AJEDREZ EN VAQUEROS
POR DAVID
TORRES
El ajedrecista Magnus Carlsen.Debarchan Chatterjee (Europa Press)
Cuando
leí la noticia la mañana del 28 de diciembre, pensé que era una inocentada.
Difícil no pensarlo teniendo en cuenta los titulares que anunciaban que el
mejor jugador del mundo, Magnus Carlsen, había sido descalificado del Mundial
de rápidas por llevar vaqueros. Se trataba de algo demasiado ridículo para ser
cierto, pero a media mañana el mundo del ajedrez estaba conmocionado ante la
declaraciones de Carlsen, quien no sólo se negó a cambiarse de pantalones, sino
que anunció que abandonaba el torneo y advirtió de que no va a jugar ninguno
más bajo las reglas de la FIDE: "Si esto es lo que quieren, genial. Estoy
fuera. Que os den".
Los detalles del rifirrafe entre el campeón y los burócratas de siempre son lo bastante cómicos como para merecer uno de esos análisis que habitualmente se dedican al desarrollo de una partida magistral. Carlsen fue multado con 200 euros por infringir las normas de vestimenta de la FIDE y posteriormente advertido de que debería cambiarse de pantalones antes de la novena partida. El noruego dijo que lo haría al día siguiente, pero el árbitro del encuentro decidió no emparejarle en la siguiente ronda, lo que significaba un punto perdido. Fue el momento en que Carlsen perdió definitivamente la paciencia y abandonó el torneo. "Es una cuestión de principios" dijo. "Soy demasiado mayor para preocuparme demasiado. Si esto es lo que quieren, me iré a un lugar donde el clima sea un poco más agradable".
Probablemente,
el lugar al que se refiere Carlsen es al próximo campeonato de Freestyle,
una modalidad del ajedrez donde se sortea el lugar de las piezas mayores, un
formato al que puede atraer a muchos aficionados dado su renombre y su
facilidad para atraer patrocinadores. Hay quien comenta que la jugada estaba
calculada de antemano con el fin de atraer más publicidad para ese evento, del
mismo modo que achacan la espantada de Carlsen a sus malos resultados en la
clasificación general. Lo cierto es que el desencuentro entre el jugador
noruego y la Federación Internacional de Ajedrez viene de lejos: "Estoy
muy cansado de ellos y no quiero nada más de esto. No quiero hacer nada más con
ellos. Estoy triste y lo siento por la gente en casa". Son palabras que
suenan a una declaración oficial de guerra.
Por
su parte, la FIDE se escuda en el código de vestimenta aceptado por todos los
jugadores, un código que prohíbe explícitamente los pantalones vaqueros, aunque
es difícil explicarse los motivos de este veto. Más absurdo aún: si se leen
atentamente las reglas de la federación, se descubre que los vaqueros sí que
están permitidos; lo que no se permite es que estén rotos, cortados o impresos
con imágenes. Otro de los ajedrecistas multados días atrás por infringir las
reglas de vestimenta, el Gran Maestro ruso Yan Nepómniashchi, comentaba con
sorna en su cuenta de Twitter que esperaba que sus doscientos dólares fuesen a
parar a la Fundación para la Investigación de la Moda en Ajedrez. Lo más
curioso de todo es que, entre las imágenes que hemos visto en este torneo de
partidas rápidas, hay varias fotos de jugadores que también llevaban vaqueros,
entre ellos, el Gran Maestro estadounidense Hikaru Nakamura.
Una
vez más la FIDE no ha perdido la oportunidad de hacer un ridículo histórico.
Era muy sencillo volver a multar a Carlsen, incluso elevar la cantidad de mil
dólares, pero sancionarlo con un punto era forzar las cosas al límite. El
escándalo tampoco extraña mucho en la trayectoria de una organización, la FIDE,
famosa por sus arbitrariedades, caprichos y casos de corrupción; una
organización que ha provocado encontronazos tan sonados como el que exilió a
Fischer de los tableros o el que obligó a Kaspárov a crear la Asociación de
Jugadores Profesionales. Se comenta que en breve Carlsen protagonizará un cisma
parecido y que el incidente de los pantalones no ha sido más que la excusa con
que justificar la ruptura. En cualquier caso, no deja de ser curioso que tres
de los jugadores más grandes del último medio siglo (y de los mayores
ajedrecistas de la historia) hayan tropezado de boca con un nido de burócratas
preocupados ahora por chorradas indumentarias tales como esa gilipollez de
prohibir la entrada a un local por llevar calcetines blancos. Quizá el próximo
invento de la FIDE consista en un torneo entre porteros de discoteca. Estaré
atento para apuntar a Roberto Esteban.
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