ASÍ EN LA PAZ COMO EN LA GUERRA
Dos palestinos conversan sentados dentro de un edificio destruido por los bombardeos israelíes, en Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza.REUTERS/Abd Elhkeem Khaled
Cada
vez que habla Mark Rutte, sube el pan hasta alcanzar tarifas de caviar beluga.
O dicho de otra manera, el secretario general de la OTAN anda con ganas de
sablearnos a mayor gloria de la industria armamentística. Hace ya diez añitos,
los países de la Alianza Atlántica se comprometieron a gastar un 2% de nuestro
parné en misiles Tomahawk y carros de combate. Ahora el 2% no basta y nos piden
más madera, vamos a por el 3%, que la cosa está muy mala y hay que ir afilando
los cañones. Si Europa no se aprieta el cinturón, dice Rutte, tendremos que
empezar a tomar cursos de ruso o pirarnos a Nueva Zelanda. Спасибо, Рютте.
El asunto salió a la palestra el otro día en el Parlamento Europeo. Como Trump está a dos telediarios de entrar en la Casa Blanca, el gallinero bélico anda soliviantado y ya nadie sabe muy bien qué será de Ucrania ni de Gaza ni de los haitianos hambrientos de Springfield, Ohio. Por si fuera poco, nos cuentan que vivimos en medio de una amenaza híbrida auspiciada por Vladímir Putin. Navegamos en un limbo de indecisión, una suerte de tensión latente que nunca termina de resolverse. Rutte ha encontrado el nombre exacto para ese precario purgatorio en que vivimos. “No estamos en guerra, pero tampoco en paz”. Y por eso hay que armarse hasta los dientes.
Como
soy hijo de la curiosidad, he chapoteado entre los titulares más recientes en
busca de un madero flotante al que agarrarme. Debe de existir alguna cosa que
no sea ni guerra ni paz entre la maraña de letras impresas. Leo, por ejemplo,
que Israel y Hamás han acordado una tregua en Gaza. Dice Biden que ha
multiplicado la presión para que los rehenes regresen a casa al calor de las
conversaciones. La neutralidad del presidente demócrata es incuestionable. Por
eso aprobó la semana pasada una remesa de 8.000 millones de dólares en armas
para Netanyahu. Por eso ha vetado cuatro resoluciones de la ONU que exigían un
alto el fuego en Gaza.
En
un alarde de imparcialidad —ni guerra ni paz, ni carne ni pescado, ni chicha ni
limoná—, Biden criticó en noviembre a la Corte Penal Internacional por haber
emitido una orden de detención contra Netanyahu. “Siempre estaremos junto a
Israel contra las amenazas a su seguridad". La semana pasada, en justa
consecuencia, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una nueva
ley que prevé sanciones contra los miembros del tribunal de La Haya y sus
colaboradores. Y es que los tiempos han cambiado. En 2023, cuando la Corte
Penal Internacional emitió una orden de arresto contra Putin, Biden se unió a
las celebraciones. Que vivan los dobles raseros.
Uno
podría pensar que esta clase de desvaríos pertenecen a las extrañas lógicas de
la política estadounidense, pero hace muchos años que Washington D. C. opera
como capital de facto de Europa. El próximo 27 de enero, el mundo entero
celebrará el Día de las Víctimas del Holocausto porque esa es la fecha en que
las tropas rusas —qué jodida es la ironía— liberaron los campos nazis de
Auschwitz. Como miembro de la Corte Penal Internacional, Polonia debería
arrestar a Netanyahu en caso de que el primer ministro israelí aterrizara en
Europa para asistir a los homenajes. El Gobierno polaco, sin embargo, ha
decidido conceder la inmunidad al fugitivo.
En
principio cabe suponer que hay margen para el consuelo. Al fin y al cabo, la
gamberrada es cosa del primer ministro polaco, que fue presidente de los
populares europeos y que envió un mensaje de entusiasmo a Feijóo tras su
consagración como líder del partido. Cosas de los conservadores. No obstante,
las evidencias dicen que Sánchez no ha impuesto ningún embargo formal a Israel
tal y como reclama la Corte Internacional de Justicia. Al contrario, el portal
oficial de Comex refleja actividades comerciales durante los bombardeos de Gaza
y EEUU se ha servido de la base naval de Rota para entregar armamento a
Netanyahu.
¿Quién
no recuerda los primeros compases de la invasión de Ucrania? España se sumó
orgullosa al veto contra los deportistas rusos con argumentos de fuerza mayor y
“en consonancia con las decisiones ya adoptadas en el ecosistema deportivo
mundial”. El otro día, Ione Belarra tentaba a la suerte sugiriendo un veto
semejante sobre los deportistas israelíes. Ya que el Maccabi de Tel Aviv debía
disputar un partido de baloncesto en Madrid y aún teníamos frescos los
disturbios de Amsterdam, Podemos proponía que se impidiera la entrada de
jugadores y aficionados. José Manuel Albares emitió una respuesta taxativa:
“Creo que tenemos que dejar el deporte al lado”.
Digamos
entre eufemismos que Israel no ha dejado el deporte precisamente a un lado.
Hace unos meses, los medios difundían imágenes en las que se veía a decenas de
prisioneros palestinos semidesnudos y maniatados en un estadio de fútbol de
Gaza. A falta de hinchas y jugadores, las Fuerzas de Defensa de Israel
reciclaron las instalaciones deportivas para habilitar campos de concentración
en los que se han denunciado todo género de abusos y torturas. Entretanto, la
Policía española ha adquirido tecnología israelí de vigilancia masiva y el
diario Haaretz publica que los hackers de Israel están eligiendo
Barcelona como capital del ciberespionaje.
Vuelvo
a repasar las declaraciones de Mark Rutte y encuentro alguna que otra fisura.
El caso es que no estamos ni en guerra ni en paz pero nuestras plácidas bombas
caen sin pudor sobre otras geografías. No estamos ni en guerra ni en paz pero
por algún motivo Rutte nos pide que adoptemos una “mentalidad de guerra” y no
una mentalidad de paz. Mientras Biden presumía de la tregua palestina,
Netanyahu continuaba entrando a degüello sobre la Franja de Gaza. Mientras el
mundo reclamaba el fin del genocidio gazatí, Francia mantenía que no aplicará
la orden internacional de arresto contra Netanyahu a cambio de la calma para el
Líbano.
Quizá
Rutte debería mirar de puertas hacia adentro antes de buscar enemigos en
latitudes ajenas. El pasado mes de septiembre, el futuro vicepresidente
estadounidense J. D. Vance amenazaba con retirar sus apoyos a la OTAN si Europa
se atrevía imponer regulaciones a la plataforma X. Elon Musk plantea que EEUU
debería derrocar al Gobierno británico y Trump propone adueñarse de
Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá. No son delirios trumpistas. Trump
alienta la vulneración de las fronteras europeas igual que Biden y Europa han
alentado la vulneración de las fronteras palestinas. Y ahora nos pasan la
gorra. Las dobles varas de medir siempre tuvieron un alto precio.
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