PRIMERO FUERON A POR
LOS INMIGRANTES (DE HITLER A TRUMP)
ESTHER PALOMERA
Quienes
se erigen en garantes de la democracia, como es el caso del Partido Popular de
Feijóo, parecen no ser conscientes de la magnitud de la amenaza que representan
los adalides del trumpismo con los que aspiran a gobernar España. Hoy ya no
caben equidistancias.
Escribe el corresponsal italiano Siegmund Ginzberg en Síndrome 1933 (Gatopardo) que las
crisis siempre se producen a cámara lenta mientras que las catástrofes llegan
de golpe sin avisos previos. El año en que Hitler llegó al poder, recuerda en
un ensayo de obligada lectura para estos tiempos de banalización colectiva,
todo sucedió deprisa, a un ritmo vertiginoso, casi abrupto.
Y a pesar de que hoy abundan en el mundo líderes indeseables, como lo pueda ser Trump, aupados al poder por el voto popular –igual que llegó Hitler–, no se les puede comparar con el Führer. O sí. Depende de a quién se interpele. Si es a la ultraderecha y a la derecha europea, no hay paralelismo alguno. Sin embargo, hay a quien asusta, como a Ginzberg, “un presente que imita al pasado, quizá sin darse cuenta” y que nos conduce al desastre.
No es baladí que en los primeros días
como presidente estadounidense, Donald Trump haya impulsado un cambio radical en la política migratoria
de la Casa Blanca. La inmigración fue uno de sus pilares narrativos
de su campaña electoral y nada más estrenar el cargo ya firmó los primeros
decretos para resquebrajar el sistema migratorio construido por su antecesor.
Ha declarado la emergencia nacional en la frontera sur para detener
inmediatamente toda entrada ilegal y comenzar con las deportaciones de
extranjeros, a quienes tilda de “criminales”. Y anuncia, además, que el
Departamento de Justicia buscará la pena de muerte como castigo apropiado para
crímenes en los que mueran agentes del orden y a los cometidos por “inmigrantes
ilegales que mutilan y asesinan a estadounidenses”. Esto en 2025.
Casualidad o analogía, una de las primeras medidas del ministro
del Interior del gobierno de Hitler, Wilhelm Frick, fue cerrar las puertas a
los inmigrantes, principalmente a los judíos, que habían llegado por millones a
Alemania desde el Este. La decisión quedó escrita en una ordenanza que impuso a
todos los länder prohibir la entrada de judíos orientales y
expulsar a los que carecieran de permiso de residencia. Poco después, se
decidió retirarles la nacionalidad alemana a cuantos la habían obtenido entre
el fin de la Primera Guerra Mundial y el 30 de enero de 1933. Ahí empezó todo,
con una enfermiza obsesión que relacionaba a cada inmigrante con un asesino, un
violador o un ladrón. Y después, fueron a por los homosexuales, a por los
gitanos, a por los romaníes…
Pues, aun así, entre adalides de la ultraderecha y defensores
del liberalismo que algunos habitan bajo las siglas de la derecha conservadora,
los aliados del trumpismo han dejado de ser cuatro apestados y hoy se expanden
por toda Europa. No solo han crecido electoralmente en Alemania, Italia,
Francia o España, es que gobiernan o sostienen a gobiernos en Suecia,
Finlandia, Hungría o Países Bajos mientras defienden sin complejos ideas
radicales como las de Trump en materia migratoria o en lo que respecta a los
derechos de las minorías.
Imposible no preguntarse si de verdad quienes se erigen en
garantes de la democracia, como es el caso del Partido Popular de Feijóo, no
son conscientes de la magnitud de la amenaza que representan los adalides del
trumpismo –como es Vox– con los que pretenden gobernar España. Si lo fueran, no
se hubieran desmarcado de manera tan sonrojante del popular Esteban González
Pons cuando ha llamado “macho alfa de una manada de gorilas al que nadie
rechista» a Trump y ha elogiado la intervención de la obispa anglicana de
Washington por pedir misericordia al presidente de los EEUU con ”los jóvenes
homosexuales, los sin papeles que lavan nuestros platos en los restaurantes,
los niños cuyos padres pueden ser deportados y los refugiados que huyen de la
guerra y la persecución“.
La amenaza hoy ya es una realidad y no caben equidistancias.
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