EL AÑO DEL LODO
La riada de Valencia arrambló con los precarios límites que quedaban en pie
y no se permitían cruzar para ganar legítimamente la contienda política
Felipe VI durante su visita a Paiporta. / YouTube (casarealtv)
Sabes
que la cosa no va bien cuando es el rey Felipe VI quien tiene que explicarle, a
una gente que le grita cosas tan indignadas como inconexas, que no se dejen
arrastrar por el barro de los bulos y la desinformación porque hay mucha gente
interesada en sembrar el caos. La riada de Valencia se llevó por delante
centenares de vidas, miles de propiedades y decenas de miles de coches. Con
mucho menos esfuerzo, arrambló con los precarios límites que quedaban en pie y
no se permitían cruzar para ganar legítimamente la contienda política.
Una cosa es inventarse chismes sobre los gustos sexuales de un político, su pasión por las monterías o los chalés a pie de pista. Otra muy distinta maliciarse que yacían centenares de muertos en parkings inundados, mientras miles de familias buscaban aún a sus desaparecidos y el Gobierno de Pedro Sánchez lo ocultaba para que nos fuéramos de puente en Difuntos y se nos olvidara. Lo poco que aprendimos como sociedad democrática después del 11M había quedado oficialmente olvidado.
La
mañana de ese domingo de noviembre, en Paiporta, la imagen del fango asaltando
las instituciones dejó de ser una metáfora para convertirse en un clip de
TikTok. Desde entonces el lodazal no ha hecho más que subir su nivel en todas y
cada una de las instituciones del Estado. Si no fuera porque gente tan seria y
tan formal no puede ni debe comportarse así, casi parecería que muchos en los
tres poderes del Estado disfrutasen revolcándose en la antipolítica como gozan
los gorrinos chapoteando en el barro.
Lo
más temible y paradójico es que quienes más se benefician de semejante barrizal
ni siquiera tienen que molestarse en removerlo. La mayor parte del trabajo se
lo hacemos los mismos que proclamamos sentirnos molestos, preocupados o
indignados por tanto fango rampante echado a los pies. A fin de cuentas lo
único que necesita el lodo para extenderse es que la gente buena hable de
él.
La
ultraderecha continuará surfeando este lodo porque así ha llegado siempre hasta
donde quería llegar
La
ultraderecha continuará surfeando este lodo porque así ha llegado siempre hasta
donde quería llegar. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio y el odio es
el camino del autoritarismo. La derecha de orden se subirá cada día un poco más
a la ola únicamente por miedo a acabar barrida por su fuerza.
Eso
quiere decir que le toca a la izquierda drenar el lodazal. Todos aquellos que
pensamos que la política es el arte de lo posible y sirve para resolver
problemas, no para inventarlos, debemos hacerlo porque podemos hacerlo y porque
debemos hacerlo. Alguien debe asumir la responsabilidad de hacer todo cuanto
esté en su mano para evitar que el fangal que devasta nuestra vida pública
arrase con lo que queda de las instituciones que han conformado y operan
nuestro sistema político y de convivencia.
No
se trata de hacer el panoli o ejercer de pagafantas, o iniciar un camino de
cilicio y santidad, o de ofrecerse voluntario al sacrificio en la arena de X o
la red que elijan. Se trata de ser coherente y no empeñarse en mantener una
pelea amañada que nunca ganaremos. El lodo me da acidez, los zascas me aburren
y la viralidad me parece una completa ordinariez. Se acabó. Continuar dejándose
arrastrar solo conduce a la melancolía, el hartazgo y la derrota; por ese
orden.
Si
sostenemos que se trata de ruido, seamos coherentes y no hagamos más ruido
únicamente para gritar más alto. Las causas judiciales se ganan en los
tribunales con los hechos y la ley, no en las ruedas de prensa con los
titulares y el relato. Si creemos de verdad que, con todos sus defectos y
errores, estos últimos años, España ha sido y es un país mejor, más libre, más
justo y más habitable, vivamos y celebrémoslo como tal; los únicos con razones
para estar cabreados y andar enfadados serán aquellos que vean en el lodo su
mayor y casi única esperanza. Hagamos como aconsejaba Albert Einstein, dejemos
que nuestro coraje provenga de la amabilidad, la belleza y la verdad. Año
nuevo, política nueva.
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