LA GRAN BODA
FASCISTA
ROSA MARÍA ARTAL
Este
lunes, en Washington, se escenifica la gran boda fascista. Trump se ha cuidado
de invitar al evento a la corte que quiere le acompañe en su cruzada: lo más
radical de la ultraderecha. En la autocracia que se inaugura, Trump pone el
ordeno y mando y Musk, el espectáculo que da rienda suelta a sus sueños más
enfebrecidos
Están invitados, además de la italiana Giorgia Meloni y el húngaro Viktor Orbán, el francés Eric Zemmour, más ultra aún que Le Pen; Milei, presidente de Argentina; Nayib Bukele de El Salvador; Daniel Noboa, de Ecuador; Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil. O el español Santiago Abascal. Los viejos simpatizantes del fascismo entre los periódicos españoles aprovechan la ocasión también para seguir definiéndose en lo que querían fuera una crítica más al presidente del gobierno Pedro Sánchez: “Trump ningunea a Sánchez en su toma de posesión e invita a Abascal”.
Afortunado Sánchez por no tener que ir o
argüir alguna excusa. Michelle Obama declaró públicamente hace unos días que no
acudiría al evento -su marido se verá obligado por el cargo-. Está siendo
cuestionada por ello, dado que además es mujer y negra, cuando apenas nadie
recuerda que Trump no fue a la toma de posesión de Biden rompiendo una
tradición histórica en el país. Había propiciado el asalto al Capitolio, como
para ir a felicitarle por su elección.
Y sin duda veremos a los grandes empresarios tecnológicos que
pierden el oremus por postrarse ante Trump. El Washington Post, adquirido por
Jeff Bezos (Amazon) acaba de cambiar su lema: «Democracy Dies in Darkness» (La
democracia muere en la oscuridad), por ofrecer “Narrativas fascinantes para
todo Estados Unidos”
El nuevo tiempo que inaugura este festejo aterra a los dirigentes
más templados del mundo, a cualquier demócrata. Los golpes de efecto como el
alto el fuego en Gaza esconden tras la gran noticia de un posible -ya veremos-
fin de la guerra, del genocidio palestino, un acto de fuerza de Trump. También
con Netanyahu –Hamás y todo el pueblo palestino ya estuvo suficientemente
amenazado hace unos días–.
“Netanyahu ha entendido de repente cuál es exactamente su
posición con relación al nuevo presidente estadounidense. Se ha dado cuenta de
que Trump habla como quien pronuncia un dictado, y que nunca podrán adelantarlo
por la derecha”, escribe el periodista Nadav
Eyal como resalta Peter Beaumont en ElDiario.es.
Eso es lo que no se está entendiendo en la dimensión que va a
alcanzar. Lo de Trump/Musk es una autocracia peligrosísima en el que el magnate
pone el ordeno y mando iracundo aún y el otro, el espectáculo que da rienda
suelta a sus sueños más enfebrecidos. Hasta habla de chips incrustados que
potencian la inteligencia de los “afortunados” receptores. Y parece tener muy
avanzado un proyecto, un resort en algún otro planeta para que los ricos puedan
escapar si se produce un colapso de la Tierra. Lo peor es que el plan tiene
algunos fallos fatales: El SpaceX, el megacohete de Elon Musk ha explotado
sobre el Caribe y provocado el desvío de aviones. A esos niveles se mueve.
No se dan cuenta –parece– quienes, en la euforia del triunfo de
los de su órbita, arrecian en el trumpismo de sus hechos y declaraciones. Al
máximo: el inefable Mazón, aquí, el propio PP y las nuevas generaciones de
ultras mentirosos del partido burlándose de los asesinatos de palestinos en
Gaza, con datos falsos sobre subvenciones. Ni lo enlazo, ya lo habrán visto.
Dan asco.
Es incuestionable que el PP sueña con ese posible futuro
inmediato en el que la trampa sea la norma y todo su sucio entramado los
catapulte a la Moncloa. Puigdemont ya vuelve a poner zancadillas al gobierno,
lo que está por ver es que los votantes catalanes secunden un gobierno de
Feijóo o Ayuso con Abascal y sea esta su peor jugada.
La Unión Europea tiene un grave problema como no reaccione y su
tibieza y hasta miedo no augura precisamente nada muy optimista, aunque menudo
papel puede suponer la rendición sin más, pensemos que haya ahí algunas cabezas
pensantes y con el coraje necesario. En todas partes se van a necesitar ese
tipo de dirigentes. En todas partes, desde luego.
Un 30 de enero de 1933, el presidente alemán Paul von
Hindenburg nombró canciller de Alemania a Adolf Hitler, líder del Partido Nazi.
No parece que tuviera la concurrencia de tantos dirigentes políticos
extranjeros. El imperio trumpista que despega, autócrata sin duda, se
adereza con excentricidades varias y aparentes inventos espectaculares,
con el entreguismo de unas gentes para quienes lo primero es el dinero y el yo,
y lo segundo el yo y el dinero. Pobres diablos sucumbirán en justicia poética
que viene de la pura lógica. Se prevén zancadillas en el heterogéneo grupo de
poder, no demasiadas, porque el lema es el mismo. O casi. Y porque el poder
lima discrepancias y dispara prioridades.
De cualquier modo, a la gran boda con el fascismo el día 20 en
Washington van muchos dirigentes instruidos y reclutados por Bannon que no
puede ni ver a Elon Musk, No sé si de ahí puede derivarse alguna vía de
esperanza. La mejor y más lógica sería la de los pueblos, “Nosotros, los
pueblos”, como rubrica la Carta Fundacional de las Naciones y Unidos y decía a
menudo Federico Mayor Zaragoza. De cualquier modo, su acto de inauguración
-que así se llama- llega como a lomos de unos idus de enero enfurecidos
como él, porque el frío extremo va a obligar a
celebrar el acto en el interior del Capitolio que
siempre será más deslucido. No tendrá la foto de toda la explanada
aplaudiéndole aunque ha pesado llevarles a una estadio con capacidad para
20.000 personas y acudir después. No será raro que algunos de sus muchos
seguidores negacionistas del cambio climático y de cualquier racionalidad, vean
en ello con temor algún designio fatal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario