EL ATAQUE DE MAGDEBURGO Y LA DESINFORMACIÓN
DE
LA EXTREMA DERECHA
POR
MIQUEL RAMOS
Mercadillo navideño de MadbeburgoImagen de X
Melvin
Schwede había acudido a la localidad alemana de Henstedt-Ulzburg, al norte de
Hamburgo, donde el candidato de Alternativa por Alemania (AfD), Jörg
Meuthen, ofrecía un mitin. Se topó con una protesta antifascista en las
inmediaciones, y, tras varios intercambios de insultos, cogió su coche y
arrolló a varios manifestantes. Sucedió en 2020 y el autor del atropello, que
dejó varios heridos, fue juzgado hace justo un año,
condenado a tan solo tres años de prisión, ya que la jueza consideró
que no tenía intención de matar. Schwede imitó a James Alex Fields Jr., otro
neonazi que, en 2017, usó su coche para arrollar una protesta antifascista en
Charlottesville, Estados Unidos, matando a Heather Heyer. Este, sin embargo,
fue condenado a cadena perpetua.
Hace tan solo dos años, en 2022, la policía alemana realizó una macrooperación contra el terrorismo neonazi y detuvo a veinticinco personas, entre las que se encontraba una política del partido AfD y el tesorero de sus juventudes en Sajonia. La organización era conocida como Reichsbürger (Ciudadanos del Reich) y planeaba un golpe de Estado. Hace tan solo dos meses y medio, en noviembre de 2024, otra operación policial desmantelaba un nuevo grupo neonazi alemán que planeaba una revuelta armada para establecer un territorio nacionalsocialista en el este del país.
Desde
hace ya varios años, las autoridades alemanas advierten de que la principal amenaza violenta en el
país viene de la extrema derecha, y que las cifras de los
delitos de odio relacionados aumentan considerablemente. Al mismo tiempo, los
partidos ultraderechistas siguen cosechando éxitos a lo largo del planeta,
también en Alemania, donde AfD no hace más que subir en las encuestas y se
prevé que mejore sus resultados en las próximas elecciones el próximo mes de
febrero. La violencia de extrema derecha es
un fenómeno global, y el auge y la normalización de sus
discursos no hacen más que empoderarla.
El
terrible ataque perpetrado la pasada semana por un hombre contra un mercado
navideño en Magdeburgo, Alemania, que se ha cobrado la vida de varias
personas y decenas de heridos, ha sido de nuevo objeto de numerosas hipótesis y
relatos enfrentados. Un hombre de origen saudí, ateo y autodefinido como ‘el
crítico más agresivo de la historia contra el islam’ en una entrevista de 2019
al Frankfurter Allgemeine Zeitung, arrolló con un vehículo a varias
personas que visitaban un mercadillo navideño. Al-Abdulmohsen había abandonado
su país natal hacía años y ejercía como psiquiatra en Alemania. Se había
dedicado, además, a facilitar la huida de ciudadanos de Oriente Medio apóstatas
del islam a otros países, tal y como contó en una entrevista a la BBC en 2019.
Sus
redes sociales no dejan lugar a dudas sobre su obsesión con la supuesta
islamización de Europa, el mantra global de la extrema derecha actual, con
mensajes pidiendo ejecutar a Angela Merkel
por considerarla cómplice. Su perfil en la red social X, cuya imagen
de portada es un subfusil automático, está todavía activo y lleno de propaganda
islamófoba, proisraelí y de extrema derecha. Al mismo tiempo que alerta
obsesivamente sobre la islamización de Europa, critica que Alemania y otros
países europeos no dan asilo a refugiados de Oriente Medio que huyen del islam.
Uno de los perfiles que más promociona el atacante de Magdeburgo en su cuenta
de X es el de Salwan Momika, activista islamófobo sueco que protagonizó la
quema del Corán y que es un ferviente defensor de Israel. También hay mensajes
de alabanza al partido AfD, a Elon Musk o al líder ultraderechista e islamófobo
de los Países Bajos, Geert Wilders.
Aun
así, su país de origen y el haber elegido un mercado navideño como objeto del
ataque, ha servido a la extrema derecha para llevar a cabo una nueva campaña de
desinformación que trata de vincular al islam y la migración con el terrorismo
y relacionar este ataque con el yihadismo. Miles de cuentas se han lanzado a
desmentir su apostasía y hasta su islamofobia, manifestada reiteradamente en
sus apariciones en medios de comunicación y en sus redes sociales. Todo, dicen,
es una tapadera, porque en realidad era un musulmán que se hacía pasar por ateo
para infiltrarse en la sociedad occidental y cometer este atentado.
En
el caso de Al-Abdulmohsen, sus posturas anti-islam, dice la extrema derecha, no
eran más que un disfraz. Y para reafirmar esta teoría aluden a la Taqqiya, esto
es, una licencia islámica para esconder la fe. Esto, que se promulgó para
escapar de las persecuciones a las que eran sometidos los creyentes, es
resignificado ahora por los ultraderechistas para atribuir una velada
adscripción a la fe islámica a toda persona originaria de países árabes o de
tradición musulmana, aunque su vida y sus propias declaraciones demuestren su
lejanía de esta doctrina, e incluso, en el caso del atacante de Magdeburgo, su
radical y obsesiva oposición. Esto no hace más que poner bajo sospecha a
millones de personas, a nuestros vecinos y vecinas, que, según la extrema
derecha, nunca serán de fiar por mucho que se alejen de la fe islámica. Ni
siquiera los que les dan apoyo.
Otra
de las supuestas pruebas que esgrimen los ultraderechistas para atribuir una
velada adscripción al islam del atacante es la elección del objetivo, esto es,
un mercado navideño. La intención sería entonces atacar un espacio cristiano,
como si a estos mercadillos tan solo fuesen devotos, o como si las fiestas
navideñas y los mercadillos no estuvieran prácticamente ya desacralizados,
celebradas y concurridos por ateos y por todo tipo de personas
independientemente de sus creencias. ¿Por qué no eligió una mezquita?, claman
los islamófobos para reforzar su argumento. Primero, porque es posible que no
pudiese entrar a toda velocidad con su coche al templo. Y segundo, y creo que
lo más obvio, porque el objetivo era atacar un lugar masificado y causar el
mayor daño posible.
El
mismo autor de los hechos había manifestado en sus redes en diversas ocasiones
su intención de hacer pagar a Alemania su supuesta laxa actitud con el islam y
su maltrato a las personas que llegan al país huyendo de este. Sin embargo, su
alusión a las personas refugiadas ha servido para que la ultraderecha use estos
mensajes como una supuesta prueba de la vinculación del atacante con la defensa
de las personas refugiadas, obviando que tan solo aludía a quienes abandonaban
la fe islámica y huían de determinados países, y acusaba al gobierno de dar
asilo únicamente a musulmanes, sirviendo a su plan de islamizar Europa.
En
el conjunto de excusas que tratan de desvincular al perpetrador de las ideas de
extrema derecha subyace una premisa: era refugiado, venía de un país islámico
y, por lo tanto, lo lleva en la sangre. Es una cuestión racial, aunque lo
disfracen de “cultural”. La idea es que no pueden escapar de ello. Es
indesligable de su raza y de su religión. Aunque este atentado se ha cometido
en nombre de las mismas ideas que defiende la extrema derecha: su odio al
islam, a las personas musulmanas y a los políticos por permitir la supuesta
islamización de Europa. Para la extrema derecha, el pecado y la maldad se
llevan en la sangre.
Este
relato sigue al dedillo las viejas teorías conspirativas que usaron los nazis
contra los judíos, a quienes acusaban de traidores, mentirosos y artífices de
un plan para conquistar, someter y destruir Europa. Exactamente lo mismo que
hoy promulgan los principales propagandistas de la extrema derecha sobre las
personas musulmanas, con la teoría del 'Gran Reemplazo' o del 'plan de Kalergi'
como telón de fondo, como los nuevos 'Protocolos de los Sabios de Sion' que han
encontrado un nuevo chivo expiatorio para su modelo de sociedad racista y
excluyente. La islamofobia ocupa hoy el lugar que hace un siglo ocupó el
antisemitismo, y usa exactamente las mismas tácticas y conspiraciones para
deshumanizar, demonizar y excluir a una parte de la población. Esto no
excluye el antisemitismo que, en el fondo, profesan todos estos ultras, pues
detrás de todas sus conspiranoias siempre aparece, casualmente, un judío, como
su token favorito, un George Soros, por ejemplo.
Sin
embargo, el aval democrático con el que cuentan estos herederos ideológicos de
los nazis y la normalidad con la que las democracias liberales han aceptado su
inclusión, promoviendo su propia destrucción, no augura nada bueno. Este
terrible suceso es uno más de los que instrumentaliza la extrema derecha, que
se apresuró a salir a la calle y tratar de capitalizar el duelo y la rabia.
Aunque se desmonten sus bulos, el sesgo de confirmación sigue funcionando. Es
más, cuando la motivación del atacante coincide con las ideas de las extremas
derechas, llegan las dudas, lo de hilar fino, el incisivo y correspondiente
análisis psicológico que nunca se aplica cuando el autor es tildado de yihadista,
viene de cualquier país no europeo y dice actuar en nombre del islam. Entonces
no hay dudas. No hay problemas mentales ni confusión alguna.
Esta
lluvia fina de odio y desinformación va calando en una sociedad cada vez más
indolente frente a esta ofensiva neofascista
que se empeña en poner dianas sobre determinadas personas. Los analistas que
tan claro sentencian cuando el autor de cualquier ataque tiene determinadas
características, hoy cogen con papel de fumar este nuevo caso. No sea que
culpemos sin razón a la extrema derecha de promover el odio.
Al
final dará igual que el autor sea un ultraderechista, que se sucedan las
operaciones policiales contra el terrorismo neofascista y que sea hoy la
principal amenaza para la seguridad. Al mismo tiempo, ganan elecciones. ¿Lo que
digan hoy los medios convencionales y las autoridades? Pura conspiración,
manipulación y ocultación de la verdad para que los ultraderechistas no lleguen
al poder. Con tanta prudencia y tanta equidistancia ante el odio y sus consecuencias,
cualquier opción, cualquier verdad, le será rentable a la ultraderecha.
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