SU GRAN NOCHE, MAJESTAD
POR SATO DÍAZ
El rey Felipe VI pronuncia su
tradicional discurso de Nochebuena, en
el Palacio de la Zarzuela (Madrid), a 24 de diciembre de 2022. Pool
Nuestro
ficticio Felipe VI está inquieto, es más, está atacado de nervios. "Se
acerca su gran noche, majestad", le advierte Gustavito, que ha medrado
mucho en Zarzuela tras el exitoso "lo
siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir" del
pasado 12 de octubre. Hay trajín en palacio, luces, micrófonos, técnicos de
aquí para allá. Ambiente de rodaje. Ya está aquí, como cada año en
Nochebuena... ¡el discurso real! "¡El belén, pongan el belén!", grita
alguien de producción. "No, este año no, belén no", se envalentona el
rey. "Este año quiero ser más moderno", claudica el primero de
los españoles.
Gustavito, el escuchar esto de Felipe VI, no puede esconder cómo se le enrojecen los ojos de la emoción. Gustavito veía en el jefe del Estado a un alumno que no solo progresaba adecuadamente, sino que lo hacía de forma sobresaliente. "¡Más moderno todavía!", recochineo en Zarzuela. Gustavito sabe que su misión está a punto de finalizar, lo que le genera satisfacción por el trabajo bien hecho, pero también vértigo. ¿A dónde irá después de haber sido coach nada más y nada menos que del rey? ¿Dónde vivirá mejor que en el mismísimo Palacio de la Zarzuela?
Si
un rey tiene una razón de ser en España es la de pronunciar el discurso de
Nochebuena, insertarse en todos los televisores que acompañan la previa de
millones de cenas, desear Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo a tothom.
Esta mágica noche es, por lo tanto, su gran noche, majestad. Y el cuerpo lo
sabe. El examen anual ante un público que, si bien no es muy exigente, siempre
tiene algo que decir. Un error en la gran noche puede ser temerario, pues se
comentará en demasiadas mesas atiborradas de botellas de vino.
"Somos
dos países con memoria, con una clara conciencia del pasado, en
particular del que no puede ni debe repetirse ni siquiera como
caricatura". Las palabras del jefe del Estado español en el Parlamento de
la República Italiana todavía resuenan. "¿Se habrá cabreado Santiago
Abascal por decir lo que dije ante Giorgia Meloni? ¿Qué piensas
Gustavito?". El consejero real suelta una carcajada. "La derecha ya
sabe que usted es de los suyos, majestad, no se enfadarán con el rey de
España, es a la izquierda, querido Borbón, a quien ha de seducir", le
explica Gustavito, con tono marisabidillo. "Ha de hablar de memoria
democrática; sitúese, como también hizo en Italia, del lado de los derechos
humanos, también de los derechos de las personas migrantes; hable català,
galego, euskera..., majestad, así ampliará el espectro de
simpatía sobre usted en la ciudadanía española", prosigue el personal
trainer real.
"España
e Italia compartimos la prioridad de fomentar los flujos de migración segura,
ordenada y regular. Debemos seguir dando a los inmigrantes el trato digno
que se le debe a todo ser humano", se reproduce el vídeo de Felipe VI
en Roma en bucle. "Escucha, Gustavito, parezco una ONG. ¿No me estaré
pasando? Fíjate que en el papa Francisco, la figura del papa tampoco debería
ser puesta en duda por la derecha católica y a este, por rojo, lo quieren
apartar", reflexiona el monarca. "Hágame caso, majestad, aproveche su
gran noche, busque complicidades con la izquierda". "Confío en ti,
Gustavito, te haré caso, pero temo que después de pedir perdón por la
colonización española en América el pasado 12 de octubre me la monten en
Zarzuela como la montan en Ferraz".
"¿Y
si se creen que soy de Pedro Sánchez, Gustavito?", el monarca, que justo
pasa por maquillaje antes de la grabación del discurso navideño, pega un salto
del susto. "¿Cómo van a pensar que eres de Sánchez? Ya se vio en nuestra visita a las zonas afectadas por la DANA,
el trato que reciben de la gente corriente no tiene nada que ver; hizo muy bien
en ir, demostró su cercanía al pueblo, majestad".
"Y
ahora, relájese, concéntrese en el discurso, piense en su respiración: espire,
inspire, espire, inspire, otra vez, concéntrese únicamente en su respiración,
el resto no existe", le ordena Gustavito, que añade: "Piense en algo
concreto de su vida que le haga conectar con la verdad, una vez la haya
encontrado, pronuncie su discurso, majestad". "Gracias Gustavito,
muchas gracias", el rey.
"¡Silencio,
estamos grabando!". El rey arranca su discurso. La tensión se masca en el
ambiente, quietud en palacio. Y una duda nace en lo más interno de Gustavito.
"¿Pronunciará el discurso moderno y progresista que hemos preparado o no
me hará caso? ¿Me ha estado engañando todo este tiempo?".
Termina
aquí este relato de ficción del rey y Gustavito. Para conocer el discurso real,
nunca mejor dicho, toca esperar hasta el martes 24.
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