COLONIALISMO
CIENTÍFICO EN ESTADO PURO
ADRIÁN ESCUDERO
No
cabe duda de que este país nuestro tiene muchas rémoras coloniales. Lo de pedir
disculpas por los desmanes llevados a cabo durante la conquista no estaría mal
pero quizás podemos empezar por cosas más sencillas. El ministerio de Asuntos
Exteriores es, con diferencia, el ejemplo más palmario y salvaje de que las
cosas tienen que cambiar
Pese a las dificultades para
compatibilizar su labor docente e institucional, más su compromiso social
activo con cuestiones de conservación de la biodiversidad en su mundo
tropical, ha conseguido llegar al final de su recorrido predoctoral.
¡Genial! Lo ha hecho en tiempo y forma. Nada que objetar.
Presenta toda su documentación y la escuela de doctorado de su universidad pública española le da el visto bueno. Todo fluye de manera perfecta. Se pone en contacto con el tribunal que se ha aprobado y, entre todos, buscan una fecha para la defensa de la tesis. Se deja bastante tiempo para llegar al evento. Se quiere que haya tiempo para resolver las cuestiones que cualquier ciudadano de un país como Ecuador tiene que enfrentar para venir a la madre patria. Ya está. Se retrasa algo más de dos meses lo cual parece más que suficiente. Para nosotros, los investigadores españoles, también es un motivo de orgullo haber llegado a este punto. Trabajar con Diego es tener la oportunidad de aprender de primera mano sobre la diversidad del Neotrópico.
Hasta aquí, todo ha ido perfecto.
Diego tiene que sacar un visado normal para venir a España. No
hay una vía académica que aligere el proceso. Por supuesto tiene que ir
de Loja, donde vive, a Guayaquil para hacer los trámites. Es un viaje
caro y largo. El procedimiento es pétreo en ese sentido. No se puede
aliviar de ninguna manera, no hay una opción on line, no valen cartas de
su rector, ni de sus directores españoles, nada. Tampoco hay manera de
saber el tiempo que puede demorarse el proceso. Una cohorte de moscas que
viven ligadas a la embajada te ofrecen vías alternativas mucho más
rápidas. No quiere utilizarlas. Son muy caras. Lo que él quiere hacer,
defender su tesis doctoral, no parece exigir la utilización de vías
alternativas. Ya ha sacado el billete de avión a España. No puede esperar
más porque los precios se dispararán según nos acercamos a la fecha del
vuelo. Llama una y otra vez a la embajada, al consulado en Guayaquil. No
contestan los correos enviados. Días antes de la fecha del vuelo, sigue
sin tener una respuesta. Viaja para intentar resolver la demora desde
allá. Ni siquiera ha conseguido tener la cita para tramitar el visado
allá. ¿Cómo es posible? Esto es una pregunta retórica, claro. La
indefensión es la norma. No puede ir a España. No puede defender su tesis
doctoral. El recorrido académico ha sido perfecto. Ha abonado todo lo que
era pertinente en la universidad española y ha llevado a cabo todo el
plan formativo. Está bloqueado en su tierra.
¿Qué hacer?
Alguien le sugiere que intente entrar en la Fortaleza Europea
por Portugal ¿Cómo? Solicita al consulado un visado de turismo. Ok. No
hay mucho tiempo, pero no se le ocurre ninguna alternativa.
La sorpresa es mayúscula cuando alguien le indica que los
trámites se hacen por la embajada española porque Portugal no tiene
embajada allá. Desde una agencia responsable del trámite de visados a
España -previo pago- envía todo de nuevo a la embajada que no le había
permitido la entrada, pero a otra instancia. En esta ocasión es la
oficina delegada para visados la que lo tramita.
¡¡¡Fantástico!!! Diego tiene visado para entrar. Ahora sólo hay
que sacar otro billete a falta de pocos días para la fecha de defensa.
Claro que tiene que llegar a Lisboa en vez de a Madrid. Un dineral como
os podéis imaginar. Diego tiene que pedir ayuda económica. Vamos, un
crédito. La factura, que ya estaba muy por encima de sus posibilidades en
el marco anterior (“normal”), se ha vuelto imposible.
Extenuado, humillado, dolido, consigue llegar un par de días
antes de la defensa de su tesis al despacho de su director. A ensayar. A
preparar un poco la defensa. A llorar.
No cabe duda de que este país nuestro tiene muchas rémoras
coloniales. Lo de pedir disculpas por los desmanes llevados a cabo
durante la conquista no estaría mal, pero quizás podemos empezar por
cosas más sencillas. El ministerio de Asuntos Exteriores es, con
diferencia, el ejemplo más palmario y salvaje de que las cosas tienen que
cambiar si aspiramos a una relación con el resto del planeta más sana y
decente.
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