viernes, 17 de enero de 2025

¡VIVA FELIPE, CARAJO!

¡VIVA FELIPE, CARAJO!

ANA PARDO DE VERA

El presidente argentino, Javier Milei, en Buenos Aires

(Argentina).Matías Baglietto/ Europa Press

Hay una cierta convicción social de que, cuando las personas llegan a determinada edad, a partir de los 65 sobre todo, se vuelven mayoritariamente más conservadoras. Personalmente, conozco algunos casos derivados del miedo a una creciente vulnerabilidad física y mental, a la enfermedad; además, ante la proximidad más del final que del principio de la vida, mucha gente se aferra a religiones que prometen la vida eterna, opta por comportamientos individualistas, ven amenazas hasta debajo de la cama (y suelen ser okupas diabólicos que anuncian en la tele y no los monstruos de la infancia que te iban a agarrar el pie fuera de las sábanas o salir del armario entreabierto) y dan una prioridad obsesiva al ahorro y el dinero, como si en ese más allá que garantizan las religiones o mientras abonas la tierra y las malvas, fueras a necesitarlo

Estos comportamientos pueden parecer comprensibles en función del entorno de cada uno y, sobre todo, de las condiciones de un Estado de bienestar mermado, que debería garantizarte una sanidad potente; en su caso, una atención en dependencia, unas pensiones dignas, o una cobertura pública de calidad para pasar tus últimos años de vida con tranquilidad, las atenciones necesarias y disfrutando sin más y como te dé la santa gana, aunque sea, como me decía la abuela de una amiga, de 95 años, "bebiendo whisky, fumando porros y riendo hasta reventar con las amigas".

Existe esa ciudadanía que se vuelve más conservadora conforme cumple años y luego está Felipe González, que pertenece a otra dimensión y es, seguramente y junto a Joaquín Leguina, el epítome de la degeneración política; y miren que partimos de un sujeto que alojó el terrorismo de Estado en los gobiernos que presidió. Yo misma sueño con la desclasificación de esos documentos que recogen los detalles del GAL, que serán desoladores sin duda, pero que confío en que pongan a cada uno en su sitio, incluido Felipe González. Si yo fuera el PSOE-2025, de hecho, ya estaba abriendo la caja de los papeles clasificados para restregárselos por la cara a quien fue su líder de mandato más largo, a quien no tiene empacho en soltar barbaridades como la última a la que me refiero a continuación o al socialista (un decir) de alma decrépita, desleal y rabioso contra los suyos, no digo ya los dirigentes, sino los militantes que se parten la cara por un partido que vive un momento especialmente complicado y sin recibir nada a cambio. González es hoy el amigo y defensor del corrupto Juan Carlos de Borbón, el presidente que fue de un terrorismo de Estado feroz, el hoy invitado de lujo del PP y, ahora, el admirador confeso de Javier Milei, que es lo que nos faltaba por oír en esta desquiciada deriva.

"Un buen líder debe conectar con el estado de ánimo de la gente, como ha hecho Milei en Argentina", ha dicho sin ponerse colorado ni nada el expresidente socialista (ejem) en un foro encabezado por Dolores de Cospedal, exsecretaria general del PP, exministra de Defensa, expresidenta de Castilla-La Mancha, expendedora de indemnizaciones en diferido a Luis Bárcenas y amiga especial de las cloacas de Villarejo en su época de mayor poder en la calle Génova como mano derecha de Mariano Rajoy en el partido.

"Lección magistral del expresidente del Gobierno en el Curso Superior de Talento y Liderazgo Político, que preside María Dolores de Cospedal", informó el martes el diario ABC, que daba cuenta asimismo de las asistencias del PP allí congregadas, acompañando y jaleando a González, como la senadora Carmen Riolobos o el diputado Agustín Conde. De "brillante" calificó Cospedal el discurso de González, que criticó duramente a Pedro Sánchez (nada nuevo) y a la Unión Europea por su posición con Nicolás Maduro, esto es, por no reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuelo, sin actas ni nada... y para hacer el ridículo de nuevo, como con Juan Guaidó.

Y yo me pregunto: ¿En qué momento un dirigente político como González, con su inteligencia -que la tiene y mucha-, se siente halagado y se viene arriba con las alabanzas de quienes pusieron en riesgo "la estabilidad del Estado" (Luis María Anson, 1998) para derribarlo de la Presidencia del Gobierno? ¿En qué momento se atraviesa la línea de la discrepancia con tu partido al ridículo sonrojante de colaborar estrechamente con el adversario? Y sobre todo, ¿qué diablos le han inyectado a González en el cerebro para considerar a Milei un buen líder y no el mentiroso grotesco anti derechos humanos que es y, además, jactándose de ello? ¿Por qué nunca ocurre al revés y, por ejemplo, Aznar o Rajoy se hacen de Podemos?

 

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