LA VISITA(NARRATIVA)2
DUNIA SÁNCHEZ
La madrugada
se junta con el amanecer. Todavía en la playa no pasea nadie, la visita de
sus habituales parece desaparecer en este clima inestable,
ramificado en un invierno que enciende nubes plomizas sobre sus ojos, sobre sus
pisadas, sobre sus espaldas y parece retenerlos hacer una grávida pausa en sus
costumbres. Saco del armario un bañador, un viejo bañador liso. Bajo con una
toalla y un polar como abrigo. Camino un pequeño rato por la avenida hasta
llegar a la altura de la playa chica, lugar donde la marea parece estar en más
calma. La casa roja me mira, una casa roja de muchos años, estancada en el
tiempo , remodelada a disfrute de sus dueños. Piso la arena, húmeda, fría,
antipática. Gaviotas y pardelas alborotan esta mañana donde aun temprano la nada
convive con ellas, solo la marea. Dejo mis cosas y me aproximo a la orilla,
aunque el tiempo apunte malestar la marea esta bajando. Tengo frío, un aliento
a algas y caracolas me recorreré como parte de esta isla. Es tanto la gelidez
del aire que mi cuerpo se halla a la misma temperatura que el agua. Despacito,
haciendo amago de algún ejercicio introduzco mi cuerpo en la amplitud de la
marea. Y nado…nadar en lo interminable del océano. En mi ruta observo banco de
peces, sargos, fulas, salemetas , etc….Mi sentido tomo aliento , por un
instante la fatiga me viene, me falto poco para llegar a la barra, ese amasijo
de piedras donde la historia de formación de la isla cuenta. Llego y me siento,
respiro pausadamente para recobrar las ganas de seguir. Mientras miro ese
horizonte, la isla vecina se ve con claridad, eso dice que vendrán más y más
lluvias. Y llueve, estoy mojada, no importa. Después de la barra el mar
profundo, el mar rabioso, el mar inestable. Corrientes que traen mundos
misteriosos, oscuros a la superficie. Un cetáceo pasa por mis ojos. Varios
cetáceos pasan por mis ojos. Detenidamente suspiro y contemplo este
hito en mi vida. Una gran masa de animales admirables tanteando las
proximidades de la barra. Es como si se comunicarán conmigo. Les hablo, como si
fueran dioses de este inagotable e infinito océano. Les hablo, como si fueran
existencia que con su canto gutural enviase mensaje de nuestro destino. La
alegría y una cierta paz empapa mis miembros, helados, tiesos, descansados.
Aprovecho para conversar con ellos, ahora, donde el silencio de las gentes
puebla este zona. Aprovecho para enviar un saludo cordial. Y ellos me contestan
, me hablan de lo amargo que es a veces el océano, un océano de la nada donde
lo violento puede desalmar vidas, donde la huida, está presente. Y ellos me
contestan, en su movimiento rítmico, acompasado con la tonalidad de la vida, de
una existencia realzada en el fluir de los vientos. Considero este instante
casi perfecto. Sí, rozo la perfección cuando las ballenas erigen a mi y me
escuchan. Y me dicen, de la oscuridad. Y me dicen, de las muertes. Y me dicen
de la paz. Y me dicen , de la desesperación. Y me dicen , de lo bello que este
mar. Me vuelvo a la orilla, nado hasta la playa con una energía repuesta, con
el orgullo de esa visión, de ese dialogo con las hijas de este mundo. Ya hay
personas rutinarias a la vez que un sutil sol quiere venir. Cojo mis cosas y me
voy a casa. Miro el buzón, una carta. Subo y la dejo en la mesilla. Tengo frío
tal que quebranta mis huesos, el sol se aviva más. No tengo ganas de ducharme y
me dejo el salitre, dicen que es bueno para preservar la piel. Me visto, no sin
antes planchar la ropa, este será el calor que me zanjará este tembleque
mío. Y se sienta, ella, se sienta. Sus pensamientos recorren ese
crepúsculo donde ha avistado los cetáceos, donde ha charlado sobre las
devastadoras inclemencias del humano, donde ha visto la realidad de los días,
la inevitable perfección de sus movimientos. Que somos parte del agua. Si seres
del agua, de algún cometa que ha dejado del hielo de sus escombros vida en este
planeta. Y sentada mira la carta, sus ojos gravitan en la letra del remitente.
Se pone las gafas, el tic-tac de la jornada avanza y el tiempo que no es tiempo
la lleva a abrirla. No sin antes tomar un respiro y ser parte de ese
encontrarse con si misma. Lee sus pensamientos y los sueños se acuerdan de sus
prisas, de sus miedos, de sus ganas de vivir. Se acuerda de su juventud. Tan
lejos que es imposible renovarla además que no lo deseo. Acaricia ese sol que
viene, el temblor se ha marchado, ha perdido el rastro de toda su vida
pasada... Y ello le sienta bien, se asoma a la ventana y sus pulmones se inflan
del hoy, de ese vuelo en la tranquilidad de sus sentidos, de sus emociones.
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