ESPAÑA Y EL MUNDO:
1936-2024
POR JUAN
CARLOS MONEDERO
Escenario de la obra '1936'.Cedida
Con
apenas unas cuantas horas de diferencia, he tenido el placer doloroso de ver la
obra de teatro 1936 y, al día siguiente, en un intento fallido de
almuerzo en Pozuelo, el doloroso displacer de ver otra vez cómo sería España si
ganasen las elecciones el Partido Popular y Vox. Avisos vamos teniendo.
La
obra 1936, de Andrés Lima, debiera formar parte, al igual que Jauría,
de Jordi Casanovas y Una noche sin luna, de Juan Diego Botto, del
currículum de todos los institutos de España. Si la derecha quiere enseñar en
los colegios a los adolescentes a jugar a la bolsa para hacerse criptobros
-luego se extrañan que tengan de referentes a influencer con la cabeza
hueca y residencia fiscal en Andorra-, estas obras de teatro harían de los
jóvenes ciudadanos y ciudadanas, con una idea de lo común más hermosa y
solidaria y una idea de España de la que sentirse verdaderamente orgullosos.
Decía Gil de Biedma, con una resignación propia de quien en el fondo podía cargar con el peso de la existencia en la España franquista, que nuestra historia casi siempre termina mal. No es verdad, pero como ocurre a menudo, conviene saber por qué es así. Los tres grandes protagonistas de estas obras -el pueblo humilde que tuvo esperanzas con la II República, una mujer violada por cinco degenerados que se creían impunes, y un poeta y dramaturgo de Granada, republicano y homosexual, que aún hoy está desaparecido-, fueron derrotados y, sin embargo, como ocurre con el Espartaco de Howard Fasst, aún crucificados vencen.
1936
está dirigida por Andrés Lima, con texto
de Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga. La obra es
teatro integral, con texto, música, danza, decorados, cine, ruptura de la
cuarta pared y guiños a la actualidad.
La
protagoniza un elenco mágico (y ahorro adjetivos a cada uno de los actores y
actrices porque todos y todas están enormes, convincentes y grandiosas):
Antonio Durán haciendo del asesino Queipo de Llano; Alba Flores como la
Pasionaria, el general Rojo y una madre de las víctimas de la carretera de
Almería a Málaga; Natalia Hernández, como el académico y político cómplice de
asesinato Yangüas y el obispo cómplice de asesinato Cardenal Gomá; María
Morales como Azaña, Largo Caballero y Clara Campoamor; Paco Ochoa como Pau
Casals, George Orwell y el asesino general Mola; Blanca Portillo representando
al golpista José Antonio Primo de Rivera y a Rosario la Dinamitera; Guillermo
Toledo en el papel del asesino general Yagüe, el ladrón Alfonso XIII y el
honesto general Miaja; Juan Vinuesa trayendo al asesino general Franco y a
Ramiro de Maeztu; y un espléndido coro de jóvenes, una de las almas de la obra.
El
coro empieza interpretando el Himno a la alegría de Beethoven
("toda la humanidad será hermana"), música con la que se inauguraron
los juegos olímpicos de Barcelona en 1936. El músico Pau Casals quiso impedir
que los juegos olímpicos de Berlín, que empezaban semanas después, se
apropiaran del himno, ya que era intención de Goebbels hacer de esa pieza la
música oficial de los juegos de Berlín. Barcelona se adelantó. Pero tampoco se
olvidan del Cara al Sol -espléndido himno falangista que deja
claro que hay belleza al servicio del mal-, pasando por La Internacional
o A las barricadas (hermosos himnos de resistencia que, siempre
asediados, también tienen emparentados su lado menos luminoso).
Por
1936 desfilan los personajes más siniestros de la historia reciente de
España, los responsables de que África empezase en los Pirineos (con perdón
para África), los que entregaron a curas tridentinos, espadones iletrados y
estraperlistas sin escrúpulos el futuro del país, los que fusilaron a 200.000
personas de la mejor España, los que mataron, encarcelaron o exiliaron a las 13
Rosas, Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado, León Felipe, Luis Cernuda,
María Zambrano, los que trajeron a alemanes, italianos y marroquíes a asesinar
a españoles (los aviones y tropas de Mussolini, la legión Cóndor de Hitler, la
tropa mora de Franco), los que nunca quisieron escuchar el "paz, piedad,
perdón" de Azaña.
Este
viernes, había quedado a comer con dos amigos. Como no habíamos reservado y era
el día clave de las comidas de empresa, dando vueltas y vueltas llegamos a un
restaurante de Pozuelo. Mala elección. Porque la derecha madrileña considera ya
que hay zonas que son suyas. Nunca han soportado que la facultad de Ciencias
Políticas de la Complutense esté en Somosaguas, igual que les molesta que la
sede del PSOE esté en Ferraz o les indignaba que la primera sede de Podemos
estuviera en la calle Princesa.
En
el restaurante, especialmente en la mesa que lanzó la provocación, había sobre
todo hombres, borrachos, en manada, emboscados, en territorio que creen
conquistado y en un local que igualmente piensan que es suyo. Evidentemente
habían visto que estaba afuera en la barra esperando un buen rato una mesa. Se
prepararon. Se les debió hasta enfriar la comida. Un energúmeno, con voz ebria,
empezó a gritar nada más entrar en el salón con mis amigos: "¡Viva España!
¡Viva España! ¡Fuera! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera Podemos de España! ¡Es que no ves
cómo se llama el restaurante! ¡Esto es España! ¡España! ¡Fuera!, ¡Viva
España!", a lo que alguno replicó con un par de "¡Fuera!",
aunque más tímidos, desde la retaguardia.
Me
recordó a otro incidente en una situación parecida en Sanlúcar de Barrameda
-hombres, borrachos, en manada, con sentimiento de impunidad, empresarios y
banqueros- y les ahorré a mis amigos que aquello terminara, cuando menos, en el
hospital o en comisaría. Tampoco di mucho tiempo a ver si los bandos se
equilibraban, pero me temo que no jugaba en casa.
Me
entristeció ver en el tono del Marqués de la Ginebra que gritaba con un timbre
idéntico al que había escuchado la noche anterior en voz de Queipo de Llano, el
que auguraba a las mujeres republicanas saber lo que era un hombre cuando las
violaran las tropas moras o que pedía que se saludara con un tiro a todos los
republicanos con los que cualquier patriota se cruzara. Patriotas de un
"¡Viva España!" en boca del partido que más ha robado a España. El PP
organizó una policía política contra Podemos y los independentistas y la llamó
"policía patriótica". El borracho del restaurante, con la cara roja
por la bebida y la ira -lo que le hermanaba, al menos en el color, con los
carabinaros que avisté en su mesa- por fortuna no creo que llevara armas. Vox,
Alvise y una parte del PP creen que hay que permitir que la gente vaya armada.
Esta
semana, un saudí sionista entusiasta de Netanyahu y de Alternative für Deutschland,
el partido hermano de Vox, mató a dos personas e hirió a decenas en un mercado
navideño en Alemania. Santiago Abascal salió en Twitter/X corriendo a decir,
como si ese demente no compartiera con él ideología, que todos los inmigrantes
que entraban en nuestros países son un peligro y que "malditos todos los
políticos que han abierto nuestras fronteras a bárbaros como estos".
El
bárbaro, que era uno "de los suyos", repetía una actitud sobre la que
venimos advirtiendo: es la extrema derecha la que representa un peligro para la
paz y la convivencia. Y no hay fácil solución porque el diálogo, que es la base
de la democracia, lo han dinamitado.
Alguien
(de nombre @Imamaditasaok, quizá un bot pagado por alguien de derechas, quizá
un alias de alguien como el enrojecido borracho de Pozuelo), le recomienda en
esa red tan límpida de Elon Musk a un periodista: "Llama a un moro mételo
en casa deja que se folle a tu mujer, dale todos tus ahorros y antes de irte de
la que era tu casa le dejas que te de un par de hostias y te la meta un poco
por e culo, se llama izquierda española doméstica, disfrútalo". Más allá
de la ortografía -si no se les pueden pedir modales, como para pedirles
ortografía- ¿de qué se puede hablar con esa gente? ¡Viva España, coño y se
sienten!
Esta
semana, en una votación en el Parlamento de Castilla y León, el presidente de
la mesa, de Vox, dio por aprobada una votación sobre una terna para el Tribunal
Superior de Justicia que perdieron 35 a 31. Pese a ese resultado, el presidente
dio por aprobada la terna. ¡Pero si 35 es más que 31!, le reprochaban los
diputados de la oposición, a lo que contestó: "No voy a entrar en ese
debate". Maldita aritmética bolivariana.
La
extrema derecha global es el Plan B de la crisis de la economía y de la democracia
actual, que recibe una vuelta de tuerca en la crisis económica de 2008 (de ahí
saldrán reforzados Trump, Milei, Bolsonaro, Meloni, Le Pen, Orban, Abascal,
etc.). Han leído a Gramsci y saben que una parte importante de la guerra es
cultural, pero también a Lenin, de manera que cuentan con la militarización de
la acción y se apropian del discurso radical sacado de La Internacional:
"Del pasado hay que hacer añicos/ legión esclava en pie a vencer/ el mundo
va a cambiar de base/ los nada de hoy todo han de ser".
En
su discurso, compartido por todas las derechas, la izquierda, a la que
identifican con el pasado o con la amenaza a la identidad y el statu quo, es
culpable de todo lo que pasa. El anticomunismo de ayer hoy es un
antiizquierdismo aún más radical y abstracto, apenas encarnado por Venezuela
-un país modesto que ni siquiera forma parte de los grandes de la región- o, en
España, por Podemos -un partido que ni siquiera ha gobernado sino como minoría-
pero que moviliza a todos los insatisfechos que no han encontrado ninguna
receta tan reconfortante en la izquierda.
Por
eso, los votantes de la derecha y de la extrema derecha autorizan a sus líderes
a hacer lo que crean que tienen que hacer para acabar con el pasado y con la
"lacra" izquierdista. Si los revolucionarios daban por sentado que
después de la revolución todo iba a estar bien, los contrarrevolucionarios de
hoy asumen el dolor de romper lo que haga falta para permitir que un futuro
refulgente advenga. La derecha le ha comido a la izquierda la utopía
revolucionaria dándole la vuelta. En 1936, se trataba de volver al orden
natural cristiano; hoy se trata de inventar un futuro nuevo que nazca de las
cenizas.
Si
hay que romper el parlamento, se rompe; si hay que mentir, se miente; si hay
que robar, se roba; si hay que dejar morir a ancianos, se les deja morir; si
hay que enriquecerse uno y a los familiares, se enriquecen; si hay que decir
una cosa y la contraria, se dice. Como recuerda Pablo Gentili, "a los
generales se les juzga por sus resultados, no por sus formas". Asaltan lo
público, veranean con narcos, saquean el erario, tienen brotes psicóticos, no
saben hablar sin pinganillo, controlan los juzgados por delante y por detrás,
tergiversan los testimonios de los testigos en un juicio, inventan pruebas con
policías corruptos, anulan las acusaciones a los políticos amigos, convierten
el parlamento en un circo, mienten en los medios, en las tribunas, en cualquier
sitio en el que estén, hacen alianzas antinatura -hay nazis sionistas o peperos
amigos de Junts- apoyan guerras genocidas, insultan al Papa…
Apenas
hay dos requisitos, pero casi no lo son: no me enseñes lo que tienes que
destruir y haz que no te pillen. Aunque a veces es al revés y quieren que se
vea el dolor y aceptan que si te pillan logres que imputen antes al que te
denuncia que al denunciado. "No te preocupes: lo importante son los
resultados".
El
mundo se va pareciendo a la víspera de 1936, que fue la víspera de 1939. Sin
hacer tremendismo apocalíptico, pero sin ingenuidades. Si la izquierda no es
capaz de movilizar a una mayoría, va a pagarlo caro. Y que se olvide de que
"cuanto peor, mejor", porque ahí están las extremas derechas que
hunden a sus países y vuelven -o casi- a ganar las elecciones.
La
estrategia debe ser más inteligente. No basta denunciar la amenaza de los
ultras (ya está descontado en casi todos los países), ni sirve insultar a los
tibios ni escandalizarse por la última barbaridad que hacen o dicen los ultras.
Tampoco basta hacer políticas sociales, que no es suficiente para que la gente
esté contenta con los gobiernos.
Hay
más homogeneidad en las derechas que en las izquierdas. Y eso les ayuda a
construir el sentido común de época. Y eso es su pasaporte para su victoria y
para nuestra derrota. ¿Es posible crear un discurso radical, convincente,
dialogante, firme, creíble, tranquilizador, épico, esperanzador, utópico y
realista? Quien lo logre, unirá una gran parte de los fragmentos de la
izquierda. Mientras, aprendamos de la derecha y que el que pueda, que haga lo
que pueda. Como el colibrí, que en el incendio hacía "su parte". De
lo contrario, el fragmento será la antesala de la forma que adopte el 1936 de
nuestra época.
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