EL DINERO ESTÁ FELIZ
Resulta paradójico que haya tanta alegría en las cúpulas de las empresas
más ricas y supuestamente mejor informadas si, como tanto se nos ha repetido,
Trump es un fanfarrón imprevisible, además de un delincuente
Trump, fascismo, eeuu. / Pedripol
No tienen más que mirar en sus redes sociales, en sus webs corporativas, en sus desayunos informativos y en los parqués de sus mercados. El dinero exuda felicidad. Más incluso que la exuberante dicha que muestran esos seguidores de a pie, sobre quienes Donald Trump podría disparar en la Quinta Avenida y, según sus propias palabras, le seguirían votando. Sus enormes gorras MAGA, sus camisetas serigrafiadas con amenazas hacia el colectivo que más rabia les da, sus cabezas de búfalo o sus banderas tamaño Pepe Bono y su convencimiento de que ellos y Elon Musk son colegas porque tienen una cuenta en X y lee sus mensajes, palidecen al lado del indescriptible gozo y la abrumadora confianza que le muestran los amos del dinero. No se notaba tanto bienestar desde que Hitler paró al comunismo en Alemania y las grandes familias se reunieron para celebrarlo.
No
se trata únicamente del regocijo que mostraron los tecnobros aposentados
en la segunda fila del Capitolio el día de la coronación, minutos antes de
empezar a despedazarse en público por el botín de los programas federales de
gasto. El júbilo del dinero se constata transversal en volumen y en alcance. No
puede sino calificarse como tal el brío con el que las grandes corporaciones y
compañías de todos los sectores se han lanzado a desmontar sus programas de
compromiso con el cambio climático, la igualdad o la diversidad. El recién
electo presidente no ha tenido ni que pedírselo. Ya se han adelantado ellos
porque, en el fondo, lo estaban deseando. Ya era hora de acabar de una puñetera
vez con tanta tontería. No es miedo a la ira del vengativo presidente. Es
ideología. Si quieren saber qué significa eso del “pensamiento woke” de
verdad, pregúntenle a McDonald ’s, o a Harley Davidson, o a Ford, o a Nissan, o
a JP Morgan, o a Standard Oil; ellos son los verdaderos maestros de lo woke.
Hay
que reconocer que al dinero le sobran los motivos para tanto regocijo. Si el
primer mandato de Trump ya supuso un carrusel de cuantiosas rebajas fiscales,
elásticas desregulaciones y ayudas públicas cuando los negocios dejaban de ir
bien, este segundo mandato puede resultar el sueño más húmedo de la mejor
pornografía capitalista donde el cielo sea el límite. Echaremos de menos el
capitalismo de amiguetes de la era Bush, incluso el capitalismo granuja que nos
llevó a la Gran Recesión. Catorce millones de personas trabajan ahora mismo en
EEUU pendientes de que una redada les lleve a la deportación, suministrando así
un ejército de trabajadores aún más dispuestos a aceptar lo que sea con tal de
no ser denunciados. “Drill, baby, drill”, no es sólo una frase pegadiza;
es ideología y miles de millones a repartirse. Nunca se ha visto a nadie tan
entusiasmada con el anuncio de aranceles de castigo a la Unión Europea como a
Ana Patricia Botín en Davos junto al resto de los amos europeos del dinero. Esa
misma noche, seguro que más de uno soñó con un Trump de aquí capaz de entrar
motosierra en mano en la burocracia europea. Acabar con tanta regulación y
tantas normas molestas para los negocios bien valen un neopopulista, o dos, o
cuantos hagan falta.
No
deja de resultar paradójico que haya tanta alegría entre las cúpulas de las
empresas y corporaciones más ricas y supuestamente mejor informadas del mundo
si, como tanto se nos ha repetido estos días, Trump es un fanfarrón
imprevisible, además de un delincuente convicto, a quien ha puesto en la Casa
Blanca una extraña coalición de hillbillies, amantes de los AK-47,
cristianos resentidos, jóvenes machistas y latinos renegados de su origen.
Tanto que nos habían explicado que al dinero le gustaba la estabilidad, la
previsibilidad y el libre comercio en un mundo sin fronteras porque todos
éramos ciudadanos del mundo y eso de los nacionalismos suponía un atraso y una
cosa del siglo XIX en ese futuro lleno de prosperidad y libertad. Pero va y
resulta que lo que realmente pone al dinero como una moto es un presidente chauvinista,
imprevisible, que promete llenar el mundo de barreras arancelarias y fronteras
blindadas hasta los dientes. Qué curioso, oye.
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