jueves, 30 de enero de 2025

AL MAL TIEMPO, BUEN VENTORRO

AL MAL TIEMPO, BUEN VENTORRO

POR DAVID TORRES

 

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, durante su visita a la Feria Internacional de Turismo (FITUR), en IFEMA Madrid.Eduardo Parra

Lleva Carlos Mazón varios meses intentando explicar qué estaba haciendo exactamente aquella tarde en que una riada devastadora arrasaba varios pueblos de Valencia y mataba a cientos de personas. Cada explicación es distinta a la anterior y contradictoria con la siguiente, como si Mazón hubiera vivido aquel 29 de octubre de 2024 en uno de esos libros de Elige tu propia aventura donde los niños van construyendo la trama a medida que optan por diversas alternativas para el protagonista. En éste, los valencianos pueden elegir que su presidente estaba dirigiendo la emergencia desde el Palau, como dijo en un primer momento; o bien celebrando un cumpleaños en un restaurante; o bien en un almuerzo de trabajo con el jefe de la patronal; o bien comiendo con una periodista en El Ventorro; o bien vaya usted a saber. Elijan lo que elijan, seguro que una gran mayoría de valencianos elige otra vez a Mazón, aunque no estén seguros de a cuál de ellos. 

El propio Mazón tampoco parece muy seguro de a qué Mazón le toca dar la cara en cada una de sus comparecencias ante los medios. Unas veces es el presidente de la Comunidad Valenciana; otras veces es el cantante de Marengo ensayando otra vez para Eurovisión; otras un torero gestionando una lluvia de almohadillas; otras un bombero objetor y enemigo de las Fallas; y casi siempre un señor que pasaba por ahí. Más cara no puede dar, eso seguro, porque Mazón tiene cara para dar y tomar. Eso sí, lo raro es que Mazón salga a relatar estas excitantes metamorfosis a jeta descubierta en lugar de disfrazarse, qué se yo, de Conejo de Pascua, de Barón de Münchhausen, de Freddy Krueger o de Santa Claus. El disfraz de torero presidente con un toque de Münchhausen le sienta muy bien: una mala tarde la tiene cualquiera.

Entre tanta versión alternativa y tanta rectificación a posteriori, es normal que Mazón se embarulle y se le escape algún lapsus freudiano, de ésos que te pintan de arriba abajo, como un retrato con los ojos cerrados en un fotomatón. La semana pasada, durante una intervención en el Fitur, agarró el micrófono con total desparpajo, como si fuese un espárrago más servido en El Ventorro, y soltó: “Porque una mentira, por muy bien contada, y yo sé de eso, sólo acaba siendo una mentira antes y después”. Se le olvido añadir que durante también. Y ayer mismo afirmaba ante una avalancha de periodistas: “Total transparencia y ningún bulo ya más”.

Hay ingenuos que piensan que Mazón, después de su gestión a dos carrillos, su capacidad para echar balones fuera y sus demostraciones de honestidad suicida, está más quemado que un bonzo vuelta y vuelta, pero olvidan la fabulosa capacidad del PP para apadrinar deshechos de tienta y devolverlos triunfantes a la arena política. Ahí está, por ejemplo, Feijóo, que no sólo sobrevivió a unas vacaciones en el mar -documentadas foto a foto- con un personaje tan siniestro que le hubieran supuesto la lápida en cualquier país decente, sino que tiene muchas papeletas para acabar de presidente del gobierno sin haber despejado la duda de, si en aquellos tiempos felices con Marcial Dorado, era tonto perdido o aún no había aprendido a leer el periódico.

Con lo que Mazón anda por las plazas y las ruedas de prensa, medio dormido, como un pregonero sin trompeta, adjudicando presupuestos de obra a viejos conocidos de la Gürtel con tanta generosidad que cualquier día le cae una ayuda a la reconstrucción a El Ventorro. Es posible que en su cabeza sea el subconsciente el que haya tomado el mando, aunque tampoco hay que descartar el inconsciente. En los primeros momentos, con tantos cadáveres aún por recoger, Mazón parecía caminar en medio de una película de David Lynch, una de ésas en la que te preguntas “pero qué es esto”; y ahora va dando tumbos y diciendo incongruencias al estilo de una de Almodóvar, una de ésas en la que te preguntas “pero qué coño es esto”. Se conoce que muchos valencianos confían en que, lo mejor para gestionar una catástrofe, es contar con un presidente catastrófico. El resto de los españoles deberíamos tomar buena nota y admitir que a mal tiempo, buen ventorro

 

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