APLICANDO EL SAGRADO PRINCIPIO DE
DESIGUALDAD
ANTE LA LEY
El
7 de octubre de 2023 se rehizo la agenda de nuestras sociedades. La
informativa, la política, la militar, la cultural, la ética.
A
causa de la enorme circulación de la info por todo el planeta, buena parte del
conocimiento de los acontecimientos –no todos− circula a menudo simultáneamente,
o casi, con lo acontecido.1
¿Qué
nos significa ver matar de a centenares, de a miles, a civiles, adultos,
niños?, ¿desfilar ante nuestros ojos la destrucción edilicia de toda una
ciudad, bombardeadas sus instalaciones sanitarias, alimentarias, de transporte,
sus redes de agua estalladas y humanos atrapados por doquier en los escombros?
Enterarnos
de la política fríamente calculada de impedir el acceso de agua y alimentos a
población cercada con evidentes signos de necesidad, bebés muriendo por falta
de líquidos, de alimentos, por hipotermia…
La pregunta que acabo de formular no se refiere al copamiento guerrilleril desencadenado por Hamás en la madrugada de ese día, tan cruento (porque se estima que en el cuartel regional que Israel había erigido en la Franja de Gaza, fueron “ajusticiados” decenas, probablemente cientos de policías o militares; algo que por sus dimensiones no tiene precedentes en la lucha establecida por los palestinos resistiendo el asentamiento “packman” sionista, adueñándose de Palestina, ni siquiera en episodios durante la huelga insurreccional de 1936-1939, con una violencia bastante generalizada.
Tampoco
nos referimos al intento casi simultáneo de toma de rehenes para canjear por
los numerosos palestinos presos, a menudo “administrativamente”, sin delito a
la vista, que otros grupos palestinos clandestinos (o el mismo Hamás) llevaron
adelante esa misma mañana tras el copamiento guerrillero, y que tuvo varios
desenlaces trágicos, porque la población israelí suele estar armada, y el
intento de tomar rehenes significó a veces la muerte de los secuestradores, a
veces la de los victimados (aun así, el volumen de la toma de rehenes
transportados “con éxito” a la Franja tampoco tuvo precedentes; se contó 240).
Tampoco
nos referimos a la versión oficial israelí, que habló de 1400 judíos asesinados
ese día –guarismo que ni lejanamente ha podido ser verificado por periodistas
de investigación− (y que el gobierno luego redujo ligeramente a 1300, porque
descontaron los palestinos matados durante la reacción israelí), versión que
incluía bebitos asados, mujeres desventradas, senos de mujer convertidos en
pelotas y demás “relatos” propios de la fábrica de “información” a la que el
sionismo y corrientes afines nos tiene acostumbrados.
No
nos referimos entonces a ese inusual y violento operativo guerrillero
palestino, sin precedentes, con un alto nivel de vidas perdidas (judías y palestinas).
Ni siquiera a la muy criticable política de tomar en frío rehenes.
La
demora de 6 horas, casi 7, que insumió la reacción o el contraataque israelí,
ha hecho pensar a muchos que se trató de un operativo tipo “Pearl Harbor”, para
que funcione con éxito político y mediático2
la “respuesta de los (presuntamente) atacados”. Y poner así en marcha, la
doctrina Hannibal.
A
lo que nos referimos es al desafío que plantea a nuestra sociedad y a su tejido
cultural la reacción del Estado de Israel ante la incursión violenta de Hamás,
Yihad, etcétera.
Indudablemente,
el régimen sionista venía, desde 2006 “apretando los torniquetes” sobre la FdG
de un modo cada vez más inhumano, alcanzando un grado de intromisión y crueldad
pocas veces registrado: casi veinte años regulando a la baja todo alimento,
saboteando todas las instalaciones de agua, dificultando su potabilidad,
contaminando las tierras (otrora de agricultura ejemplar), dificultando toda
actividad sanitaria, médica, quirúrgica; casi veinte años obligando a la
población a caminar dentro de corredores de rejas a veces tan ceñidos que ni
erguidos algunos podían ir, veinte años de abusos cotidianos, de vejaciones,
como dejar a una mujer con dolores de parto en una barrera “de control” hasta
finalmente tener que parir allí mismo, con o sin asistencia, detrás de alguna
planchada de cemento, animalizada por la vista hostil de la guardia de “la autoridad
ocupante”.
Este
proceso lleva más de un siglo. Pero como con los círculos del Infierno del
Dante, ha ido reconociendo agravamientos.3
Aunque
casi se podría haber sospechado este desenlace si tenemos en cuenta que los
sionistas asesinaron en 1924 a un judío, poeta, que se negó a cortar el diálogo
que como miembro de la comunidad judía mantenía con palestinos árabes,
probablemente musulmanes, o que en plena década del ’30, cuando el nazismo ya
había puesto fuera de la ley a casi todo el abanico político nacional (sometido
a expulsiones sumarias o a campos de concentración a socialistas, comunistas,
anarcosindicalistas, cristianos, judíos), los sionistas mantenían sus órganos
de difusión bregando por su establecimiento en Palestina, tolerándose
mutuamente y hasta confraternizando sionistas y nazis, organizando un plan de
conveniencia mutua para exportar bienes industriales alemanes al Cercano
Oriente: a los judíos se les confiscaba sus ahorros en el 3er Reich a cambio de
maquinaria que a su vez podían colocar los sionistas en los países del Cercano
Oriente y reembolsarse así los fondos confiscados.4
Durante
estos casi veinte años (con la promesa del “carnicero” Ariel Sharon de hacerles
la vida imposible) el “tratamiento tipo” ha sido siempre el mismo: responder a
una demanda −como la Marcha por la Tierra, llevada adelante en 2018 y 2019 sin
palos ni piedras, con solo pancartas, y miles de gazatíes hambrientos− con
balas certeramente alojadas en los ijares de los manifestantes. Y cuando se
acumularon los muertos desangrados, el jefe de los francotiradores israelíes
advirtiendo el daño mediático de asesinar fríamente a tanta gente desarmada
–oficial de “el ejército más moral del mundo”− ordenó cambiar de blanco; a los
tobillos, para no generar muertos sino lisiados (que recargarán lógicamente a
la población “vasallo”).
La
Marcha por la Tierra tuvo en Yahya Sinwar uno de sus promotores. Sin disparar
no ya una bala, ni siquiera piedras, los palestinos “cosecharon” centenares de
muertos e incontables tullidos.
Ésa
es la contabilidad sionista de los cuerpos.
Se
trata de algo que entendemos sin precedentes. Una violencia tan excesiva,
desmesurada ante una demanda, ¿Cómo enmarcar lo que está pasando, tanto en la
historia de la relación palestinos-sionistas, como en nuestra propia historia,
particular, y, por último, como humanidad?
Al
mismo Sinwar se le atribuye –años después−el plan del copamiento del cuartel
israelí en Gaza y de la toma de rehenes en zonas próximas a la franja. ¿Se le
puede criticar su adopción de operaciones violentas?
Frente
a la hipótesis de la celada tendida también es cierto que los humanos
maltratados, exprimidos, basureados, vilipendiados, aherrojados hasta el límite
de sus fuerzas, ensayan intentos de “tomar el cielo por asalto”:
−Aníbal
el cartaginés llegó a poner en riesgo el poder romano, por entonces inmenso;
−Tupac Amaru hizo trastabillar el poder hispano colonial sudamericano;
−y
la República de Palmares –“apenas” negros esclavos fugitivos− resistió más de
un siglo en el corazón del Mato Groso contra la economía esclavista portuguesa
en pleno siglo xviii, y fue finalmente vencida sólo cuando Portugal envió un
ejército estimado en 120 mil hombres…
Yahya
Sinwar resultó primera prioridad como objetivo del ejército sionista al serle
atribuida toda la ingeniería del 7 octubre, acusándolo de lo peor. Sin embargo,
su historia personal abrió la interrogante: ¿se puede abusar sin límites del
poder sobre otros humanos (y encima atribuirse el derecho a calificar la
calidad de su comportamiento)?
Entiendo
que, inevitablemente, tenemos que mirar hacia atrás. Y hacia adentro, porque
este conflicto lleva más de un siglo. Y porque también es cierto “que no hay
nada nuevo bajo el sol”.
Entre
los momentos claves para inteligir este conflicto, el final de la IIGM es clave
y me permito remitir al lector a, por ejemplo, a mi artículo “El estado
mundial: lo que nos ofrecen los dueños del mundo”, 2 noviembre 2022,
https://revistafuturos.noblogs.org/.
Con
el colapso soviético, pudimos visualizar otro momento clave incidiendo en el
drama palestino-israelí.
Los
núcleos dirigentes occidentales, armados del aparato represivo norteamericano
constituido en policía planetaria5
reverdecieron con la expansión de los proyectos hegemónicos al fin de la IIGM.
En particular, los miembros de los “5 Ojos”.6
Los
‘90 disiparon dudas y permitieron visualizar lo que un paper de
intelectuales orgánicos de la élite intelectual de EE.UU. tituló: “A report of
the Project for the New American Century”, setiembre 2000. En él se analiza las
posibilidades y las potencialidades de las “defensas militares” de EE.UU.7
Junto
con esta remilitarización que registramos con el nuevo siglo, vemos la prédica,
invertida, de la paz, la defensa y muy particularmente, del mantenimiento del
orden. Lo que, invocaba machaconamente, Joe Biden con su consigna: “el orden
basado en reglas”. Aunque el fraseo bideniano no nos impedía ver “la guerra” en
muchas, demasiadas partes del mundo, a menudo expandiéndose.
¿Qué
entendíamos con la frase tan remanida por Biden?
El
sentido común nos decía que todos deben seguir las mismas reglas, que no debe
(ni puede) haber reglas para unos y no para otros, o que pueda haber reglas
diferenciadas para cada quien; los blancos pueden pasar, los negros, no; los
hombres pueden pasar, las mujeres, no; los ricos pueden… ¡Oh, no! eso sería
inimaginable. E inadmisible.
Pues
bien: no era aquello lo que decía Biden. Biden decía rotundamente: un orden
basado en reglas consiste en que unos tienen que seguir unas reglas y otros,
no.
Lo
explica en muy pocas palabras un investigador chino de la República Popular,
Hua Bin: “un orden basado en reglas, también conocido como la hegemonía de
EE.UU. sobre los otros.” 8
Porque
Biden, más allá de sus dificultades cognitivas, tiene que haberse enterado de
las puntualizaciones que Lindsey Graham, un senador estadounidense de “la
pesada”, tuvo que tomarse el trabajo de puntualizar.
Graham
funge como senador desde hace más de dos décadas. Y es un puntal de AIPAC, el
lobby judeosionista que respalda financieramente a más de las tres cuartas
partes de los miembros de la Cámara de Representantes y presumiblemente, en la
misma proporción, a la de Senadores.9
Este
“cuadro de situación” de “la fábrica de leyes” de EE.UU., mediante la cual
Israel ejerce, a través de AIPAC, pero no solamente, un ceñido control de esa
presunta superpotencia en cuestiones claves, es determinante. Resoluciones,
dictámenes, leyes que provienen de cuerpos políticos tan penetrados por la
labor de lobby, constituyen un estado de situación, heterónomo, que
hemos ido viendo amplificarse y profundizarse con el paso de los años, de las
décadas.
Y
esa heteronomía es la que explica porqué EE.UU. ha cometido y comete tantos errores,
ha ingresado en tantas situaciones sin salida: es tarea muy difícil satisfacer
objetivos de otros sin pagar los platos rotos del asunto. En una palabra: ser
chirolita no es tarea sencilla, ni siquiera cuando se trata de un “chirolón”.10
Con
el ataque insoslayablemente genocida de Israel a la población gazatí desde el
mismísimo 7 oct. 2023, llevándolos una vez más, como alguna vez prometiera “el
carnicero” Ariel Sharon a “la edad de piedra”, pese a presentarse como
respuesta democrática a la violencia árabe, han surgido voces criticando y
condenado con mucha (y merecida) indignación la matanza, lo abyecto de la
matanza: la relatora de la ONU, Francesca Albanese, el rabino antisionista
Yakov Rabkin, el gobierno sudafricano, periodistas como Ali Abunimah,
palestino, Philip Weiss, judío, y otros, como Jonathan Cook, Kevin Barrett,
Christian Hedges, Ariel Umpiérrez, y tantos, tantos otros.
Sabemos
que solo en el diminuto territorio gazatí más el de Cisjordania y Jerusalén
oriental ocupados por Israel, han muertos más periodistas en estos pocos
últimos años que en los seis de toda la IIGM en el mundo entero. Se estiman
centenares. Cifras así de escalofriantes corren también para el personal
sanitario; médicos, enfermeros, camilleros… todos fríamente ejecutados por el
Estado de Israel.
Hasta
desde la mismísima ONU, en un tiempo la amanuense de EE.UU.11
ha brotado la crítica y la condena al comportamiento israelí en la Franja de
Gaza.
Aun
así, Biden ha estado insistiendo con su caballito de batalla del orden basado
en reglas.
Pero
veamos: Lindsey Graham, “nuestro” senador AIPAC, impugnó airadamente las
“órdenes” de arresto de la Corte Internacional de Justicia del 21 de noviembre
ppdo. contra los dirigentes israelíes, Beniamin Netanyahu y Yoav Gallant, en
una conferencia de prensa que brindó en el Hotel King David, en Jerusalén, el
27 nov. ppdo. afirmando: “El Estatuto de Roma no se aplica a Israel, ni a
EE.UU., ni a Francia, ni a Alemania, ni a Gran Bretaña,12
porque no fue concebido para actuar sobre nosotros.” 13
Vale
la pena repetirlo: “no fue concebido para actuar sobre nosotros”.
¿Por
qué Graham explicita el Principio de desigualdad ante la ley? No es por cierto
novedoso, pero sí novedosa su descarada exposición; lo que obviaba Biden, nos
lo desnuda Graham.
La
CIJ había iniciado su impugnación al inicuo comportamiento israelí en enero
2024 presentando una demanda contra el Estado de Israel por genocidio. Una
acción iniciada por Sudáfrica, que ha estado contando con el apoyo de varios
estados nacionales (aunque lastimosamente pocos) en el mundo entero: Pakistán,
Malasia, Turquía, Jordania, Namibia, Colombia, Bolivia, Brasil, Irlanda,
Bélgica, Turquía, hasta ahora.14
Pese
al terror ideológico que conlleva el latiguillo de “antisemita”, es de esperar
que la crudeza de la realidad, a la vista de todos, tenga más fuerza.
Como
para probar que estamos mucho peor de lo que imaginamos, que la gangrena
ideológica ha ido tomando los más diversos órganos de nuestras sociedades
presentes
–periodísticos,
judiciales, políticos, académicos, mediáticos− acabamos de experimentar una
truculenta verificación −otra− del principio de desigualdad ante la ley (no ha
pasado ni dos meses).
En
la ceremonia de despedida del saliente ministro de Estado de EE.UU., Anthony
Blinken, de la Sala de Periodistas de la Casa Blanca, el 16 de enero de 2025,
poblada por una veintena o más de periodistas, uno de ellos, Max Blummenthal,
judío, empezó a preguntar interrumpiendo la alocución ministerial con puntos
candentes, acusatorios; ¿por qué tanta carta blanca a los raids genocidas
de Israel en la Franja de Gaza?, ¿por qué tantos suministros de material de
guerra altamente ofensivo cuando ni siquiera existe una guerra regular
(ejército de ocupación israelí y población palestina asediada, arrinconada,
hambreada más guerrilla llevando adelante actos violentos). Blinken eludió
responder, prometiendo contestar preguntas (suponemos que en otro momento).
Luego de muchos minutos, gritos y forcejeos, Blummenthal fue sacado a pasos
semiforzados de la sala.
Recuperada
la calma, Blinken siguió su presentación y llegó el momento de las preguntas.
Un periodista veterano, de pelo blanco (se sabría después que es de origen
árabe), haciendo uso del derecho profesional a las preguntas le inquirió a
Blinken muy duramente acerca del genocidio en marcha. Blinken se negó otra vez
a contestar, con lo cual estaría cometiendo el-imperdonable-delito de negar el
juego democrático, y desmentir su propia promesa al abrir la conferencia, de
que cada quien tendría su pregunta para hacer. Pero no sólo eso, sino que tres
policías rodearon al periodista, Sam Husseini, y empezaron a desplazarlo a la
fuerza.
Husseini
se aferraba a los asientos, aclarando que él esperó pacientemente para hacer
una pregunta, y en medio del forcejeo siguiò preguntando sobre el papel y el
significado de armas nucleares en la Franja de Gaza.
En
un momento, con voz ahogada, Husseini le señaló a Blinken: −usted habla de
libertad y no me deja formularle ni una pregunta…
Husseini
no obtuvo ninguna respuesta, sólo la fuerza bruta transportando a un anciano
hacia afuera del recinto que se supone reservado a exponer la información
requerida por el periodismo.
Si
algo nos alegra es la presencia osada, crítica, de un judío y un árabe ante
tanta defección. Si algo lamentamos es el silencio, entre cómplice y abyecto,
de tantos otros periodistas allí presentes. Y extrañar la voz crítica de
alguien que no sea ni judío ni árabe o palestino.
La
Sala de Prensa de la Casa Blanca y su anfitrión Anthony Blinken dio entonces
otra prueba concreta del principio de desigualdad que con tanto desparpajo
había expuesto el senador Lindsey Graham dos meses atrás en otro territorio –el
foyer del histórico Hotel King David, de Jerusalén, volado en 1946 por los
aires con palestinos, judíos, ingleses y otros extranjeros allí trabajando u
hospedados, dejando un tendal de decenas de muertos a manos del terrorismo
sionista.
Lugares
donde estas contradicciones, por lo visto, funcionan de maravillas.□
1 La presentización de nuestra sociedad actual ha
pasado a ser un rasgo dominante y de algún modo erosiona, está erosionando
nuestra temporalidad (pasado-presente-futuro); los humanos somos seres
básicamente históricos.
2 El aspecto mediático es clave: recordemos como Israel
ha ido afianzando las técnicas mediáticas, con un “diccionario” de recursos
persuasivos elaborado cuando mediante la operación “Plomo fundido”, en 2008
Israel aniquiló la Franja de Gaza con un bombardeo masivo y destrucción sin
precedentes hasta entonces. El diccionario de frases “entradoras” fue
engendrado por The Israeli Victory Project; en su tapa figuran las
banderas de EE.UU., Francia, Reino Unido y Alemania. Países a recordar. Y data
de 2009.
3 Remito a notas mías anteriores, que incursionan con
cierto detalle en la historia de este proyecto colonialista que ha recubierto
sus razones en recursos ajenos a los mortales comunes: “Como se desató la
violencia en Palestina/Israel: imaginarios construidos y realidades
escamoteadas”, abril 2009, en imagomundi, rebelion.org. Editorial Canaán
publicó una selección de notas mías, El racismo de la ‘democracia’ israelí, Buenos
Aires, 2012, cuya primera parte, “Históricos”, atiende
lo
que procuramos desarrollar.
4 Ha’avara se llamó el operativo. No confundir con
has’barah; propaganda ideológica del sionismo.
5 EE.UU. cuenta con seis comandos planetarios con que
se reparten el mundo: Africom, Eurocom, Comando Norte, Comando Sur, Comando
Central y del Pacífico. Y ese “tejido” de trama mayor, a su vez, se apoya en
unas 600 bases militares distribuidas también por todo el mundo, y la mayoría
son denominadas nenúfares porque se las ha ido dotando de equipamientos más
ligeros y movibles (que las iniciales).
Por
eso, hemos tenido que escuchar a Laura Richardson, titular del Comando Sur,
hablar de minerales u otras riquezas, naturales o forjadas por la humanidad, en
países del sur americano, usando, con naturalidad, el plural de la primera
persona del posesivo, como si fueran de “ellos”, de EE.UU.
6 Fundada en 1948, Los 5 Ojos son: EE.UU., R.U.,
Australia, Canadá, Nueva Zelandia. Con fricciones en operaciones de mercado con
Francia y Alemania marginados de esa info. En los ’90, Israel es incluida en
una suerte de 5 Ojos ampliada (el único estado de la red que no tiene inglés
como idioma materno… exclusivo. Tiene por el contrario, otro idioma materno que
es prácticamente exclusivo de Israel… y de una comunidad religiosa).
7 La invocación del paper emplea la misma
semántica que los militares israelíes, que designan a su ejército siempre como
“Ejército de Defensa”.
8 Hua Bin, “Why is the US Framing Its Cold War with
China as Against the Chinese Communist Party?”,
https://www.unz.com/bhua/why-is-the-us-framing-its-cold-war-with-china-as-against-the-chinese-communist-party-ccp/.
9 Estas mayorías de miembros legislativos tan
generosamente “regados” o rociados con dinerillos no es asunto meramente
aritmético: habría que ver cuantos de tales parlamentarios seguirían tan a pie
juntillas las orientaciones del lobby si no recibieran esos montos. Con
lo cual la american democracy tiene un tinte a “comprada” que sobrecoge.
10 Cuando Israel quiso sacarse de encima a Saddam
Hussein y su proyecto arabista pero no islámico, fue EE.UU. –Colín Powell, el
que presentó las pruebas (falsas)− la palanca política que arrasó con todo el
país (y de paso robarse algunas piezas arqueológicas de una de las culturas
humanas más antiguas que se conoce). Pero fue también EE.UU. el que puso miles
de “emprendedores” para rehacer al país de la agricultura más antigua del
mundo, americanízándolo. Y tales emprendedores fueron los que terminaron
despanzurrados en las redes locales ideadas para hacer el nuevo american
Irak.
Cuando
Israel quiso ajustarle las clavijas a Muhammad Gadafi fue otras vez EE.UU. el
que cumplió la tarea.
A
veces la capacidad persuasiva de Israel flaquea: ha tratado reiteradamente de
que EE.UU. embista a Irán, hasta ahora sin resultado, pese a los varios
investigadores nucleares iraníes asesinados, hasta con descaro, por Israel.
11 Nos referimos al período fundacional, sobre todo. Con
el tiempo, el engendro inicialmente concebido dentro de la geopolítica
estadounidense fue adquiriendo otras tonalidades, incluso opuestas.
12 Una “extraordinaria” coincidencia de los estados
aludidos con los anunciados en The Israel Project for Security, Freedom and
Peace, TIP, 2009 [no aparece sitio de edición].
13 Salim Mansur, 7 ene 2025, unz review, https://www.unz.com/article/into-the-second-year-of-israeli-genocide-in-gaza/.
Docente en Canadá nacido en India, autor de varios libros, entre los más
recientes: How Canada’s free press is being bought by Justin Trudeau y Multiculturalism
– What does it mean to be a Canadian in the 21st Century?
14 Honor a los bravos europeos contracorriente:
irlandeses y belgas. Y para los dignos de la América indoafrolatinoamericana:
Bolivia, Colombia, Brasil.
Luis
E. Sabini Fernández
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