DE AUSCHWITZ A GAZA,
CON ESCALA EN LA HAYA
Nunca habrá campos de exterminio en Gaza, pero aun así las comparaciones
están empezando a clamar desde debajo de los escombros y de las fosas comunes
Netanyahu
visita Auschwitz-Birkenau en 2013. / IsraeliPM
Benjamin
Netanyahu no viajará a Polonia el mes que viene para asistir a la principal
ceremonia que marca el octogésimo aniversario de la liberación del campo de
exterminio de Auschwitz, ante la preocupación de que pueda ser detenido sobre
la base de la orden de arresto que emitió
contra él el Tribunal Penal Internacional de La Haya.
Esa
amarga y no tan sutil ironía de la Historia ofrece una perspectiva surrealista
que hasta ahora era casi inimaginable: basta con imaginar al primer ministro
aterrizando en Cracovia, llegando a la entrada principal de Auschwitz y siendo
detenido por la policía polaca en la puerta, bajo el lema “Arbeit macht frei”
(“El trabajo os hará libres”); basta con considerar que, de todas las figuras y
países, es al primer ministro de Israel a quien se le impide asistir al
homenaje a los miembros de su pueblo debido a la amenaza del derecho
internacional que se cierne sobre su cabeza. El canciller alemán, sí;
Netanyahu, no.
Hace ochenta años, cuando Auschwitz fue liberado, esa situación habría sonado como la mayor locura imaginable. Pero ya no. Hace ochenta años, a los judíos se les dio a elegir entre dos legados: que los judíos nunca más volvieran a enfrentarse a un peligro semejante, o que nunca más nadie en el mundo volviera a enfrentarse a un peligro semejante. Israel eligió claramente la primera opción, con un añadido fatal: después de Auschwitz, a los judíos se les permite hacer cualquier cosa.
En
el último año, Israel ha implementado esta doctrina como nunca lo había hecho
antes. Un primer ministro que evita una ceremonia en Auschwitz es quizá la
forma más burda de ejemplificarlo. El hecho de que, de todos los lugares del
mundo, Auschwitz sea el primero al que Netanyahu teme ir, es de un simbolismo y
de una justicia histórica clamorosos.
Otros
jefes de Estado asistirán a la ceremonia, pero Netanyahu no. Tiene una orden de
arresto del Tribunal –que se estableció como consecuencia de lo ocurrido en
Auschwitz–, bajo la sospecha de crímenes de guerra que, a una velocidad
alarmante, se van pareciendo cada vez más a los crímenes de Auschwitz.
La
distancia entre Auschwitz y Gaza, con una escala en La Haya, es todavía enorme,
pero ya no se puede alegar que la comparación sea absurda.
Después
de leer el informe de pesadilla de Yaniv
Kubovich sobre lo que está ocurriendo en el corredor de la
muerte de Netzarim, uno se da cuenta de que esa distancia se está acortando día
a día.
Siempre
ha sido tabú comparar cualquier cosa con el Holocausto, y con razón. Nunca ha
habido nada parecido. Los peores crímenes de la ocupación palidecen al
compararlos con los crímenes de Auschwitz.
Además,
esa comparación siempre deja a Israel blanco como la nieve y a sus acusadores
como antisemitas: al fin y al cabo, no hay campos de exterminio en Gaza, así
que cualquier acusación se puede refutar fácilmente. No hay campos de
exterminio, y por eso las Fuerzas de Defensa de Israel son el ejército más
ético del mundo. Nunca habrá campos de exterminio en Gaza, pero aun así las
comparaciones están empezando a clamar desde debajo de los escombros y de las
fosas comunes.
Cuando
los palestinos de Gaza saben que donde merodean manadas de perros callejeros
hay cadáveres humanos comidos por los perros, los recuerdos del Holocausto
empiezan a aflorar.
Cuando
en la Gaza ocupada hay una línea de la muerte imaginaria, y cualquiera que la
cruza está condenado a muerte, aunque sea un niño hambriento o discapacitado,
la memoria del Holocausto empieza a murmurar.
Y
cuando en el norte de Gaza se lleva a cabo una limpieza étnica, seguida de
claros signos de genocidio por toda la Franja, el recuerdo del Holocausto es ya
un bramido.
El
7 de octubre de 2023 se está revelando cada vez más como un fatídico punto de
inflexión para Israel, mucho más de lo que ahora lo parece, similar solo a la
calamidad previa, la guerra de 1967, que tampoco fue diagnosticada en su
momento. En la Guerra de los Seis Días Israel perdió su humildad, y el 7 de octubre
perdió su humanidad. En ambos casos hay daños irreversibles.
Mientras
tanto, tenemos que considerar la ocasión histórica y asimilar su significado:
una ceremonia que conmemora el octogésimo aniversario de la liberación de
Auschwitz, dirigentes del mundo desfilando en silencio, los últimos
supervivientes vivos desfilando junto a ellos, y el lugar del primer ministro
del Estado que surgió de las cenizas del Holocausto está vacío.
Está
vacío porque su país se ha convertido en un Estado paria, y porque a él le
busca el tribunal más respetado de los que juzgan a criminales de guerra. El
asunto merece que levantemos un instante la vista del escándalo de Hanni
Bleiweiss [la mujer de Netanyahu ha sido acusada de acosar a un testigo] y el
caso Feldstein [el portavoz del primer ministro está siendo investigado por
filtrar información clasificada sobre las negociaciones de paz]: Netanyahu no
va a estar en Auschwitz porque está siendo buscado por crímenes de
guerra.
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Traducción
de Lola Díez.
Este
artículo se publicó el 23 de diciembre en Haaretz.
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