sábado, 18 de enero de 2025

LAS REDES SOCIALES, COMO LA SANIDAD... ¡PÚBLICAS Y DE CALIDAD!

LAS REDES SOCIALES, COMO LA SANIDAD... 

¡PÚBLICAS Y DE CALIDAD!

POR SATO DÍAZ

 

Elon Musk, en un acto de apoyo a la campaña presidencial de Donald Trump en el Madison Square Garden de New YorkDPA vía Europa Press

"No creo que democracia y libertad sean compatibles". El que escribe esta paradoja es el multimillonario Peter Thiel, fundador de PayPal y uno de los inversores que abandonaba la corporación Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp...), de Mark Zuckerberg, en la pasada campaña electoral norteamericana para centrar sus esfuerzos en llevar a Donald Trump a la Casa Blanca. Lo consiguió. Y ahora Zuckerberg también se arrodilla ante Elon Musk, también se pasa al lado oscuro, al neorreaccionarismo, a permitir que las personas LGTBIQ+ puedan ser catalogadas como "enfermas mentales" en sus redes sociales... 

Llega la Ilustración Oscura. Un grupo de multimillonarios sueña con imponernos un feudalismo tecnológico que domine el mundo. Y han pisado el acelerador. Están dispuestos a llevar a cabo una verdadera revolución reaccionaria. El imperialismo yanki ha mutado. Impulsados desde la Casa Blanca (Trump toma posesión este próximo lunes), creen que sus grandes empresas, la familia tradicional y las iglesias y parroquias son las instituciones necesarias sobre las que vertebrar una sociedad en la que no tiene cabida lo público, los Estados o la democracia; ni tampoco la diversidad, la disidencia o lo woke; ni por asomo la lucha de clases, el sindicalismo o el izquierdismo.

La libertad, por tanto, es únicamente para ellos; la libertad es para sus negocios, sus juegos, sus monedas virtuales, para sus violaciones de los derechos humanos, sus humillaciones, sus abusos de poder, sus injerencias... La ausencia de unas normas, del Estado de derecho, de leyes y de contrapesos (check and balances como aval democrático) es su garantía para disfrutar, sin barreras, de su libertad. 

Son machistas y odian al colectivo LGTBIQ+, pues así se expresa Zuckerberg, quien asegura que los controles de veracidad en sus redes sociales suponían una "castración" para sus empresas, a las que les faltaba "virilidad"; son militaristas y no dudan en amenazar con usar la fuerza militar para lograr sus objetivos, tal y como ha hecho Trump con respecto al Canal de Panamá o a Groenlandia; son racistas, tal y como detectamos en cada una de sus intervenciones públicas y ataques a las personas migrantes... Vuelven las nociones supremacistas. Pretenden imponer una ideología dominante que desprecia a quienes que no somos como ellos.

Hasta el propio Joe Biden ha alertado, en su discurso de despedida como presidente de los Estados Unidos esta semana, de cómo esta "oligarquía tecnológica" pone en riesgo la democracia. Y eso que buena parte de su ingente poder lo han logrado durante esta legislatura Biden-Harris, es decir, que no se entendería el auge de los unos sin la (in)acción del presidente saliente. La profesora titular de Filosofía del Derecho en la Carlos III y exeurodiputada María Eugenia Rodríguez Palop publicaba una tribuna recientemente en El País en la que describía algunas de las características teóricas de esta ideología que aspira a domeñar el mundo: paleolibertarismo, pronatalismo, profamilismo, gran reemplazo, aceleracionismo, jibarización...

En la misma reflexión, Rodríguez Palop criticaba la falta de reacción de la Unión Europea ante esta amenaza, que para Europa no solo es exógena, sino también endógena, pues el auge de las ultraderechas en los propios países europeos es la mejor garantía de la penetración de todo esto en el Viejo Continente. "La legislación europea resulta totalmente ineficiente y lenta para surfear esta ola. No está preparada para contener esta revolución tecnopolítica ni para adaptarse a su velocidad", advierte la profesora, que añade: "Más que en sanciones, Europa debería pensar en crear infraestructuras propias, públicas y competitivas con las que plantar cara al poder plutocrático que nos acecha". Parece mentira que Emmanuel Macron, que tan preocupado dice estar por la "internacional reaccionaria", no lidere este proyecto, infraestructuras tecnológicas europeas. Claro que igual está demasiado ocupado obstaculizando que gobierne el Nuevo Frente Popular, ganador de las elecciones legislativas el pasado verano, para lo cual no duda en hacer guiños simpáticos a la ultra Marine Le Pen.  

En la misma línea de Palop, el exvicepresidente del Gobierno y exdirigente de Podemos Pablo Iglesias proponía esta semana desde Canal Red "la creación de una red social pública bajo controles democráticos". Es más, Iglesias, que tiene unas muy buenas conexiones con América Latina, animaba a Claudia Sheinbaum (presidenta de México) a Lula da Silva (de Brasil) y a Gustavo Petro (de Colombia) a impulsar una gran red social pública, vehiculada en lengua española y portuguesa desde sus potencias regionales.   

Hace ya dos décadas, las redes sociales se convirtieron en el ágora en la cual se han mantenido buena parte de las conversaciones públicas de nuestra época. Hoy, estos mentideros están en manos de una oligarquía que, como vemos, centran su práctica en imponer su ideología sobre las demás y en hacer de la escena pública el mejor parqué para desarrollar sus negocios. Musk, el hombre más rico del mundo, y otra piña de semejantes hacen del algoritmo la mejor forma de dirigir el pensamiento colectivo hacia sus propios intereses. Controlan X (antes Twitter), Facebook, WhatsApp, Instagram, Amazon, PayPal... El algoritmo enseña la parte por el todo, y lo que no se ve, no existe. 

La necesidad de un espacio, unos canales y unos foros donde se pueda desarrollar el debate social sin injerencia de multimillonarios excéntricos y narcisistas que velan por su lucro personal es evidente. Necesitamos unos espacios de encuentro democráticos para garantizar la democracia. Unos canales con capacidad de filtrar la verdad de la mentira, porque la mentira es fácil de dirigir para los dueños del canal informativo. 

"Estamos viviendo la amenaza reaccionaria y civilizatoria más importante de las últimas décadas y hay que destacar la importancia de cobrar constancia del momento de época", el secretario general de CCOO, Unai Sordo, hacía esta reflexión esta semana junto a Antonio Maíllo, coordinador federal de IU, en una comparecencia conjunta. El propio Maíllo alerta esta semana a la Coordinadora Federal de su partido sobre cómo "los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley platean un cambio en el paradigma del poder, donde el imperialismo se ha digitalizado y sus dirigentes funcionan fuera de las estructuras democráticas del Estado-nación". Y esto lo hacen "mediante el control de la narrativa, la capacidad de definir lo verosímil, los marcos de comprensión y debate, y una suerte de privatización del espacio público digital", según el dirigente de IU.

En esas estamos. Quizás esta tribuna semanal tenga la utilidad hoy de insistir en una idea que se está convirtiendo en necesaria: como en el caso de la sanidad, también hacen falta unas redes sociales públicas, para que sean dependientes de la propia ciudadanía, y de calidad, para que puedan garantizar el debate que sustenta las democracias. Quizás este artículo solo sea una adhesión al manifiesto que presione a nuestro Gobierno, para que unido a otros gobiernos democráticos europeos, latinoamericanos y de otros continentes, construyan una alternativa pública a las redes sociales que nos han robado estos oligarcas.

 

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