¡VIVA FELIPE,
CARAJO!
ANA PARDO
DE VERA
El presidente
argentino, Javier Milei, en Buenos Aires
(Argentina).Matías Baglietto/ Europa Press
Hay
una cierta convicción social de que, cuando las personas llegan a determinada
edad, a partir de los 65 sobre todo, se vuelven mayoritariamente más
conservadoras. Personalmente, conozco algunos casos derivados del miedo a
una creciente vulnerabilidad física y mental, a la enfermedad; además, ante la
proximidad más del final que del principio de la vida, mucha gente se aferra a
religiones que prometen la vida eterna, opta por comportamientos
individualistas, ven amenazas hasta debajo de la cama (y suelen ser okupas diabólicos
que anuncian en la tele y no los monstruos de la infancia que te iban a agarrar
el pie fuera de las sábanas o salir del armario entreabierto) y dan una
prioridad obsesiva al ahorro y el dinero, como si en ese más allá que
garantizan las religiones o mientras abonas la tierra y las malvas, fueras a
necesitarlo.
Estos comportamientos pueden parecer comprensibles en función del entorno de cada uno y, sobre todo, de las condiciones de un Estado de bienestar mermado, que debería garantizarte una sanidad potente; en su caso, una atención en dependencia, unas pensiones dignas, o una cobertura pública de calidad para pasar tus últimos años de vida con tranquilidad, las atenciones necesarias y disfrutando sin más y como te dé la santa gana, aunque sea, como me decía la abuela de una amiga, de 95 años, "bebiendo whisky, fumando porros y riendo hasta reventar con las amigas".
Existe
esa ciudadanía que se vuelve más conservadora conforme cumple años y luego
está Felipe González, que pertenece a otra dimensión y es, seguramente y
junto a Joaquín Leguina, el epítome de la degeneración política; y miren
que partimos de un sujeto que alojó el terrorismo de Estado en los gobiernos
que presidió. Yo misma sueño con la desclasificación de esos documentos que
recogen los detalles del GAL, que serán desoladores sin duda, pero que confío
en que pongan a cada uno en su sitio, incluido Felipe González. Si yo
fuera el PSOE-2025, de hecho, ya estaba abriendo la caja de los papeles
clasificados para restregárselos por la cara a quien fue su líder de mandato
más largo, a quien no tiene empacho en soltar barbaridades como la última a la
que me refiero a continuación o al socialista (un decir) de alma decrépita,
desleal y rabioso contra los suyos, no digo ya los dirigentes, sino los
militantes que se parten la cara por un partido que vive un momento
especialmente complicado y sin recibir nada a cambio. González es hoy el
amigo y defensor del corrupto Juan Carlos de Borbón, el presidente que fue de
un terrorismo de Estado feroz, el hoy invitado de lujo del PP y, ahora, el
admirador confeso de Javier Milei, que es lo que nos faltaba por oír en esta
desquiciada deriva.
"Un
buen líder debe conectar con el estado de ánimo de la gente, como ha hecho
Milei en Argentina", ha dicho sin ponerse colorado ni
nada el expresidente socialista (ejem) en un foro encabezado por Dolores de Cospedal,
exsecretaria general del PP, exministra de Defensa, expresidenta de Castilla-La
Mancha, expendedora de indemnizaciones en diferido a Luis
Bárcenas y amiga especial de las cloacas de Villarejo
en su época de mayor poder en la calle Génova como mano derecha de Mariano
Rajoy en el partido.
"Lección magistral del
expresidente del Gobierno en el Curso Superior de Talento y Liderazgo Político,
que preside María Dolores de Cospedal", informó el martes el diario
ABC, que daba cuenta asimismo de las asistencias del PP
allí congregadas, acompañando y jaleando a González, como la senadora Carmen
Riolobos o el diputado Agustín Conde. De "brillante"
calificó Cospedal el discurso de González, que criticó duramente a Pedro
Sánchez (nada nuevo) y a la Unión Europea por su posición con Nicolás
Maduro, esto es, por no reconocer a Edmundo González como presidente
electo de Venezuelo, sin actas ni nada... y para hacer el ridículo de nuevo,
como con Juan Guaidó.
Y
yo me pregunto: ¿En qué momento un dirigente político como González, con su
inteligencia -que la tiene y mucha-, se siente halagado y se viene arriba con
las alabanzas de quienes pusieron en riesgo "la
estabilidad del Estado" (Luis María Anson, 1998) para derribarlo de
la Presidencia del Gobierno? ¿En qué momento se atraviesa la
línea de la discrepancia con tu partido al ridículo sonrojante de colaborar
estrechamente con el adversario? Y sobre todo, ¿qué diablos le han inyectado
a González en el cerebro para considerar a Milei un buen líder y no el
mentiroso grotesco anti derechos humanos que es y, además, jactándose de ello?
¿Por qué nunca ocurre al revés y, por ejemplo, Aznar o Rajoy se hacen de
Podemos?
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