LA PARADA
DUNIA SÁNCHEZ
A diario
aunque el otoño figure en su lucidez se sentaba en la parada esperando esa
guagua que la llevara a su destino. A diario, aunque el otoño sea tormenta de
fuertes lluvias se sentaba en la esperada…esperando y esperaba y el autobús
pasaba y el chofer se le quedaba mirando, con la una simbólica pena en sus
ojos. La miraba , ella no se movía, no se levantaba y el la saludaba con una
afable sonrisa y continuaba. A diario, aunque el otoño estremezca las mareas y
el despertar anuncié el movimiento de la ciudad se sentaba en la parada. Uhm,
sus años habían entrado en la dejadez aun así lucia sus labios de un carmín
como bienvenida a una nueva jornada en el que ella estaba esperando. A quién…a
quién…Sus hijos desaparecidos en la bruma del olvido jugaban aún en si pecho,
en su memoria. Tal vez, los estaba esperando y ella sonreía y charlaba con todo
el que se sentara a su lado. A diario, aunque el otoño detonara una plomiza
tristeza en su atmósfera se sentaba en la parada, las palomas , con tiempo
claro se arrimaban a sus pies y ella le daba migas de pan entretanto esperando
la llegada de la guagua. Cuando se detenía, ella, con un atisbo en la puerta
trasera ojeaba quien iba dentro luego, se sentaba otra vez, seguía escuchando
el sonido del otoño, el sonido de las palomas, el sonido de la voz humana quien
saludaba, quien despedía. Y a diario cuando la noche se acercaba con presura
recorría con su memoria cada paso dado e la mañana y retornaba a su casa. Un
halito de desgana brotaba en sus pisadas. Un grito de soledad hacía recorrer
por su envejecido rostro una lágrima. Un aliento de desesperanza la embriagaba
y despacito y callada cerraba su puerta.
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