LA TRINCHERA CUÑADA
MIQUEL RAMOS
Iker Jiménez y Roberto VaqueroImagen de X
Sentando
en la vieja barra de un bar, solo, con un palillo en la boca y muchos en el
suelo junto a varios huesos de aceituna. Media copa de Terry junto al paquete
de tabaco, y el olor a colonia que se mezcla con el de su sobaco y del orín
reseco de sus calzones. Comenta en voz alta, indignado, las noticias que van
saliendo en la tele que cuelga de una pared, a pesar de que el ruido de
cubiertos, el silbido de la cafetera, el murmullo de los clientes y los gritos
del camarero amortiguan el relato del periodista. El país se va a la mierda,
pero a él no se la cuelan. Él resiste, no sucumbe a las modas ni a la
corrección política. Es un rebelde ante lo que cada vez más, dice, se parece a
una dictadura. Se mantiene firme en sus principios, en lo de toda la vida, en
lo normal, lo que Dios manda.
No sé hasta qué punto esto estaba antes en mi imaginación o me lo instalaron en la cabeza las viñetas de Furillo y de Pedro Vera y las habituales caricaturas del cuñado medio. Se que el cuñadismo puede ser de todo signo, que es una actitud, que no entiende de ideologías, y que la caspa a todos alcanza. Pero esta es la imagen que me viene cada vez que me encuentro con el mismo artículo cada semana, escrito por plumas distintas y en diferentes medios, en cada tertulia y en no pocas tribunas institucionales llorando por la decadencia de la civilización occidental y la dictadura woke que ha sumido el mundo en la miseria moral más absoluta. Nada más lejos de la realidad. Quien escribe tales mierdas no responde a ese estereotipo, aunque tenga el calzoncillo acartonado, beba coñac barato y le huela el sobaco. Eso no está reñido ni con la clase, ni con las pintas ni con el local donde alterne. He visto pijos más cerdos y malolientes que un váter portátil de cualquier festival.
El
estereotipo de cuñado, de facha vehemente, no es tan así, aunque en nuestro
imaginario se imponga este retrato y nos tranquilice pensar erróneamente que el
fascismo se cura leyendo y que todo es producto de la ignorancia. El cuñadismo
hoy está bien armado intelectualmente, y es un error ignorarlo. Los tiempos han
cambiado, y ya no necesitan cuatro gin-tonics y un buen coro de hombres para
decir gilipolleces, levantar el brazo o sacarse la polla. Ahora esto es ir
contracorriente, es pura resistencia, son los nuevos Tercios de Flandes.
En
las columnas de los principales periódicos de derechas hay cada semana una oda
a ello, golpes en el pecho, alpiste para alimentar ese espíritu rebelde de la
nueva era. Cada semana aparece la misma pieza, el mismo debate en los medios,
con diferente barniz, sobre la ruina y oscuridad a la que nos quieren llevar
los progres, los indígenas, las feministas y los raritos de todo signo. Cada
semana encuentran el último caso que confirma su mantra: un señor que quiere
ser un perro, una feminista que hizo algo muy malo, un rojo con contradicciones
o un pobre nazi cancelado en una universidad de Wisconsin. Hay que reconocer
que el cherry picking, esto es, coger un caso aislado, el más bizarro posible,
y tratar de generalizarlo a un colectivo o a una idea, es todo un arte. Ese,
dicen, es el futuro diseñado por no sé qué élites que conspiran en la sombra.
Élites que nunca son quienes amasan las mayores fortunas, claro, sino una
especie de contubernio apátrida y amoral que lo controla todo y que decide que
la sirenita sea negra, que los niños se corten el pene y que se enseñe sexo
anal en los colegios.
La
trinchera cuñada no es una barra de bar. Es el think tank de la ultraderecha
que sirve de abrevadero y trampolín para tanto enfant terrible, para célibes
involuntarios tan asustados como cabreados o ex izquierdistas que han visto la
luz del sol de cara y acaban teniendo una columna en los medios afines. Es el
canal de YouTube de un señor que grita e insulta mucho mientras agita los
brazos y golpea la mesa sin aportar nada más que gestualidad y testosterona. Y
luego te vende algo. Es el canal de Telegram donde se encuentran los que
conocen la verdad y no se dejan engañar por los medios convencionales. Los que
desvelan lo que los demás ocultan. Es esa nueva ola de políticos patriotas que
se han plantado ante ese globalismo social-comunista que nos gobierna y que
pretende diluir las culturas y las naciones, los sexos y las normas en un
mézclum sin identidad, sin historia y sin límites naturales ni morales.
El
cuñadismo dicen que está de moda porque se viste de rebelde. Porque es un lugar
seguro, una respuesta ante el escepticismo generalizado por la inundación de
desinformación que sufrimos y la normalización de las llamadas verdades
alternativas, que no son más que bulos. El cuñadismo es también una pose ante
la normalización de los valores progresistas de igualdad, solidaridad, del
feminismo, y el respeto y reconocimiento a la diversidad y sus conquistas
sociales. Nada que no sea reversible, y en ello están los nuevos canallitas, en
dar marcha atrás y vendernos Gilead, a Milei o a Bukele
como el mejor futuro posible. Y el franquismo como un pasado de paz.
Es
la reacción habitual de quien teme perder sus privilegios, un victimismo
natural que demuestra miedo a que todos disfruten de la misma tranquilidad y
las mismas oportunidades. Una incorrección política que siempre se ceba con los
más vulnerables y con los siempre jodidos, y nunca apunta hacia arriba. Una
nueva contracultura reaccionaria construida con verdades alternativas y gafas
viejas, regada de millones de euros, muchos de estos de dinero público, que
pretende hacernos creer que están venciendo, que están convenciendo y que no
tenemos nada que hacer ante su nuevo sentido común. Aunque sus figuras y
proyectos políticos vayan logrando cada vez más poder, el terreno de las ideas
y la hegemonía cultural es otra cosa. Eso les va a costar más, por mucha pasta
que inviertan en autopromocionarse y por muchas instituciones que logren
alcanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario