lunes, 16 de diciembre de 2024

PERPENTO QUE NOS UNEEL ES

 

PERPENTO QUE NOS UNEEL ES

La exposición ‘Esperpento. Arte popular y revolución estética’ llega en un momento en el que (como país) estamos muy necesitados de mirarnos genealógicamente en el espejo

AURORA FERNÁNDEZ POLANCO

Vista de la exposición Esperpento. Arte popular y revolución estética. / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Como si de una cierta reacción contra los chatgepetés se tratara, he podido comprobar durante el pasado puente de la Constitución que los teatros han colgado el letrero rojo de “agotadas las localidades”. La gente parece desear experiencias en vivo y en directo. Dos obras han batido el récord: 1936, bajo la dirección de Andrés Lima en el Teatro Valle-Inclán, y Luces de bohemia, la obra de Valle-Inclán en el Teatro Español. A este cruce (y juego) de nombres relativos a momentos clave del “ruedo ibérico” habría que añadir la imprescindible muestra del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía: Esperpento. Arte popular y revolución estética. Creo que la exposición llega en un momento en el que (como país) estamos muy necesitados de mirarnos genealógicamente en el espejo. Y, en este caso, nunca mejor dicho, en palabras de Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia, en un espejo cóncavo como los del callejón del Gato: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. Estamos necesitados porque una parte del ruedo (digamos el tendido de sol) se viene aferrando con uñas y dientes a cuestiones identitarias muy básicas; se enganchan emocionalmente al espejo de fino azogue donde reflejarse nítidamente con sus símbolos “clásicos”, los que representan para ellos el orden natural de las cosas-como-deben-ser. De ahí, tal y como ocurre de forma evidente en la estética fascista de los años treinta, que les moleste (o que teman) cualquier presencia que deforme su “ego imaginario heroico”: el extranjero, el pobre, la sigla Q y el +. La otra parte del ruedo (pongamos el tendido de sombra) no parece temer su reflejo en los espejos cóncavos y resiste desde las deformaciones alegóricas, caricaturescas, grotescas, que se rebelan contra natura para gritar quejas y deseos de un mundo como-no-quieren-que-sea e, incluso, tímidamente, como-podría-ser. Lejos de mí la pretensión de dividirnos en dos mitades y alimentar con ello el fuego de la polarización dominante –recuerden que, en la metáfora del ruedo, también hay un tendido “sol y sombra”–. Por mucho que la exposición trate de reivindicar y mostrar la forma de mirar, alta y distanciada, de Valle-Inclán como estrategia crítica, una sale de la visita con la sensación (¡labor del montaje!) de haber presenciado ese grito (bajo) lanzado al unísono desde el tendido de sombra del ruedo ibérico: las aleluyas, las caricaturas de la prensa, las máscaras de carnaval; los títeres del extremeño Barriga Verde, del Teatro dei Piccoli; los romances de ciego, la jota de los ratas de la Zarzuela La Gran Vía, las pinturas de Lucas Velázquez, de Castelao, de Laxeiro, Rosario de Velasco, el tirano de Orozco, las litografías de Francisco Mateos sobre “El sitio de Madrid”, los retablos de la toledana Tía Sandalia, el Bululú de Rivas Cherif, todo aquello que conforma una suma coral desgarrada ante un estado de cosas provocado por las bodas que hicieran en su día el capital y el poder, especialmente el monárquico y el militar. Sin olvidar el papel ejercido por los curas y la clase señoril, por utilizar el vocabulario que se respira en la muestra. El Valle-Inclán del esperpento lucha también contra un escenario (que nos ha llegado “neopotenciado” hasta el ahora) tramado por la burguesía y el liberalismo. Por ello, me ha gustado especialmente el cuidado en trazar esta genealogía (Goya en el horizonte, ¡por supuesto!). Pero antes de las disonancias y deformaciones propias de lo esperpéntico, el equipo curatorial inicia el recorrido en unas salas habitadas por sombras y médiums que coinciden en el tiempo con el gran desarrollo industrial. No es casualidad que la mercancía tenga un carácter fantasmal. Recordamos a Marx: es imposible objetivar a la forma valor, “no se sabe por dónde cogerla”. La resistencia consistía en plantar cara con tratamientos homeopáticos (drogas, espiritismos, espectáculos de sombras) a esa fantasmagoría y a la crisis de la experiencia provocada entonces por el capital y la guerra, como se puede ver en el tríptico “Estados mentales” de Humberto Boccioni (1911). Estas salas son muy finas en cuanto a diagnóstico y así me pareció leerlo.

El Valle-Inclán del esperpento lucha también contra un escenario tramado por la burguesía y el liberalismo

Que el esperpento cabalga entre lo trágico y lo grotesco lo demuestran las distintas reacciones de la gente con las que he visto (varias veces) la exposición. Ante mi entusiasmo, alguien ha llegado a responderme con toda la razón: “La sensación por momentos es angustiosa”. Punzadas especiales, pienso ahora, ante la cruda evidencia de los feminicidios por mucho que se lean desde el esperpento. Luces de bohemia o luces de miseria en la España del primer tercio del siglo XX. Lo formula muy bien Santiago Alba en su texto del catálogo: “Esta fusión de farsa, tragedia y destino es la que Valle provee de un nuevo lenguaje: tenía ya su imagen en la calle, en las tabernas, en las guerras, en las cárceles y los palacios; le faltaba en la novela y el teatro”. Para soportar la difícil tarea de poner de relieve la vigencia del esperpento en la España (y no solo) de hoy en ese frágil horizonte de tragedia, farsa y destino es comprensible que el peso del proyecto curatorial (el ensayo expositivo) haya sido compartido y llevado a cabo también de manera coral: Pablo Allepuz, Rafael García, Germán Labrador, Beatriz Martínez, José A. Sánchez, Teresa Velázquez, han debido trabajar siempre (imagino) concernidos y distanciados por unos materiales cuyo montaje tendría que conseguir guardar el potencial de un choque de tiempos, de sensibilidades y de analogías entre el pasado y el presente. Lograr tratar a la vez el esperpento como diagnóstico y como forma de resistencia. Como pharmakon, que envenena y cura a la vez. Cuando nuestras abuelas nos decían que íbamos hechas un adefesio, esa forma suya (estética) de mirar se convertía al mismo tiempo en arma nuestra arrojadiza contra el statu quo bienpensante y arregladito. Pues esa sensación tuve al pasear por la muestra. Valle-Inclán acuña el esperpento para definir un estado de cosas en la España descoyuntada y anquilosada que le tocó vivir. El montaje consigue hacernos viajar moralmente, llevarnos más allá. Para referirme al más allá, tomo una de las frases más citadas de Max Estrella que me acompañó especialmente en el recorrido de la exposición: “España es una deformación grotesca de la civilización europea”. Esta particular distorsión de la realidad es lo que el autor gallego denominó “esperpento”. La obra del colectivo mexicano Lagartijas tiradas al sol releyendo el Tirano Banderas de Valle-Inclán, “No tengo por qué seguir soñando con los cadáveres que he visto” (2024), me lleva inevitablemente a Gaza y a modificar la frase de Max Estrella: “El mundo occidental se ha convertido en una deformación grotesca de la civilización tout court”.

En fin, espero que puedan visitar la muestra (hasta el 10 de marzo de 2025) y logren convencer a su biblioteca pública favorita para que pidan a los Reyes (Magos) el imprescindible catálogo con textos del equipo curatorial: Santiago Alba Rico, Mario Bellatín, Esther F. Carrodeguás y Gloria G. Durán. Quisiera jalear desde aquí, sin demérito del resto de los magníficos textos, este último, una delirante y sorprendente pieza feminista (más allá de las “sin sombrero”), esperpéntica en sí misma, mimetizada hasta la genialidad con el entorno de la época y que no tiene desperdicio: “La Farmacia, Refugium Peccatorum”, así se titula. Y se refiere, por resumir, al museo de las locas, de las fugadas o de las médiums: Juanita Jaulín, La Mochales, Joaquinita Magnolia, Purificación Angustias, Sor Peligro, la Chelito y Tórtola, Mery, “La indolente”, la Señora Bragas… “Solo se admitían masculinidades despistadas con carné o varonilidades en fuga. Evitados hombres pedantuelos, petulantes y presumidos”. Como pueden ver, nada que no resulte amorosamente actual.

 

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