Podemos, ese muerto
que tantos han querido matar tantas veces, goza de buena salud. Ahora solo
disponen de cuatro diputados en el Congreso, es verdad, pero se trata de cuatro
votos tan válidos como los siete de Junts o de Esquerra, los seis de EH
Bildu o los cinco del PNV. Cuatro escaños sin los que no
se puede hacer nada. Cuatro votos que Ione Belarra y sus compañeros usan
para cumplir con lo que sus votantes esperan de ellos: conseguir avances
sociales, luchar contra la desigualdad o poner pie en pared frente a las
injusticias. Algo que en Sumar no han sabido hacer. O no han
querido, vaya usted a saber.
La
última humillación sufrida por la ministra de Sanidad, plegándose con el asunto
Muface a una decisión contraria a su voluntad política, deja a Mónica
García en muy mal lugar. Sumar nunca fue nada y ahora es mucho menos. Si
mantiene alguna expectativa de voto es gracias a la incondicional militancia de
Izquierda Unida, que sigue dentro porque no sabe qué hacer con su
vida. Y mientras tanto en Podemos, cada vez que habla Irene Montero le
tiemblan las piernas a más de uno, cada vez que Ione Belarra interviene en el
parlamento deja más en evidencia la tibieza de un Gobierno de coalición algunos
de cuyos miembros, empezando por el presidente, están empezando a sufrir el
mismo tipo de ataques que soportaron tantos responsables de Podemos mientras
los socialistas miraban para otro lado.
Y
hete aquí el panorama actual, los mismos cañones que dispararon contra el
partido morado andan ahora copando telediarios y primeras páginas con Ábalos,
Aldama, Koldo, Begoña… los mismos que acosaron en su casa durante meses a
un vicepresidente y a una ministra del gobierno están yendo ahora a por todas
contra el entorno familiar y político del presidente. Puede que Pedro
Sánchez se haya dado cuenta ya que se equivocó apostando por intentar
hundir a Podemos. Sus cuatro diputados y los postulados políticos que estos
defienden le son a día de hoy más necesarios que nunca, sobre todo desde que en
Junts han decidido hacerle descarados ojitos al PP.
Más
vale que nadie baje la guardia. Como sostiene mi admirado Javier Leizaola,
“vienen curvas y toda alerta será poca”. Feliz Navidad.
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